The Daily Audio Bible
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Inutilidad de los ídolos
10 Pidan al Señor que llueva en primavera,
pues él es quien envía los temporales
y hace llover en abundancia,
brotando así hierba en el campo para todos.
2 Los ídolos sólo ofrecen vanas promesas,
y los adivinos falsas visiones;
anuncian sueños engañosos
y prometen consuelos ilusorios
Por eso [el pueblo] anda errante,
abatido como rebaño sin pastor.
Liberación y retorno
3 Ardo de ira contra los pastores,
castigaré a los guías del rebaño.
El Señor del universo ha visitado al pueblo de Judá,
que es su rebaño, y hará de él
su caballo victorioso en el combate.
4 Porque de él saldrá la piedra angular,
las estacas de la tienda y el arco de guerra,
además de todos sus caudillos.
5 Juntos se lanzarán al combate
como valientes guerreros,
pisando el barro de las calles;
peleará junto a ellos el Señor
y cubrirán de vergüenza
a los jinetes enemigos.
6 Haré fuerte al pueblo de Judá
y daré la victoria a la descendencia de José.
Los repatriaré, pues me compadezco de ellos,
y será como si nunca los hubiera rechazado,
pues soy el Señor, su Dios, que los escucha.
7 Los de Efraín serán como héroes,
animosos como después de haber bebido;
sus hijos se alegrarán al verlos,
saltará de júbilo en el Señor su corazón.
8 Los reuniré con un silbido,
pues yo soy quien los ha rescatado,
y serán tan numerosos como antes.
9 Yo los dispersaré entre las naciones,
pero me recordarán estando lejos,
criarán hijos y regresarán.
10 Haré que vuelvan de Egipto,
los recogeré de Asiria
para traerlos a Galaad y al Líbano,
y ni aún así tendrán sitio suficiente.
11 Atravesarán el mar de la angustia,
mientras el Señor golpeará las olas del mar
y el cauce del río quedará seco.
Será abatido el orgullo de Asiria
y el poder de Egipto acabará.
12 Cifrarán su fuerza en el Señor
y en su nombre avanzarán,
—oráculo del Señor—.
11 Abre, Líbano, tus puertas
y que el fuego devore tus cedros.
2 Gime, ciprés, de dolor,
porque ha caído el cedro
y han sido abatidos los poderosos.
Laméntense, encinas de Basán,
porque han talado
el bosque impenetrable.
3 Oigan el lamento de los pastores
porque ha sido arrancado
el esplendor de sus praderas;
Escuchen cómo rugen
los cachorros de león
porque ha sido asolada
la espesura del Jordán.
Alegoría de los dos pastores
4 Así dice el Señor, mi Dios:
— Apacienta estas ovejas destinadas al matadero, 5 las que degüellan impunemente sus compradores mientras dice el que las vende: “Bendito sea el Señor que me ha hecho rico”. Ni sus propios pastores se compadecen de ellas. 6 Pues bien, tampoco yo tendré compasión de los que habitan esta tierra —oráculo del Señor—; voy a entregar a todos y cada uno a merced de sus vecinos y de sus reyes que devastarán el país sin que yo los libre de sus manos.
7 Me puse a apacentar las ovejas que los tratantes habían destinado al matadero. Así que tomé dos cayados: al uno lo llamé “Gracia” y al otro “Concordia”. Seguí apacentando al rebaño 8 y en un solo mes despedí a tres pastores, pues yo no los pude aguantar y ellos se cansaron de mí. 9 Entonces dije:
— No los apacentaré más; la que haya de morir, que muera; la que haya de perecer, que perezca; y las que sobrevivan, que se devoren unas a otras.
10 Tomé luego mi cayado “Gracia” y lo quebré en señal de que rompía el pacto sellado con todos los pueblos. 11 Quedó, pues, roto el pacto en aquel día y los tratantes de ovejas, que estaban observándome, reconocieron que era el Señor quien hablaba. 12 Yo les propuse:
— Si les parece bien, denme mi salario; y si no, déjenlo.
Entonces pesaron lo que me correspondía como salario y me dieron treinta siclos de plata. 13 El Señor, por su parte, me dijo:
— Echa al tesoro [del Templo] ese buen precio en que me han valorado.
Tomé los treinta siclos de plata y los eché en el tesoro del Templo del Señor. 14 Quebré luego mi segundo cayado de nombre “Concordia”, como señal de que rompía la hermandad entre Judá e Israel. 15 Y el Señor me dijo:
— Toma los aperos de un pastor irresponsable. 16 Porque voy a suscitar en este país un pastor que no se preocupará de la oveja descarriada, ni buscará la extraviada, ni curará la que está herida, ni alimentará a la sana; al contrario, comerá la carne de las gordas y les arrancará hasta las pezuñas.
17 ¡Ay del pastor irresponsable
que abandona el rebaño!
¡Que la espada le cercene el brazo
y le salte el ojo derecho!
¡Que su brazo se seque del todo
y su ojo derecho se apague por completo!
La caída de Babilonia
18 Vi después bajar del cielo a otro ángel con inmenso poder. Su resplandor iluminó la tierra, 2 y proclamó con fuerte voz:
— ¡Por fin cayó Babilonia, la poderosa!
Hoy es mansión de demonios,
guarida de espíritus impuros
y de toda clase de aves
inmundas y asquerosas.
3 Porque ella emborrachó
con el vino de su desenfrenada lujuria
a gentes de toda procedencia;
adulteró con los reyes de la tierra,
y a costa de su lujo desmedido
se enriquecieron los traficantes del mundo.
4 Y oí otra voz que decía desde el cielo:
— Sal de ella, pueblo mío,
pues si te haces cómplice de sus pecados,
también te alcanzarán sus castigos.
5 Hasta el cielo se han amontonado sus pecados
y Dios no ha querido ignorar
por más tiempo sus crímenes.
6 Páguenle con su misma moneda,
y aun denle el doble de su merecido:
en la copa de sus desenfrenos
viertan doble amargura.
7 Cuanto se procuró de lujos y placeres,
denle de tormentos y desdichas.
Vean cómo alardea en su interior:
“Ocupo un trono de reina;
no soy viuda y jamás conoceré el dolor.”
8 Pero en un solo día vendrán sobre ella
las calamidades que tiene merecidas
—muerte, luto y hambre—
y quedará abrasada por el fuego.
Poderoso es para ello el Señor Dios que la condenó.
Lamentación ante la ruina
9 Los poderosos de la tierra, los que con ella compartieron lujuria y placeres, prorrumpirán en llantos y gemidos cuando contemplen su humeante hoguera. 10 Estremecidos de horror ante el suplicio, exclamarán desde lejos:
— ¡Desgraciada de ti, la gran ciudad,
Babilonia, la ciudad tan poderosa!
¡Un instante ha bastado
para consumarse tu condena!
11 También los traficantes de la tierra prorrumpirán en llanto y gemidos por ella, porque ya nadie les comprará sus mercancías: 12 oro, plata, piedras preciosas y perlas; lino, púrpura, seda y escarlata; maderas aromáticas, objetos de marfil, de maderas preciosas, de bronce, de hierro y de mármol; 13 canela, clavo, perfumes, mirra e incienso; vino y aceite; trigo y flor de harina; ovejas y ganado mayor; caballos y carros; esclavos y vidas humanas.
14 Ya no gustarás más
los frutos sazonados que tanto apetecías;
ya todas tus riquezas y tus lujos
huyeron para no volver jamás.
15 Todos estos traficantes, enriquecidos a su costa, se mantendrán a distancia estremecidos de horror ante su tormento y entre lágrimas y lamentos 16 exclamarán:
¡Desgraciada de ti, la gran ciudad,
que en otro tiempo te vestías
de lino, púrpura y grana,
y te adornabas con oro,
piedras preciosas y perlas!
17 ¡Un instante ha bastado
para arrasar tanta riqueza!
A su vez, los capitanes de barco, los oficiales, los marineros y todos cuantos faenan en el mar, se mantenían de pie a lo lejos 18 y exclamaban al contemplar la humareda de la ciudad incendiada:
— ¿Hubo alguna vez una ciudad tan grande como esta? 19 Y, echándose polvo sobre la cabeza, lloraban y se lamentaban, diciendo:
— ¡Desgraciada de ti, la gran ciudad,
fuente de riqueza para cuantos
surcaban los mares con sus barcos!
¡Un instante ha bastado
para convertirte en ruinas!
20 ¡Alégrate, cielo, al contemplarla,
y ustedes también, los consagrados a Dios,
los apóstoles y los profetas,
porque Dios ha vengado en ella la causa de ustedes!
21 Un ángel poderoso levantó entonces un gran peñasco, como una gigantesca rueda de molino, y lo arrojó al mar, exclamando:
— Así, violentamente, será arrojada
Babilonia, la gran ciudad,
y nunca más se sabrá de ella.
22 Ya no se volverá a escuchar en ti
el son de los arpistas y los músicos,
el son de los que tocan
la flauta y la trompeta.
Ya no habrá en ti artesanos
ni se oirá el rumor
de la rueda molinera.
23 La luz de la lámpara
no alumbrará más en ti,
ni volverán a oírse en tus calles
los cantos del novio y de la novia.
Y es que tus traficantes
llegaron a ser los grandes de la tierra
y con tus sortilegios
engañaste a todas las naciones.
24 Estás manchada con la sangre
de profetas y de consagrados a Dios,
con la sangre de todos
los que han sido asesinados en la tierra.
Salmo 146 (145)
Alabaré al Señor mientras viva
146 ¡Aleluya!
¡Alma mía, alaba al Señor!
2 Alabaré al Señor mientras viva,
mientras exista cantaré a mi Dios.
3 No confíen en los poderosos,
en quienes son incapaces de salvar.
4 Expiran y vuelven a la tierra,
ese día sucumben sus proyectos.
5 Feliz al que ayuda el Dios de Jacob,
quien pone su esperanza en Dios su Señor,
6 el que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto lo llena.
El Dios que siempre permanece fiel,
7 que hace justicia a los oprimidos
y da pan a quien tiene hambre;
el Señor libera a los cautivos,
8 el Señor da la vista a los ciegos,
el Señor levanta a los abatidos,
el Señor ama a los justos.
9 El Señor protege al extranjero,
a la viuda y al huérfano sostiene,
trastorna los planes del malvado.
10 ¡El Señor reina por siempre,
tu Dios, Sión, por generaciones!
¡Aleluya!
33 apretar la leche produce manteca,
apretar la nariz produce sangre,
apretar la ira produce riñas.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España