The Daily Audio Bible
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Un culto corrompido
66 Así dice el Señor:
El cielo es mi trono,
la tierra, el escabel de mis pies.
¿Qué templo van a construirme,
o qué lugar donde pueda residir?
2 Todo eso lo ha hecho mi mano,
y así es como todo existió
—oráculo del Señor—.
En el pobre pongo mis ojos,
en el abatido que respeta mis palabras.
3 Hay quien inmola un toro
y también mata a un ser humano;
hay quien sacrifica una oveja
y también desnuca a un perro;
hay quien presenta una ofrenda
y también sangre de cerdo;
quien ofrece un memorial de incienso
y quien bendice a un dios cualquiera.
Pues si ellos eligieron su camino,
complacidos en sus abominaciones,
4 yo también elegiré sus castigos,
les traeré lo que más los espanta,
pues llamé y nadie respondió,
les hablé y no me escucharon,
hicieron el mal que detesto
y eligieron lo que no me gusta.
Destrucción de los rebeldes
5 Escuchen la palabra del Señor,
ustedes que tiemblan ante ella.
Dicen sus hermanos, que los odian,
que los detestan a causa de mi nombre:
“Que el Señor muestre su gloria
y veremos en qué para su gozo”.
¡Pues van a quedar confundidos!
6 Una voz atronadora sale de la ciudad,
una voz que procede del Templo;
es la voz del Señor que retribuye,
que da su merecido a sus enemigos.
Nuevo alumbramiento del pueblo
7 Sin tener contracciones,
ya había dado a luz;
antes de venirle los dolores,
ha dado vida a un varón.
8 ¿Quién oyó algo semejante,
quién ha visto cosa igual?
¿Se puede engendrar un país en un día,
o dar a luz a un pueblo de una vez?
Pues apenas sintió los dolores,
Sión dio a luz a sus hijos.
9 Si soy yo quien abre la matriz,
¿no seré quien haga dar a luz?
—dice el Señor—.
Y si soy quien hago dar a luz,
¿voy acaso a cerrarle el paso?
—dice tu Dios—.
10 ¡Festejen a Jerusalén,
alégrense por ella,
todos los que la aman;
gocen con su gozo
los que se dolían por ella!
11 Para mamar hasta hartaros
del consuelo de sus pechos;
para apurar con delicia
sus ubres bien repletas.
12 Pues así dice el Señor:
Voy a dirigir hacia ella
la paz, igual que un río;
como un torrente crecido,
la riqueza de los pueblos.
Mamaréis mecidos en los brazos,
acariciados sobre las rodillas;
13 como a un niño consolado por su madre,
así pienso yo consolarlos.
14 Al verlo, se alegrará su corazón,
florecerán sus huesos como prado.
Nuevo anuncio de destrucción
El Señor mostrará su poder a sus siervos,
y lanzará su cólera contra sus enemigos.
15 Vean al Señor, que llega como fuego,
con sus carros igual que el torbellino;
descargará enfurecido su cólera,
lanzará su bramido entre llamas.
16 El Señor va a juzgar con fuego,
con su espada a todo viviente,
y hará morir a muchos el Señor.
17 La gente que se consagra y purifica
para entrar en los jardines sagrados
siguiendo al sacerdote que preside,
los que comen carne de cerdo,
de ratas y animales asquerosos,
todos a una perecerán
junto con sus acciones y proyectos.
Convocatoria de todos los pueblos en Sión
18 En cuanto a mí, voy a reunir a todas las naciones y lenguas, que llegarán y contemplarán mi gloria. 19 Les pondré una señal y enviaré a algunos de sus supervivientes a las naciones: a Tarsis, Put, Lud, Masac, Túbal, Javán y las islas lejanas, que no conocen mi fama ni han visto mi gloria, y hablarán de mi gloria entre las naciones. 20 Y traerán de todas las naciones, como ofrenda al Señor, a todos los hermanos de ustedes, montados en caballos, en carros y en literas, sobre mulos o dromedarios; los traerán a Jerusalén, mi monte santo —dice el Señor—, del mismo modo que traen los israelitas su ofrenda en una vasija pura al Templo del Señor. 21 Elegiré a algunos de ellos como sacerdotes o levitas dice el Señor. 22 Del mismo modo que el nuevo cielo y la nueva tierra que voy a hacer perdurarán ante mí, así perdurará la descendencia de ustedes y su apellido.
23 Luna nueva tras luna nueva
y sábado tras sábado,
vendrá todo viviente
a postrarse ante mí
— oráculo del Señor —.
24 Cuando salgan del Templo
podrán contemplar
los cadáveres de aquellos
que se rebelaron contra mí,
pues su gusano no muere
y su fuego no se extingue.
Y serán un espanto
para todos los vivientes.
4 Y eso que yo tengo buenas razones, muchas más que cualquier otro, para poner mi confianza en lo humano: 5 fui circuncidado a los ocho días de nacer, soy de raza israelita, de la tribu de Benjamín, hebreo de pies a cabeza. En lo que atañe a mi actitud ante la ley, fui fariseo; 6 apasionado perseguidor de la Iglesia y del todo irreprochable en lo que se refiere al recto cumplimiento de la ley.
7 Pero lo que constituía para mí un motivo de gloria, lo juzgué deleznable por amor a Cristo. 8 Más aún, sigo pensando que todo es deleznable en comparación con lo sublime que es conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él renuncié a todo, y todo lo estimo basura con tal de ganar a Cristo. 9 Quiero vivir unido a él, no por la rectitud que viene del cumplimiento de la ley, sino por la que nace de haber creído en Cristo, es decir, la que Dios nos concede por razón de la fe. 10 Quiero conocer a Cristo, experimentar el poder de su resurrección, compartir sus padecimientos y conformar mi muerte con la suya. 11 Espero así participar de la resurrección de entre los muertos.
En busca del premio
12 No quiero decir que haya logrado ya ese ideal o conseguido la perfección, pero me esfuerzo en conquistar aquello para lo que yo mismo he sido conquistado por Cristo Jesús. 13 Y no me hago la ilusión, hermanos, de haberlo ya conseguido; pero eso sí, olvido lo que he dejado atrás y me lanzo hacia adelante 14 en busca de la meta, trofeo al que Dios, por medio de Cristo Jesús, nos llama desde lo alto.
15 Esto deberíamos pensar los que presumimos de creyentes. Y si ustedes piensan algo distinto, que Dios los ilumine también en este punto. 16 De todos modos, sigamos adelante por el camino recorrido.
17 Sigan, hermanos, mi ejemplo y fíjense en aquellos que nos han tomado como modelo de conducta. 18 Porque hay muchos que viven como enemigos de la cruz de Cristo; lo he dicho muchas veces y lo repito ahora con lágrimas en los ojos. 19 Su paradero es la perdición; su dios, el vientre; su orgullo, aquello que debería avergonzarlos; su pensamiento, las cosas terrenas. 20 Nosotros, en cambio, somos ciudadanos de los cielos y esperamos impacientes que de allí nos venga el salvador: Jesucristo, el Señor. 21 Él será quien transforme nuestro frágil cuerpo mortal en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud de la capacidad que tiene para dominar todas las cosas.
Salmo 74 (73)
Defiende tu causa, Señor
74 Poema de Asaf.
¿Por qué, Dios, nos has abandonado para siempre
y tu ira se ha encendido contra tu rebaño?
2 Recuerda a la comunidad que antaño adquiriste,
a la tribu que rescataste como heredad tuya,
a este monte Sión donde tú habitas.
3 Encamina tus pasos hacia las ruinas eternas:
el enemigo ha devastado todo en el santuario.
4 Tus rivales rugían en medio de tu asamblea,
levantaban como señal de victoria sus estandartes.
5 Aparecieron como quien blande
un hacha en un bosque espeso;
6 con hachas y martillos
destrozaron los bajorrelieves;
7 prendieron fuego a tu santuario,
profanaron la morada de tu nombre.
8 Pensaron: “¡Destruyámoslos de una vez!”.
Y quemaron las moradas de Dios en la tierra.
9 No tenemos bandera, no queda un profeta
y nadie entre nosotros sabe cuánto durará.
10 ¿Hasta cuándo, oh Dios, blasfemará el rival?
¿Difamará siempre tu nombre el enemigo?
11 ¿Por qué está inactiva tu mano
y tu diestra reposa en tu regazo?
12 Dios es mi rey desde antiguo,
mi salvador en medio de la tierra.
13 Tú dividiste el mar con poder,
rompiste la cabeza de los monstruos marinos;
14 destrozaste las cabezas de Leviatán,
lo diste como pasto a una jauría de alimañas.
15 Tú hiciste fluir manantiales y arroyos,
secaste los ríos de corrientes sin fin.
16 Tuyo es el día, tuya la noche;
tú creaste la luna y el sol,
17 fijaste los límites de la tierra,
verano e invierno tú formaste.
18 Recuerda, Señor, que el enemigo te ha injuriado,
que un pueblo miserable difama tu nombre.
19 ¡No arrojes a las fieras la vida de tu tórtola,
no olvides jamás la vida de tus humildes!
20 Dirige tu mirada a la alianza,
pues hasta los últimos rincones del país
están repletos de violencia.
21 Que el oprimido no regrese avergonzado,
que el humilde y el pobre alaben tu nombre.
22 Oh Dios, ponte en acción, defiende tu causa,
recuerda que sin cesar te ofende el insensato.
23 No olvides el clamor de tu adversario,
el grito de tus rivales que no para de crecer.
15 No aceches la casa del justo,
ni asaltes su morada;
16 pues siete veces cae el justo y se levanta,
pero los malvados se hunden en la desgracia.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España