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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Josué 20-21

Ciudades de asilo

20 El Señor dijo a Josué:

— Manda a los israelitas que señalen las ciudades de asilo, de las que yo les hablé por medio de Moisés. En ellas podrá refugiarse el homicida que haya matado a alguien involuntariamente; esas ciudades le servirán de asilo para escapar del vengador de la sangre. El homicida huirá a una de esas ciudades: se detendrá a la entrada de la puerta de la ciudad y expondrá su caso a los ancianos de la ciudad. Estos lo admitirán en su ciudad y le asignarán una casa para que habite con ellos. Si el vengador de la sangre lo persigue, no lo entregarán al homicida, pues ha herido a su prójimo involuntariamente y sin tenerle odio con anterioridad. El homicida permanecerá en esa ciudad hasta que comparezca en juicio ante la comunidad y hasta la muerte del sumo sacerdote que en aquel momento esté en ejercicio. Entonces el homicida podrá regresar a su ciudad y a su casa, a la ciudad de la que huyó.

Los israelitas designaron como ciudades sagradas: Cadés en Galilea, en la montaña de Neftalí; Siquén, en la montaña de Efraín; Quiriat Arbá, o sea Hebrón, en la montaña de Judá. En Transjordania, al este de Jericó, señalaron: Béser, en la llanura desértica de la tribu de Rubén; Ramot Galaad, en el territorio de la tribu de Gad, y Golán en Basán, en el territorio de la tribu de Manasés.

Estas son las ciudades señaladas para todos los israelitas, así como para los extranjeros que vivan entre ellos, para que pueda refugiarse en ellas cualquiera que haya matado a alguien involuntariamente; así no morirá a manos del vengador de la sangre antes de haber comparecido ante la comunidad.

Ciudades levíticas

21 Los cabezas de familia de los levitas se presentaron al sacerdote Eleazar, a Josué, hijo de Nun, y a los cabezas de familia de las tribus de Israel, en Siló, en el país de Canaán, y les dijeron:

— El Señor ordenó, por medio de Moisés, que se nos proporcionaran ciudades donde residir, con lugares de pasto para nuestro ganado.

Los israelitas, atendiendo el mandato del Señor, proporcionaron a los levitas, de su propia heredad, las siguientes ciudades con sus correspondientes lugares de pasto.

Hecho el sorteo para los clanes de Queat, correspondieron a una parte de estos levitas, descendientes del sacerdote Aarón, trece ciudades de las tribus de Judá, Simeón y Benjamín. A los restantes hijos de Queat, por clanes, les correspondieron diez ciudades de las tribus de Efraín, de Dan y de media tribu de Manasés. A los hijos de Guersón, por clanes, les correspondieron trece ciudades de las tribus de Isacar, Aser, Neftalí y de la otra media tribu de Manasés, en Basán. A los hijos de Merarí, por clanes, les correspondieron doce ciudades de las tribus de Rubén, Gad y Zabulón.

Y estas fueron las ciudades que, con sus correspondientes lugares de pasto, los israelitas asignaron a los levitas por sorteo, tal como el Señor había ordenado por medio de Moisés:

De la tribu de Judá y de la tribu de Simeón les asignaron las ciudades que se nombran a continuación. 10 A los descendientes de Aarón pertenecientes al clan de Queat, hijo de Leví, les correspondió la primera suerte, 11 a saber: Quiriat Arbá (ciudad del padre de Anac), o sea Hebrón, en la montaña de Judá, con los correspondientes lugares de pasto, 12 si bien la campiña de esta ciudad con sus aldeas se la habían dado en propiedad a Caleb, hijo de Jefuné. 13 Además de Hebrón (que era ciudad de asilo para los homicidas) con sus correspondientes lugares de pasto, se asignaron a los descendientes de Aarón: Libná, 14 Jatir, Estemoa, 15 Jolón, Debir, 16 Asán, Jutá y Bet Semes, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto: un total de nueve ciudades pertenecientes a esas dos tribus. 17 De la tribu de Benjamín les asignaron las ciudades de Gabaón, Gueba, 18 Anatot y Almón, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto: un total de cuatro ciudades. 19 El total de ciudades asignadas a los sacerdotes descendientes de Aarón fue de trece con sus correspondientes lugares de pasto.

20 A los otros clanes queatitas (los restantes levitas descendientes de Queat), les correspondieron en suerte ciudades de la tribu de Efraín. 21 Como ciudad de asilo para los homicidas, se les asignó Siquén, en la montaña de Efraín, con sus correspondientes lugares de pasto. Además, les correspondieron: Guécer, 22 Quibsáin y Bet Jorón con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 23 De la tribu de Dan les correspondieron: Eltequé, Guibetón, 24 Ayalón y Gat Rimón con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 25 De media tribu de Manasés les correspondieron: Tanac y Jibleán con sus correspondientes lugares de pasto; un total de dos ciudades. 26 El total de ciudades para los restantes clanes de los descendientes de Queat fue de diez con sus correspondientes lugares de pasto. 27 A los clanes levíticos de los descendientes de Guersón, les asignaron, dentro del territorio de la otra media tribu de Manasés en la región de Basán, las ciudades de Golán (esta como ciudad de asilo para los homicidas) y de Astarot, ambas con sus correspondientes lugares de pasto; un total de dos ciudades. 28 De la tribu de Isacar, les asignaron Quisyón, Daberat, 29 Jarmut y En Ganín con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 30 De la tribu de Aser, les asignaron Misal, Abdón, 31 Jelcat y Rejob, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 32 De la tribu de Neftalí, les asignaron Cadés de Galilea, como ciudad de asilo para los homicidas, y además Jamot Dor y Racat con sus correspondientes lugares de pasto; un total de tres ciudades. 33 El total de ciudades asignadas a los guersonitas, por clanes, fue de trece, con sus correspondientes lugares de pasto.

34 A los clanes de los descendientes de Merarí, es decir, al resto de los levitas, les asignaron: en el territorio de la tribu de Zabulón, las ciudades de Joqneán, Cartá, 35 Rimón y Nahalal, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 36 En el territorio de la tribu de Rubén, al otro lado del Jordán, les asignaron como ciudad de asilo para los homicidas, Béser con sus correspondientes lugares de pasto, situada en la meseta desértica. Y además Jasá, 37 Quedemot y Mefat con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 38 En el territorio de la tribu de Gad, les asignaron Ramot de Galaad como ciudad de asilo para los homicidas; y además Majanáin, 39 Jesbón y Jacer, todas ellas con sus correspondientes lugares de pasto; un total de cuatro ciudades. 40 El total de ciudades asignadas por suerte a los clanes de los descendientes de Merarí, es decir, al resto de los clanes levíticos, fue de doce ciudades.

41 Así pues, las ciudades asignadas a los levitas en medio de la propiedad de los israelitas, fueron en total cuarenta y ocho con sus correspondientes lugares de pasto. 42 Cada una de las ciudades comprendía la ciudad y los pastos circundantes. Así ocurría en todas las ciudades mencionadas.

Conclusión del reparto

43 El Señor dio a Israel toda la tierra que había jurado dar a sus antepasados. Los israelitas la ocuparon y se establecieron en ella. 44 El Señor les concedió paz en todo su territorio, tal como había jurado a sus antepasados. Ninguno de sus enemigos pudo hacerles frente, pues el Señor puso a todos ellos en manos de Israel. 45 Ninguna de las magníficas promesas que el Señor había hecho a la casa de Israel falló. Todas se cumplieron.

Hechos 1

Introducción (1,1-26)

La promesa del Espíritu Santo

Querido Teófilo: En mi primer libro me ocupé de lo que hizo y enseñó Jesús desde sus comienzos hasta el día en que subió al cielo, una vez que, bajo la acción del Espíritu Santo, dio las oportunas instrucciones a los apóstoles que había elegido. A estos mismos apóstoles se presentó después de su muerte y les dio pruebas abundantes de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.

Con ocasión de una comida que tuvo con ellos, les ordenó:

— No se marchen de Jerusalén; esperen a que el Padre cumpla la promesa de que les hablé; porque Juan bautizaba con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días.

La ascensión de Jesús

Los que lo acompañaban le preguntaron:

— Señor, ¿vas a restablecer ahora el reino de Israel?

Jesús les contestó:

— No es cosa de ustedes saber la fecha o el momento que el Padre se ha reservado fijar. Ustedes recibirán la fuerza del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes y los capacitará para que den testimonio de mí en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta el último rincón de la tierra.

Y, dicho esto, lo vieron elevarse, hasta que una nube lo arrebató de su vista. 10 Estaban aún contemplando sin pestañear cómo se alejaba en el cielo, cuando dos personajes vestidos de blanco se presentaron ante ellos 11 y les dijeron:

— Galileos, ¿qué hacen ahí plantados mirando al cielo? Estén seguros de que el mismo Jesús que ha sido arrebatado de junto a ustedes para subir al cielo, igual que lo han visto ir al cielo, volverá.

Elección del sucesor de Judas

12 Regresaron entonces a Jerusalén desde el llamado monte de los Olivos, lugar cercano a la ciudad, de la que distaba el trayecto que se permitía recorrer en sábado. 13 Cuando llegaron, subieron al piso en que se alojaban; eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Santiago hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas, hijo de Santiago. 14 Todos estos, junto con las mujeres, con María la madre de Jesús y con los hermanos de este, oraban constantemente en íntima armonía. 15 Uno de aquellos días, Pedro, puesto en pie en medio de los hermanos, que formaban un grupo de unas ciento veinte personas, habló como sigue:

16 — Hermanos, tenía que cumplirse lo que el Espíritu Santo anunció de antemano en la Escritura por medio de David, referente a Judas, el guía de los que detuvieron a Jesús. 17 Era uno de los nuestros y había tomado parte en nuestra tarea. 18 Pero después, con el producto de su delito, compró un campo, se tiró de cabeza desde lo alto y reventó por medio, desparramándose todas sus entrañas. 19 Este suceso se divulgó entre todos los habitantes de Jerusalén, por lo cual llamaron a aquel lugar, en su propio idioma, Hacéldama, es decir “campo de sangre”. 20 Todo esto está escrito en el libro de los Salmos:

Que su mansión se vuelva un desierto
y no haya quien habite en ella.

Y también:

Que otro ocupe su cargo.

21 Se impone, por tanto, que alguno de los hombres que nos acompañaron durante todo el tiempo en que Jesús, el Señor, se encontraba entre nosotros, 22 desde los días en que Juan bautizaba hasta que fue arrebatado de nuestro lado, se agregue a nuestro grupo para ser con nosotros testigo de su resurrección.

23 Así que propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, y apodado "el Justo", y a Matías. 24 Luego hicieron esta oración: “Señor, tú que conoces a todos en lo íntimo de su ser, manifiesta a cuál de estos dos has escogido 25 para que ocupe, en este ministerio apostólico, el puesto del que renegó Judas para irse al lugar que le correspondía”. 26 A continuación echaron suertes, y le tocó a Matías, quien fue agregado al grupo de los otros once apóstoles.

Jeremías 10

Los ídolos y el Dios verdadero

10 Escuchen, israelitas, la palabra que les dirige el Señor. Así dice el Señor:

No aprendan las mañas de los paganos,
no los asusten los signos celestes;
que sean los paganos quienes se asusten.
Los ritos de esos pueblos son pura insensatez:
se tala un árbol en el bosque,
lo trabaja el artesano con la gubia;
lo recubren con oro y con plata,
lo asegura con clavos y martillo,
de modo que no se tambalee.
Igual que espantajos de melonar,
son incapaces de hablar;
tienen que ser transportados,
son incapaces de andar.
No los teman, pues no pueden hacer mal,
aunque tampoco aportan beneficios.
¡Nadie, Señor, tan grande como tú!
¡Qué grande y qué poderoso es tu nombre!
¿Quién no te respetará,
rey de las naciones?
Es algo que tú mereces,
pues entre todos los sabios
y todos los reyes paganos,
nadie hay como tú.
Son todos necios e insensatos,
educados por ídolos de madera
hechos con plata refinada de Tarsis,
con oro traído de Ofir;
ídolos hechos por orfebres y fundidores,
vestidos de púrpura y de grana;
todos son obra de artesanos.
10 Pero el Señor, Dios verdadero,
es un Dios vivo, rey eterno;
su cólera zarandea la tierra,
los paganos no aguantan su ira.

11 [Por eso ustedes les dirán: Los dioses que no han hecho cielo y tierra desaparecerán de la tierra y bajo el cielo].

12 Él hizo la tierra con su poder,
estableció el orbe con su sabiduría,
desplegó el cielo con su inteligencia.
13 Cuando él alza la voz
retumban las aguas del cielo,
hace subir las nubes
desde el confín de la tierra;
con los rayos provoca la lluvia
y saca de sus depósitos el viento.
14 Se embrutece quien se fía de su ciencia,
el orfebre se avergüenza del ídolo que ha hecho:
sus imágenes son mentira, sin espíritu;
15 son frustrantes, obras engañosas,
desaparecerán el día del castigo.
16 No es así la porción de Jacob,
pues él ha creado todo;
Israel es tribu de su propiedad,
se llama Señor del universo.

Sufrimiento vicario

17 Saca tus enseres de casa,
tú que vives asediada,
18 pues así dice el Señor:
Esta vez voy a expulsar con honda
a todos los habitantes del país;
voy a hostigarlos de tal modo
que no les permitiré escapar.
19 ¡Ay de mí, qué desastre,
es muy grave mi herida!
Y eso que yo me decía:
“Es un mal que puedo aguantar”.
20 Mi tienda destrozada,
las cuerdas arrancadas;
mis hijos se me han ido,
ya no los tengo conmigo.
Ya no hay quien monte mi tienda
ni quien levante las lonas.
21 Los pastores perdieron el juicio,
ya no consultan al Señor;
no son competentes
y se ha dispersado su rebaño.
22 Corre la noticia: “Ahí llega
un estruendo imponente desde el norte,
que convertirá a las ciudades de Judá
en desolación, en cueva de chacales”.
23 Ya sé, Señor, que la persona
no es dueña de su conducta;
que no es dueño el caminante
de ir regulando sus pasos.
24 Corrígeme, Señor, pero hazlo con medida,
si no tu cólera acabaría conmigo.
25 Derrama tu ira sobre las naciones
que no te reconocen;
derrámala también sobre los pueblos
que no invocan tu nombre.
Pues han devorado a Jacob,
lo han devorado y consumido,
y han asolado su morada.

Mateo 24

Jesús predice la destrucción del Templo (Mc 13,1-2; Lc 21,5-6)

24 Jesús salió del Templo, y cuando ya se iba, sus discípulos se acercaron a él para hacerle admirar las construcciones del Templo. Pero él les dijo:

— ¿Ven todo esto? Pues les aseguro que aquí no va a quedar piedra sobre piedra. ¡Todo será destruido!

Los signos del fin del mundo (Mc 13,3-13; Lc 21,7-17)

Estaba Jesús sentado en la ladera del monte de los Olivos cuando se le acercaron aparte los discípulos para preguntarle:

— Dinos, ¿cuándo sucederá todo esto? ¿Cómo sabremos que tu venida está cerca y que el fin del mundo se aproxima?

Jesús les contestó:

— Tengan cuidado de que nadie los engañe. Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: “Yo soy el Mesías”, y engañarán a mucha gente. Llegarán a oídos de ustedes noticias de guerras y rumores de conflictos bélicos. No se alarmen, pues, aunque todo esto tenga que suceder, todavía no será el fin. Se levantarán unas naciones contra otras, y unos reinos contra otros, y por todas partes habrá hambres y terremotos. Pero todas estas calamidades serán sólo el principio de los males que han de sobrevenir.

En aquellos días a ustedes los maltratarán y matarán. Todo el mundo los odiará por causa de mí. 10 Serán días en que la fe de muchos correrá peligro, mientras otros se traicionarán y se odiarán mutuamente. 11 Aparecerán por todas partes falsos profetas, que engañarán a muchos. 12 La maldad reinante será tanta que el amor de mucha gente se enfriará. 13 Pero el que se mantenga firme hasta el fin, ese se salvará. 14 Y esta buena noticia del reino se anunciará por todo el mundo, para que todas las naciones la conozcan. Entonces llegará el fin.

La gran tribulación (Mc 13,14-23; Lc 21,20-24)

15 Cuando vean ustedes que en el lugar santo se instala el ídolo abominable de la destrucción anunciado por el profeta Daniel (medite en esto el que lo lea), 16 entonces los que estén en Judea huyan a las montañas; 17 el que esté en la azotea no baje a la casa a recoger ninguna de sus cosas, 18 y el que esté en el campo no regrese ni siquiera a recoger su manto. 19 ¡Ay de las mujeres embarazadas y de las que en esos días estén criando! 20 Oren para que cuando tengan que huir no sea ni invierno ni sábado, 21 porque habrá entonces tanto sufrimiento como no lo ha habido desde que el mundo existe ni volverá a haberlo jamás. 22 Si Dios no acortara ese tiempo, nadie podría salvarse. Pero él lo abreviará por causa de los elegidos.

23 Si alguien les dice entonces: “Miren, aquí está el Mesías”, o bien: “Miren, está allí”, no lo crean. 24 Porque aparecerán falsos mesías y falsos profetas, que harán grandes señales milagrosas y prodigios con objeto de engañar, si fuera posible, incluso a los que Dios ha elegido. 25 Miren que se lo advierto de antemano. 26 Así que si alguien les dice: “El Mesías está en el desierto”, no vayan allí; y si les dice: “Está escondido en lo más secreto de la casa”, no lo crean. 27 Pues como un relámpago brilla en oriente y su resplandor se deja ver hasta occidente, así será la venida del Hijo del hombre. 28 ¡Donde esté el cadáver, allí se juntarán los buitres!

La venida del Hijo del hombre (Mc 13,24-27; Lc 21,25-28)

29 En cuanto hayan pasado los sufrimientos de aquellos días, el sol se oscurecerá y la luna perderá su brillo; las estrellas caerán del cielo y las fuerzas celestes se estremecerán. 30 Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre, y todos los pueblos del mundo llorarán al ver que viene el Hijo del hombre sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. 31 Y él enviará a sus ángeles para que a toque de trompeta convoquen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del cielo.

El ejemplo de la higuera (Mc 13,28-31; Lc 21,29-33)

32 Fíjense en el ejemplo de la higuera: cuando ustedes ven que sus ramas se ponen tiernas y comienzan a brotarles las hojas, conocen que el verano se acerca. 33 Pues de la misma manera, cuando vean todo esto que les anuncio, sepan que el fin está cerca, a las puertas. 34 Les aseguro que no pasará la actual generación sin que todo esto acontezca. 35 El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Invitación a la vigilancia (Mc 13,32-37; Lc 17,26-30.34-36)

36 En cuanto al día y la hora, nadie sabe nada, ni los ángeles del cielo ni el Hijo; solamente el Padre lo sabe.

37 La venida del Hijo del hombre puede compararse a lo que sucedió en tiempos de Noé. 38 Porque en los días anteriores al diluvio y hasta el momento en que Noé entró en el arca, la gente no dejó de comer, beber y de casarse. 39 Nadie llegó a sospechar nada hasta que el diluvio los barrió a todos. Lo mismo será cuando venga el Hijo del hombre. 40 Dos hombres estarán entonces trabajando en el campo; a uno se lo llevarán y dejarán al otro. 41 Dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y dejarán a la otra. 42 Esten, pues, vigilantes ya que no saben en qué día vendrá el Señor. 43 Piensen que si el amo de la casa supiera a qué hora va a llegar el ladrón, vigilaría para impedir que le perforen la casa. 44 Así pues, estén también ustedes preparados, porque cuando menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre.

Fidelidad en el servicio (Lc 12,41-48)

45 Pórtense como el criado fiel e inteligente a quien su amo pone al frente de la servidumbre para que les tenga la comida dispuesta a su hora. 46 ¡Feliz aquel criado a quien su amo, al llegar, encuentre cumpliendo con su deber! 47 Les aseguro que le confiará el cuidado de toda su hacienda. 48 Pero si otro mal criado piensa en su interior: “Mi señor se retrasa” 49 y comienza a maltratar a sus compañeros y se junta a comer y beber con borrachos, 50 un día, cuando menos lo espere, llegará de improviso su señor. 51 Entonces lo castigará severamente dándole un lugar entre los hipócritas. Allí llorará y le rechinarán los dientes.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España