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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Joel 1-3

Título

Palabras que el Señor comunicó a Joel, hijo de Petuel.

El día del Señor (1—3)

Relato de plagas y sequía

¡Oigan esto ustedes, los ancianos;
habitantes todos del país, escuchen!
¿Aconteció algo igual en sus días
o en los días de sus antepasados?
Cuéntenselo a sus hijos,
sus hijos a los suyos,
y sus hijos a una nueva generación.
Lo que dejó la “devastadora”
lo comió la “acaparadora”;
lo que dejó la “acaparadora”
lo comió la “lamedora”,
y lo que dejó la “lamedora”
lo comió la “devoradora”.

Despierten, los embriagados, y lloren.
Giman, los bebedores de vino,
por el mosto que se les ha quitado de la boca.
Porque un pueblo ha invadido mi tierra;
es poderoso e innumerable;
sus dientes son dientes de león,
y tiene muelas como de leona.
Ha asolado mi viñedo,
ha destrozado mis higueras,
las ha descortezado del todo
haciendo blanquear sus ramas;
luego las ha derribado.

Llora tú como una joven vestida de luto
por causa del marido de su juventud.
Ofrenda y libación han cesado
en el Templo del Señor;
hacen duelo los sacerdotes,
los servidores del Señor.
10 El campo está devastado,
enlutada la tierra;
el trigo se ha perdido,
se echa en falta el mosto,
se ha agotado el aceite.

11 Constérnense, labradores,
giman, viñadores,
pues se ha echado a perder
la cosecha del trigo y la cebada.
12 Está reseco el viñedo
y marchita la higuera,
así como el granado,
el manzano y la palmera:
se han secado por completo
todos los árboles del campo.
Incluso entre la gente
ha desaparecido la alegría.

Convocatoria al ayuno y la oración

13 Vístanse de luto y lloren, sacerdotes;
giman ustedes, servidores del altar;
vengan a dormir sobre esteras,
ustedes, los que sirven a mi Dios,
pues ofrenda y libación han cesado
en el Templo de su Dios.
14 Promulguen un ayuno,
convoquen una asamblea,
reúnan a los ancianos
y a todos los que habitan el país
en el Templo del Señor, su Dios,
y clamen al Señor.

Anuncio del día del Señor

15 ¡Ay, qué terrible aquel día!
Porque el día del Señor está cerca;
la destrucción del Destructor
está a punto de llegar.
16 Ante nuestros propios ojos
nos ha sido arrebatada la comida
junto con la alegría y el gozo
en el Templo de nuestro Dios.
17 Las semillas se han podrido
debajo de los terrones;
están los graneros en ruinas
y los silos derruidos,
porque el trigo se ha perdido.
18 ¡Cómo muge el ganado!
Deambula vacilante la vacada
porque no encuentra pastos;
también las ovejas desfallecen.
19 A ti clamo, Señor,
porque el fuego ha consumido
los matorrales de la estepa,
y las llamas han abrasado
todos los árboles del campo.
20 Incluso las bestias salvajes
braman dirigiéndose a ti,
porque se han secado los arroyos
y el fuego ha consumido
los matorrales de la estepa.

¡Toquen la trompeta en Sión,
den la alarma en mi santo monte!
Tiemblen todos los que habitan el país,
porque viene el día del Señor;
está ya a las puertas:
día de oscuridad y de tinieblas,
de nubarrones y densa niebla.
Como el amanecer sobre los montes,
así avanza un pueblo fuerte y numeroso;
nunca antes hubo otro como él,
ni volverá a existir después
por muchas generaciones que pasen.
Su vanguardia es fuego consumidor,
llama abrasadora su retaguardia.
Antes de su paso, era el país un paraíso;
después, todo es estepa desolada:
nada se escapa ante él.
Similar a los caballos es su aspecto,
cabalgan como si fueran jinetes.
Retumban como carros de guerra,
saltan por las cimas de los montes;
son igual que el crepitar del fuego
cuando consume el rastrojo;
igual que un pueblo poderoso
dispuesto para el combate.
Ante él tiemblan los pueblos,
palidecen todos los semblantes.
Avanzan como valientes,
cual guerreros escalan la muralla;
cada uno marcha en su fila,
sin desviarse de su trayectoria;
ninguno estorba al compañero,
avanza cada cual por su camino;
aunque caigan flechas a su alrededor,
no rompen la formación.
Invaden la ciudad,
escalan la muralla;
asaltan las casas
irrumpiendo como ladrones
a través de las ventanas.
10 En su presencia tiembla la tierra,
los cielos se estremecen,
el sol y la luna se oscurecen
y dejan de brillar las estrellas.
11 El Señor alza la voz
al frente de su ejército;
son innumerables sus tropas
y fuerte el que ejecuta su palabra.
El día del Señor es grandioso y temible:
¿quién podrá resistirlo?

Llamada al arrepentimiento

12 Ahora, pues, —oráculo del Señor—
vuélvanse hacia mí de todo corazón,
con ayuno, lágrimas y lamento.
13 Rasguen su corazón
en lugar de sus vestidos;
vuélvanse al Señor, su Dios,
que es misericordioso y compasivo,
lento para airarse y lleno de amor,
siempre dispuesto a no hacer mal.
14 Quizá se decida a no hacer daño
y a sembrar bendiciones a su paso:
ofrendas y libaciones
para el Señor, su Dios.

15 ¡Toquen la trompeta en Sión!
Decreten un ayuno,
convoquen una asamblea;
16 congreguen al pueblo,
santifiquen la asamblea,
reúnan a los ancianos,
junten a los niños,
incluso a los que aún maman;
salga de la alcoba el esposo
y la esposa de su lecho nupcial.
17 Lloren los sacerdotes
entre el atrio y el altar;
digan los servidores del Señor:
“Perdona, Señor, a tu pueblo;
no expongas tu heredad al oprobio
ni a la burla de los paganos.
Que no se diga entre los pueblos:
¿dónde está su Dios?”.

Respuesta del Señor

18 Lleno de amor por su tierra,
el Señor se compadeció de su pueblo
19 y le respondió diciendo:
Voy a enviarles trigo, vino y aceite
hasta que estén saciados;
nunca más los expondré
al oprobio de los paganos.
20 Alejaré de ustedes
al enemigo del norte
haré que se disperse
por terrenos áridos y desolados:
su vanguardia hacia el mar Oriental,
hacia el Occidental su retaguardia;
despedirá hedor y pestilencia,
porque ha hecho cosas tremendas.

21 No teman, campos de cultivo,
regocíjense y alégrense:
el Señor hará cosas grandiosas.
22 No teman, bestias del campo;
reverdecerán los matorrales de la estepa,
los árboles producirán su fruto,
darán su riqueza la vid y la higuera.
23 También ustedes, habitantes de Sión,
regocíjense y alégrense
en el Señor, su Dios,
pues les ha dado la lluvia oportuna en otoño
y derramará sobre ustedes como antaño
las lluvias de otoño y primavera.
24 Las eras se llenarán de trigo,
los lagares rebosarán de vino y aceite.

25 Los compensaré por aquellos años
en que todo lo arrasaron
la “recolectora”, la “lamedora”,
la “devoradora” y la “devastadora”,
aquel inmenso ejército
que envié contra ustedes.
26 Comerán hasta quedar saciados
y alabarán el nombre
del Señor, su Dios,
que hizo portentos con ustedes.
Y nunca jamás mi pueblo
volverá a quedar cubierto de oprobio.
27 Tendrán que reconocer así
que estoy en medio de Israel
y que yo, y ningún otro,
soy el Señor, su Dios.
Y nunca jamás mi pueblo
volverá a quedar cubierto de oprobio.

Acontecimientos anunciadores del día del Señor

Después de estos sucesos,
derramaré mi espíritu sobre todo ser humano:
los hijos e hijas de ustedes profetizarán,
soñarán sueños sus ancianos,
y sus jóvenes verán visiones.
También sobre los siervos y las siervas
derramaré mi espíritu en aquellos días.
Haré prodigios en el cielo y en la tierra:
habrá sangre, fuego y columnas de humo;
el sol se convertirá en tinieblas
y la luna se volverá roja como sangre
ante la llegada del día del Señor,
día grandioso y temible.
Pero todo el que invoque al Señor
alcanzará la salvación,
porque habrá un resto de liberados
en la montaña de Sión y en Jerusalén
según lo ha dicho el Señor:
serán los supervivientes
a quienes ha escogido el Señor.

Apocalipsis 1

Prólogo (1,1-3)

Esta es la revelación que Dios confió a Jesucristo en relación con los inminentes sucesos que era preciso poner en conocimiento de sus servidores. El ángel enviado por el Señor se la comunicó por medio de signos a Juan, su servidor. Y Juan es testigo de que todo lo que ha visto es palabra de Dios y testimonio de Jesucristo. ¡Dichoso quien lee y dichosos los que prestan atención a este mensaje profético y cumplen lo que en él está escrito! Porque la hora final está al caer.

I.— SIETE CARTAS PARA SIETE IGLESIAS (1,4—3,22)

Presentación y saludo

Juan a las siete iglesias de la provincia de Asia. Gracia y paz de parte del que es, del que era y del que está a punto de llegar; de parte de los siete espíritus que rodean su trono, y de parte de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los resucitados y el dominador de todos los reyes de la tierra.

Al que nos ama y nos ha liberado con su muerte de nuestros pecados, al que ha hecho de nosotros un reino y nos ha constituido sacerdotes para su Dios y Padre, a él la gloria y el poder por siempre. Amén.

¡Miren cómo viene entre las nubes!
Todos lo verán,
incluso quienes lo traspasaron,
y todas las naciones de la tierra
prorrumpirán en llanto por su causa.
Sí. Amén.

“Yo soy el Alfa y la Omega —dice el Señor Dios— el que es, el que era y el que está a punto de llegar, el dueño de todo”.

Visión de Cristo glorioso

Yo soy Juan, hermano de ustedes; unido a Jesús, participo con ustedes en el sufrimiento y en la espera paciente del Reino. Me hallaba desterrado en la isla de Patmos por haber proclamado la palabra de Dios y por haber dado testimonio de Jesús, 10 cuando el día del Señor caí en éxtasis y oí a mi espalda una voz poderosa, como de trompeta, 11 que ordenaba:

— Escribe en un libro todo lo que veas y envíalo a estas siete iglesias: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea.

12 Volví la cabeza para ver quién me hablaba; al volverme vi siete candeleros de oro, 13 y en medio de ellos vi una especie de figura humana, vestida con larga túnica y una banda de oro ciñéndole el pecho. 14 Los cabellos de su cabeza eran blancos como la lana blanca y como nieve; su mirada, como llama de fuego; 15 sus pies, semejantes al bronce que se está fundiendo en el horno; y su voz, como fragor de aguas caudalosas. 16 En su mano derecha tenía siete estrellas y de su boca salía una cortante espada de dos filos y su rostro era como el sol cuando brilla con todo su resplandor.

17 Apenas lo vi, caí fulminado a sus pies; pero él me tocó con su mano derecha y me dijo:

— No temas; yo soy el primero y el último. 18 Yo soy el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre y tengo en mi poder las llaves de la muerte y del abismo. 19 Escribe, pues, lo que has visto, lo que está sucediendo y lo que sucederá después. 20 En cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi mano derecha y de los siete candeleros de oro, las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias y los siete candeleros son las siete iglesias.

Salmos 128

Salmo 128 (127)

Que el Señor te bendiga

128 Cántico de peregrinación.
Feliz quien venera al Señor,
quien marcha por sus caminos.
Comerás del trabajo de tus manos,
serás feliz y te irá bien.
Será tu esposa como parra fecunda
en la intimidad de tu casa;
serán tus hijos como ramas de olivo
en torno a tu mesa.
Así será bendecido
todo el que venera al Señor:
“Que el Señor te bendiga desde Sión,
que veas la dicha de Jerusalén
todos los días de tu vida,
que veas a los hijos de tus hijos.
¡Que reine la paz en Israel!”.

Proverbios 29:18

18 Cuando no hay profecía,
el pueblo se desmanda;
dichoso el que cumple la ley.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España