The Daily Audio Bible
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Título
1 Palabra que el Señor dirigió a Oseas, hijo de Beerí, en tiempos de Ozías, Jotán, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, y en tiempo de Jeroboán, hijo de Joás, rey de Israel.
La familia del profeta, símbolo de las relaciones entre Dios y el pueblo (1,2—3,5)
La experiencia del profeta
2 Comienzo de la palabra del Señor por medio de Oseas. El Señor dijo a Oseas:
— Anda, cásate con una prostituta y engendra hijos de prostitución, porque el país se ha prostituido, apartándose del Señor.
3 Él fue y se casó con Gómer, hija de Dibláin, la cual concibió y le dio a luz un hijo. 4 Entonces el Señor le dijo:
— Ponle de nombre Jezrael porque dentro de poco pediré cuentas a la familia de Jehú por los crímenes de Jezrael y pondré fin al Reino de Israel. 5 En ese día romperé el arco de Israel en el valle de Jezrael.
6 Concibió de nuevo Gómer y dio a luz una hija. El Señor dijo a Oseas:
— Ponle de nombre Lo-Rujama —es decir, No-Amada—, porque no amaré a Israel en adelante, ni lo soportaré más. 7 Sin embargo a la casa de Judá la amaré y los salvaré por el honor del Señor su Dios. No los salvaré por medio de arco, espada o guerra, ni por medio de caballos o jinetes.
8 Apenas había destetado a Lo-Rujama cuando concibió y dio a luz otro hijo. 9 El Señor dijo:
— Ponle por nombre Lo-Ammí —No-Mi pueblo— porque ustedes no son mi pueblo, ni yo existo para ustedes.
Promesa de felicidad
2 Los israelitas serán tantos como la arena del mar que no se cuenta ni se mide. Y en aquel lugar no se los llamará más No-Mi-Pueblo, sino Hijos del Dios vivo. 2 Los hijos de Judá y los hijos de Israel se reunirán, tendrán un solo jefe y desbordarán de la tierra porque será grande el día de Jezrael. 3 Llamen a sus hermanos: “Ammí” —pueblo mío—, y a sus hermanas: “Rujama” —amada mía—.
El pueblo rompe la alianza
4 Acusen, juzguen a su madre,
porque ella no es mi mujer
y yo no soy su marido;
que aparte de su persona
los signos de su prostitución
y, de entre sus senos,
las marcas de su adulterio.
5 Si no lo hace así,
la despojaré y la dejaré desnuda,
como en el día de su nacimiento;
la dejaré como un desierto,
la convertiré en tierra reseca
y la haré morir de sed.
6 Y no amaré a sus hijos,
porque son hijos de prostitución.
7 Se ha prostituido su madre,
está cubierta de vergüenza
la que los concibió. Decía:
“Me iré detrás de mis amantes,
los que me dan pan y agua,
lana y lino, aceite y bebidas”.
8 Pues bien, voy a cerrar
con espinos su camino
y a ponerle una valla
para que no encuentre el sendero.
9 Perseguirá a sus amantes,
pero no los encontrará;
los buscará y no los hallará.
Entonces dirá:
“Volveré a mi primer marido,
pues me iba mejor antes que ahora”.
10 Ella no comprendía que era yo
quien le daba el trigo,
el vino nuevo y el aceite;
y quien le facilitaba la plata y el oro
que utilizaba para hacer baales.
11 Por eso, volveré a recoger
mi trigo a su tiempo,
mi vino nuevo en su sazón,
y le quitaré mi lana y mi lino
que le di para cubrir su desnudez.
12 Entonces descubriré su infamia
delante de sus amantes
y nadie la librará de mi mano.
13 Haré cesar toda su alegría,
sus fiestas, novilunios y sábados,
y todas sus solemnidades.
14 Devastaré su viña y su higuera
de las que decía: “Son la paga
que me dieron mis amantes”.
Las convertiré en matorral
y las devorarán las bestias del campo.
15 Le pediré cuentas por los días
dedicados a los baales,
a los que quemaba incienso.
Luego se adornaba de sortijas y collares,
corría detrás de sus amantes
y se olvidaba de mí —oráculo del Señor—.
Inicio de un cambio: hacia la restauración de la unión
16 Pero he aquí que voy a seducirla:
la llevaré al desierto
y le hablaré al corazón.
17 Le devolveré sus viñas
y haré del valle de Acor
una puerta de esperanza;
y ella me responderá allí
como en los días de su juventud,
como el día en que salió de Egipto.
18 Y ese día —oráculo del Señor—
me llamarás “marido mío”
y nunca más “baal mío”.
19 Quitaré de su boca
los nombres de los baales
y no los recordará más.
20 En aquel día estableceré
a favor de ellos un pacto
con las bestias del campo,
con las aves que surcan el cielo
y los reptiles que se arrastran por la tierra;
en el país quebraré el arco,
la espada y la guerra
para que puedan descansar seguros.
21 Te desposaré para siempre;
te desposaré en justicia y en derecho,
con amor y con ternura.
22 Te desposaré en fidelidad
y me reconocerás como Señor.
23 Aquel día —oráculo del Señor—
me dirigiré a los cielos
que darán su respuesta a la tierra;
24 y la tierra dará el trigo,
el vino nuevo y el aceite
que serán para Jezrael.
25 Estableceré a mi pueblo en la tierra.
Amaré a Lo-Rujama —la-no-amada—,
y a Lo-Ammí —no-mi-pueblo—
le diré: “Tú eres mi pueblo”
y él responderá: “Y tú mi Dios”.
Nuevo comienzo
3 El Señor me dijo:
— Vete de nuevo y ama a una mujer amada por otro y adúltera, porque así también el Señor ama a los israelitas, aunque ellos se vuelven a otros dioses y saborean los pasteles de pasas.
2 La compré, en efecto, por quince siclos de plata y una medida y media de cebada. 3 Y le dije:
— Durante mucho tiempo permanecerás conmigo sin prostituirte ni entregarte a otro hombre, y yo me portaré de la misma manera contigo. 4 Porque durante mucho tiempo los israelitas estarán sin rey ni príncipe, sin sacrificios ni estelas, sin efod ni terafim. 5 Luego, buscarán de nuevo al Señor Dios y a David, su rey, y acudirán respetuosos al Señor y a sus bienes por siempre.
La fe que vence al mundo
5 Si creemos que Jesús es el Cristo, somos hijos de Dios. Ahora bien, no es posible amar al padre sin amar también al que es hijo del mismo padre. 2 Y conocemos que estamos amando a los hijos de Dios, cuando de veras amamos a Dios cumpliendo sus mandamientos, 3 puesto que amar a Dios consiste en cumplir sus mandamientos. No se trata, por lo demás, de preceptos insoportables, 4 ya que los hijos de Dios están equipados para vencer al mundo. Nuestra fe, en efecto, es la que vence al mundo, 5 pues quien cree que Jesús es el Hijo de Dios, triunfará sobre el mundo. 6 Jesucristo ha venido con agua y sangre; no sólo con el agua, sino con el agua y la sangre. Y el Espíritu, que es la verdad, da testimonio de esto. 7 Porque los testigos son tres: 8 el Espíritu, el agua y la sangre. Y los tres están de acuerdo. 9 Nosotros aceptamos testimonios humanos; pues bien, el testimonio de Dios es mucho más digno de crédito y consiste en haber declarado a favor de su Hijo. 10 Por eso, si creemos en el Hijo de Dios, es que hemos aceptado el testimonio de Dios. Pero quien no se fía de Dios ni presta crédito al testimonio que él ha dado en favor de su Hijo, está acusando a Dios de mentiroso. 11 Y lo que se testifica es que Dios nos ha dado la vida eterna y que esa vida está en su Hijo. 12 Quien vive unido al Hijo, tiene la vida; quien no vive unido al Hijo de Dios, no tiene la vida.
Conclusión (5,13-21)
Vida y muerte eternas
13 A ustedes, los que creen en el Hijo de Dios, les he escrito todo esto para hacerles saber que poseen la vida eterna. 14 Tenemos plena confianza en que, si algo pedimos a Dios tal y como él quiere, nos atenderá. 15 Y si estamos seguros de que Dios siempre nos atiende, lo estamos también de conseguir lo que le pedimos.
16 Hay hermanos que cometen pecados que no llevan a la muerte. Debemos orar por ellos para que Dios les dé la vida. Pero sólo si se trata de pecados que no llevan a la muerte. En cambio, no mando rogar por quien comete el pecado que lleva a la muerte. 17 Cierto que toda mala conducta es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte.
El Hijo de Dios nos protege
18 En cuanto a nosotros, sabemos que todos los que han nacido de Dios no siguen pecando, pues el Hijo de Dios los protege y los mantiene lejos del alcance del maligno. 19 Sabemos también que somos de Dios, mientras que el mundo entero está sometido al maligno. 20 Sabemos, en fin, que el Hijo de Dios ha venido y ha iluminado nuestras mentes para que conozcamos al Verdadero. Y nosotros estamos unidos al Verdadero y a su Hijo Jesucristo, que es Dios verdadero y vida eterna. 21 Hijos míos, manténganse alejados de la idolatría.
Salmo 124 (123)
El Señor es nuestro auxilio
124 Cántico de peregrinación. De David.
Si el Señor no hubiese estado con nosotros,
—Israel es testigo—,
2 si el Señor no hubiese estado con nosotros
cuando los demás nos atacaban,
3 nos habrían devorado vivos
al estallar su ira contra nosotros;
4 nos habrían anegado las aguas,
una riada nos habría cubierto,
5 nos habrían cubierto
las impetuosas aguas.
6 ¡Bendito sea el Señor
que nos liberó de sus fauces!
7 Escapamos como el pájaro
de la trampa que le tienden:
se rompió la trampa y escapamos.
8 Nuestro auxilio es el nombre del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.
5 Persona que halaga a su prójimo
tiende una trampa ante sus pies.
6 El delito es la trampa del malhechor,
el justo da gritos de alegría.
7 El justo respeta los derechos del pobre,
el malvado ni siquiera los conoce.
8 Los provocadores agitan la ciudad,
los sensatos calman los ánimos.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España