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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Jueces 2

El ángel del Señor anuncia desgracias a Israel

El ángel del Señor subió de Guilgal a Betel y dijo:

— Yo los saqué de Egipto, los traje a la tierra que había prometido con juramento a sus antepasados y les dije: “No romperé jamás mi alianza con ustedes; por su parte, no harán alianza con los habitantes de este país y destruirán sus altares”. Pero ustedes no han escuchado mi voz. ¿Por qué han obrado así? Por eso no los expulsaré ante ustedes; ellos serán sus opresores, y los dioses de ellos una trampa para ustedes.

Apenas el ángel del Señor dijo estas palabras a todos los israelitas, el pueblo se puso a llorar a gritos. Así que llamaron a aquel lugar Bokín. Y ofrecieron allí sacrificios al Señor.

II.— HISTORIAS DE LOS “JUECES” (2,6—16,31)

Interpretación religiosa programática

Josué despidió al pueblo, y los israelitas se volvieron cada uno a su heredad para tomar posesión de ella. El pueblo sirvió al Señor mientras vivieron Josué y los ancianos que le sobrevivieron y que habían sido testigos de todas las grandes hazañas que el Señor había hecho en favor de Israel. Pero Josué, hijo de Nun, siervo del Señor, murió a la edad de ciento diez años. Lo enterraron en el término de su heredad, en Timná Séraj, en la montaña de Efraín, al norte del monte Gaas. 10 También aquella generación fue a reunirse con sus antepasados y surgió otra generación que no conocía al Señor ni lo que había hecho por Israel.

11 Entonces los israelitas hicieron lo que desagrada al Señor: dieron culto a los Baales; 12 abandonaron al Señor, el Dios de sus antepasados, que los había sacado de Egipto, y siguieron a otros dioses de los pueblos de alrededor; se postraron ante ellos e irritaron al Señor. 13 Dejaron al Señor y dieron culto a Baal y a las Astartés. 14 Entonces se encolerizó el Señor contra Israel y los entregó en manos de salteadores que los saqueaban; los dejó a merced de los enemigos de alrededor y no pudieron ya resistir ante ellos. 15 En todas sus campañas el Señor se les ponía en contra haciendo que fracasaran tal como el Señor se lo tenía dicho y jurado. Los puso así en gran aprieto.

16 Pero entonces el Señor hacía surgir jueces que los ponían a salvo de quienes los saqueaban. 17 Sin embargo, tampoco hicieron caso de esos jueces. Dieron culto a otros dioses y se postraron ante ellos. Se desviaban en seguida del camino seguido por sus padres que habían sido dóciles a los mandamientos del Señor y no los imitaban.

18 Cuando el Señor les suscitaba jueces, el Señor asistía al juez y, mientras este vivía, estaban a salvo de sus enemigos, porque el Señor se compadecía de los gemidos que proferían ante los que los maltrataban y oprimían. 19 Pero en cuanto moría el juez, volvían a corromperse más todavía que sus padres e iban detrás de otros dioses, dándoles culto, postrándose ante ellos y siguiendo en todo las prácticas y la conducta obstinada de sus padres. 20 Así que el Señor se encolerizó con el pueblo israelita y dijo:

— Ya que este pueblo ha quebrantado la alianza que sellé con sus antepasados y no ha escuchado mi voz, 21 tampoco yo seguiré expulsando ante ellos a ninguno de los pueblos que Josué al morir dejó sin conquistar.

22 El Señor quería poner a prueba con esos pueblos a los israelitas, a ver si seguían o no los caminos del Señor, como los habían seguido sus antepasados. 23 Por eso el Señor no se metió con aquellos pueblos, y no los expulsó en seguida, ni los entregó en manos de Josué.

Hechos 6

Elección de los siete

Por entonces, al crecer extraordinariamente el número de los discípulos, surgió un conflicto entre los creyentes de procedencia griega y los de origen hebreo. Aquellos se quejaban de que estos últimos no atendían debidamente a las viudas de su grupo cuando distribuían el sustento diario. Los doce apóstoles reunieron entonces al conjunto de los discípulos y les dijeron:

— No conviene que nosotros dejemos de proclamar el mensaje de Dios para ocuparnos en servir a las mesas. Por tanto, hermanos, escojan entre ustedes a siete hombres de buena reputación, que estén llenos de Espíritu Santo y de sabiduría, y les encomendaremos esta misión. Así podremos nosotros dedicarnos a la oración y a la proclamación del mensaje.

Toda la comunidad aceptó de buen grado esta propuesta, y escogieron a Esteban, hombre lleno de fe y del Espíritu Santo, y a Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás, un prosélito de Antioquía. Los presentaron a los apóstoles, quienes, haciendo oración por ellos, les impusieron las manos.

El mensaje de Dios se extendía y el número de discípulos aumentaba considerablemente en Jerusalén. Incluso fueron muchos los sacerdotes que abrazaron la fe.

Detención de Esteban

El favor y el poder de Dios estaban plenamente con Esteban, que realizaba milagros y prodigios entre el pueblo. Pero unos miembros de la sinagoga llamada “de los libertos”, a la que pertenecían también oriundos de Cirene y Alejandría, así como de Cilicia y de la provincia de Asia, empezaron a discutir con él. 10 Al no poder hacer frente a la sabiduría y al espíritu con que se expresaba, 11 sobornaron a unos individuos para que manifestaran que le habían oído pronunciar blasfemias contra Moisés y contra Dios. 12 De este modo consiguieron soliviantar al pueblo, a los ancianos y a los maestros de la ley, los cuales, saliendo al encuentro de Esteban, lo apresaron y lo condujeron ante el Consejo Supremo. 13 Al mismo tiempo presentaron testigos falsos que declararon:

— Este hombre está siempre hablando contra este santo lugar y contra la ley. 14 Le hemos oído decir que el tal Jesús de Nazaret va a destruirlo y a cambiar las tradiciones que nos legó Moisés.

15 Todos los presentes en el Consejo fijaron entonces sus ojos en Esteban y vieron que su rostro parecía el de un ángel.

Jeremías 15

15 Me dijo el Señor:

— Aunque se presentaran ante mí Moisés y Samuel, no me sentiría bien dispuesto hacia este pueblo. Échalos de mi presencia y que salgan. Y si te preguntan adónde han de salir, les dices: Así dice el Señor:

El destinado a la muerte, a la muerte;
el destinado a la espada, a la espada;
el destinado al hambre, al hambre;
el destinado al destierro, al destierro.

Les enviaré cuatro destructores —oráculo del Señor—: la espada para matar, los perros para despedazar, las aves del cielo y las bestias de la tierra para devorar y destrozar. Los pondré como escarmiento de todos los reinos de la tierra, por culpa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá; por lo que hizo en Jerusalén.

¿Quién te va a compadecer, Jerusalén?
¿Quién plañirá por ti?
¿Quién dará un rodeo
para interesarse por tu bienestar?
Fuiste tú quien me rechazaste
—oráculo del Señor—,
tú quien me diste la espalda;
por eso alargué mi mano para aniquilarte,
cansado ya de compadecerte.
Los aventé con el bieldo
por las ciudades del país;
dejé a mi pueblo sin hijos,
lo destruí por completo,
pero no cambiaron de conducta.
Aumenté el número de sus viudas
más que las arenas del mar;
contra las madres con hijos jóvenes
traje devastadores en pleno mediodía;
precipité sobre ellas de repente
pánico y turbación.
La que ha parido siete hijos
desfallece exhalando suspiros;
se pone para ella el sol en pleno día,
está desconcertada y confusa.
El resto lo entregaré a la espada
como presa para sus enemigos
—oráculo del Señor—.

Segunda confesión de Jeremías

10 ¡Ay de mí, madre mía,
pues me has engendrado
para pleitear y discutir por todo el país!
Ni he prestado ni me han prestado,
y en cambio todos me maldicen.
11 Dijo el Señor:
¿No te he fortalecido para bien?
¿No he intervenido en tu favor
cuando el enemigo te causaba
desgracias y peligros?
12 ¿Puede romperse el hierro,
el hierro del norte y el bronce?
13 Voy a entregar al pillaje
tu riqueza y tus tesoros
por los pecados que has cometido
en todo tu territorio.
14 Haré que sirvas a tus enemigos
en un país desconocido,
pues mi cólera arde como fuego
y va a prender en ustedes.
15 Tú lo sabes, Señor:
No me olvides y ocúpate de mí,
véngame de quienes me persiguen.
No descargues mucho tiempo tu ira sobre mí,
ya sabes que soporto oprobios por ti.
16 Si encontraba tus palabras las devoraba:
tus palabras me servían de gozo,
eran la alegría de mi corazón.
¡Yo era reconocido por tu nombre:
Señor, Dios del universo!
17 Nunca andaba entre la gente
amiga de la juerga y del disfrute;
me obligabas a andar solo,
pues me habías llenado de furor.
18 ¿Por qué dura tanto mi dolor
y mi herida se vuelve incurable,
imposible de sanar?
Te me has vuelto cauce engañoso,
cuyas aguas son inconstantes.
19 Por eso, así dice el Señor:
Si vuelves, te dejaré volver
y estarás a mi servicio;
si quitas la escoria del metal,
yo hablaré por tu boca.
Ellos volverán a ti,
pero no vuelvas tú a ellos.
20 Haré que seas para este pueblo
muralla de bronce inexpugnable.
Lucharán contra ti,
pero no te vencerán,
pues yo estoy contigo
para ayudarte y salvarte
—oráculo del Señor—.
21 Te salvaré de manos de los malvados,
te rescataré del puño de los violentos.

Marcos 1

I.— COMIENZOS DEL MINISTERIO DE JESÚS (1,1-13)

Título

Principio de la buena noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios.

Predicación de Juan el Bautista (Mt 3,1-12; Lc 3,1-9.15-17; Jn 1,19-28)

Así está escrito en el libro del profeta Isaías:

Mira, yo envío mi mensajero delante de ti
para que te prepare el camino.
Se oye una voz:
alguien clama en el desierto:
“¡Preparen el camino del Señor;
abran sendas rectas para él!”.

Juan el Bautista se presentó en el desierto proclamando que la gente se bautizara como señal de conversión para recibir el perdón de los pecados. La región entera de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, confesaban sus pecados y Juan los bautizaba en las aguas del Jordán. Juan iba vestido de pelo de camello, llevaba un cinturón de cuero y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y lo que proclamaba era esto:

— Después de mí viene uno que es más poderoso que yo. Yo ni siquiera soy digno de agacharme para desatar las correas de sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los bautizará con Espíritu Santo.

Bautismo de Jesús (Mt 3,13-17; Lc 3,21-22)

Por aquellos días llegó Jesús procedente de Nazaret de Galilea, y Juan lo bautizó en el Jordán. 10 En el instante mismo de salir del agua, vio Jesús que el cielo se abría y que el Espíritu descendía sobre él como una paloma. 11 Y se oyó una voz proveniente del cielo:

— Tú eres mi Hijo amado; en ti me complazco.

12 Acto seguido el Espíritu impulsó a Jesús a ir al desierto 13 donde Satanás lo puso a prueba durante cuarenta días. Vivía entre animales salvajes y era atendido por los ángeles.

II.— REVELACIÓN PROGRESIVA DEL MESÍAS (1,14—8,30)

Predicación inaugural (Mt 4,12-17; Lc 4,14-15)

14 Después que Juan fue encarcelado, Jesús se dirigió a Galilea, a predicar la buena noticia de Dios. 15 Decía:

— El tiempo se ha cumplido y ya está cerca el reino de Dios. Conviértanse y crean en la buena noticia.

Jesús llama a los cuatro primeros discípulos (Mt 4,18-22; Lc 5,1-11)

16 Iba Jesús caminando por la orilla del lago de Galilea, cuando vio a Simón y Andrés. Eran pescadores y estaban echando la red en el lago. 17 Jesús les dijo:

— Vengan conmigo y los haré pescadores de hombres.

18 Ellos dejaron al punto sus redes y se fueron con él.

19 Un poco más adelante vio a Santiago, el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca reparando las redes. 20 Los llamó también, y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca junto con los trabajadores contratados, se fueron en pos de él.

Curación de un endemoniado (Lc 4,31-37)

21 Se dirigieron a Cafarnaún y, cuando llegó el sábado, Jesús entró en la sinagoga y se puso a enseñar. 22 Todos quedaban impresionados por sus enseñanzas, porque los enseñaba como quien tiene autoridad y no como los maestros de la ley. 23 Estaba allí, en la sinagoga un hombre poseído por un espíritu impuro, que gritaba:

24 — ¡Jesús de Nazaret, déjanos en paz! ¿Has venido a destruirnos? ¡Te conozco bien: tú eres el Santo de Dios!

25 Jesús lo increpó, diciéndole:

— ¡Cállate y sal de él!

26 El espíritu impuro, sacudiéndolo violentamente y dando un gran alarido, salió de él. 27 Todos quedaron asombrados hasta el punto de preguntarse unos a otros:

— ¿Qué está pasando aquí? Es una nueva enseñanza, llena de autoridad. Además, este hombre da órdenes a los espíritus impuros, y lo obedecen.

28 Y muy pronto se extendió la fama de Jesús por todas partes en la región entera de Galilea.

Curación de la suegra de Pedro (Mt 8,14-15; Lc 4,38-39)

29 Al salir de la sinagoga, Jesús fue a casa de Simón y Andrés, acompañado también por Santiago y Juan. 30 Le dijeron que la suegra de Simón estaba en cama, con fiebre. 31 Él entonces se acercó, la tomó de la mano e hizo que se levantara. Al instante le desapareció la fiebre y se puso a atenderlos.

Otras curaciones (Mt 8,16-17; Lc 4,40-41)

32 Al anochecer, cuando ya el sol se había puesto, le llevaron todos los enfermos y poseídos por demonios. 33 Toda la gente de la ciudad se apiñaba a la puerta, 34 y Jesús curó a muchos que padecían diversas enfermedades y expulsó muchos demonios; pero a los demonios no les permitía que hablaran de él, porque lo conocían.

Jesús recorre los pueblos de Galilea (Lc 4,42-44)

35 De madrugada, antes de amanecer, Jesús se levantó y, saliendo de la ciudad, se dirigió a un lugar apartado a orar. 36 Simón y los que estaban con él fueron en su busca 37 y, cuando lo encontraron, le dijeron:

— Todos están buscándote.

38 Jesús les contestó:

— Vayamos a otra parte, a las aldeas cercanas, para proclamar también allí el mensaje, pues para eso he venido. 39 Así recorrió toda Galilea proclamando el mensaje en las sinagogas y expulsando demonios.

Curación de un leproso (Mt 8,2-4; Lc 5,12-16)

40 Se acercó entonces a Jesús un leproso y, poniéndose de rodillas, le suplicó:

— Si quieres, puedes limpiarme de mi enfermedad.

41 Jesús, conmovido, extendió la mano, lo tocó y le dijo:

— Quiero. Queda limpio.

42 Al instante le desapareció la lepra y quedó limpio. 43 Acto seguido Jesús lo despidió con tono severo 44 y le encargó:

— Mira, no le cuentes esto a nadie, sino ve, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda prescrita al efecto por Moisés. Así todos tendrán evidencia de tu curación.

45 Pero él, en cuanto se fue, comenzó a proclamar sin reservas lo ocurrido; y como la noticia se extendió con rapidez, Jesús ya no podía entrar libremente en ninguna población, sino que debía permanecer fuera, en lugares apartados. Sin embargo, la gente acudía a él de todas partes.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España