The Daily Audio Bible
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6 Sobre tus muros, Jerusalén,
he apostado centinelas;
ni de día ni de noche
permanecen en silencio.
Los que se lo recuerdan al Señor,
no se tomen descanso alguno;
7 no den descanso al Señor
hasta que la consolide,
hasta que haga de Jerusalén
tema de alabanza en la tierra.
8 Lo ha jurado el Señor solemnemente,
levantando su brazo poderoso:
no daré otra vez tu trigo
para que lo coman tus enemigos;
no beberán extranjeros tu mosto,
que tantos trabajos te costó.
9 Lo comerán los cosechadores
y alabarán al Señor;
lo beberán los vendimiadores
en mis santos atrios.
10 Pasen, pasen por las puertas,
señalen al pueblo el camino;
allanen, allanen la calzada,
déjenla bien despedregada;
icen una enseña a los pueblos.
11 El Señor proclama un mensaje
hasta el confín de la tierra:
Digan a la ciudad de Sión:
“ya está aquí tu Salvador;
con él llega su recompensa,
viene precedido de su premio”.
12 Los llamarán “Pueblo del Santo”,
les dirán “Rescatados del Señor”,
y a ti te llamarán “Anhelada”,
te dirán “Ciudad no abandonada”.
Llegada del Señor victorioso
63 ¿Quién es ese que llega de Edom,
de Bosrá, con vestido enrojecido,
ese con ropas elegantes,
que avanza henchido de poder?
Soy yo, que proclamo lo justo,
que tengo poder para salvar.
2 ¿Por qué están rojos tus vestidos
y tu ropa se parece
a la de quien pisa en el lagar?
3 Yo solo he pisado en el lagar,
sin la ayuda de ningún otro pueblo;
los pisé encendido de cólera,
los estrujé henchido de furor.
Su sangre salpicó mi ropa,
me manché todos mis vestidos.
4 Este es el día en que voy a vengarme,
ha llegado el año en que voy a liberar.
5 Miraba buscando un ayudante,
extrañado de que nadie me apoyase,
pero mi brazo me sirvió de ayuda
y conté con el apoyo de mi cólera.
6 Pisoteé pueblos enfurecido,
embriagué a todos con mi cólera,
esparciendo por tierra su sangre.
El ejemplo de la salvación histórica
7 Voy a recordar los favores del Señor,
voy a cantar sus alabanzas,
lo que hizo por nosotros el Señor,
sus muchos beneficios a Israel;
lo que hizo lleno de compasión,
conforme a su gran misericordia.
8 Dijo: Son ellos mi pueblo,
hijos que no defraudarán.
Y fue para ellos salvador
9 en todos sus peligros.
No usó mensajeros ni enviados,
él en persona los salvó;
llevado de su amor y compasión,
él mismo los rescató;
los liberó y cargó con ellos
todos los días de antaño.
10 Pero ellos acabaron rebelándose,
afligieron su santo espíritu;
y él se convirtió en su enemigo,
e hizo la guerra contra ellos.
11 Se acordaron de los días de antaño,
de los tiempos de Moisés y su pueblo:
¿Dónde está el que los sacó del mar,
junto con el pastor de su rebaño?
¿Dónde el que su santo espíritu
infundió en su interior?
12 ¿Dónde el que puso su glorioso poder
al servicio del brazo de Moisés;
el que hendió las aguas ante ellos
creándose fama perpetua;
13 el que los condujo por el fondo del mar,
como caballos por la estepa, sin tropezar,
14 como animales que descienden al valle?
El espíritu del Señor los guió
hasta su lugar de descanso.
Así condujiste a tu pueblo,
ganándote fama y honor.
Invocación al Señor y confesión de la culpa
15 Mira atento desde el cielo,
desde tu santa y gloriosa mansión.
¿Qué es de tu celo y tu valor,
de tu inmensa ternura y compasión?
No la reprimas, 16 que eres nuestro padre,
pues Abrahán no sabe quiénes somos
e Israel no ha llegado a conocernos.
Tú eres el Señor, nuestro padre,
desde siempre te llamas “Redentor”.
17 ¿Por qué nos dejas, Señor,
apartarnos de tus caminos?
¿por qué permites que no te respete
nuestro duro corazón?
Vuélvete a nosotros, tus siervos,
a las tribus que forman tu heredad.
18 ¿Por qué los malvados conculcaron tu santidad
y nuestros enemigos pisotearon tu santuario?
19 Somos gente a quien hace tiempo ya no guías,
sobre quienes ya no se invoca tu nombre.
¡Ah, si rasgases el cielo y bajases!
Los montes se fundirían ante ti,
64 como sarmientos pasto de las llamas,
como agua que el fuego consume al hervir.
Así sabrán tus enemigos quién eres
y temblarán ante ti las naciones,
2 cuando hagas prodigios inesperados
y, al bajar, los montes se fundan ante ti.
3 Nunca hemos tenido noticia de ello:
jamás nadie ha visto ni escuchado
que fuera de ti haya un Dios
que favorezca así a quien espera en él.
4 ¡Ah, si encontraras a alguien
que practicase con gozo la justicia,
que tuviera en cuenta tus proyectos!
Pero te has irritado porque fallamos,
borra nuestra culpa y nos salvaremos.
5 Todos somos como gente impura,
valemos lo que ropa contaminada;
todos nos marchitamos como hojarasca,
nuestra culpa nos arrastra como el viento.
6 No hay quien invoque tu nombre,
ni se desvele por aferrarse a ti.
Nos has ocultado tu rostro
y nos has abandonado a nuestras culpas.
7 Pero tú, Señor, eres nuestro padre,
nosotros el barro y tú el alfarero;
todos somos obra de tus manos.
8 No te excedas, Señor, en tu cólera,
no te acuerdes siempre de la culpa;
ten en cuenta que somos tu pueblo.
9 Tus santas ciudades son un desierto:
Sión está desierta, Jerusalén desolada.
10 Nuestro santo Templo, nuestro orgullo,
en el que te alabaron nuestros padres,
ha sido consumido por las llamas;
nuestras cosas más queridas
han quedado convertidas en ruinas.
11 ¿Callarás, Señor, viendo todo esto?
¿Seguirás afligiéndonos en silencio?
El Señor explica las razones de su silencio
65 Yo ofrecía respuesta a quienes no preguntaban,
me dejaba encontrar por quienes no me buscaban.
Yo decía: “Aquí estoy, aquí estoy”
a un pueblo que no invocaba mi nombre.
2 Todo el día extendía mis manos
en dirección a un pueblo rebelde,
que llevaba un camino equivocado,
siempre detrás de sus caprichos;
3 un pueblo que me andaba provocando
cara a cara, sin descanso,
que sacrificaba en jardines sagrados,
que ofrecía incienso sobre ladrillos,
4 que frecuentaba cuevas sepulcrales
y pernoctaba dentro de las grutas,
que comía carne de puerco,
con caldo impuro en sus platos,
5 que decía: “No te acerques,
no me toques, que estoy consagrado”.
Todo esto enciende mi cólera,
como un fuego que arde sin parar.
6 Lo tengo todo escrito, a la vista,
y no pararé hasta hacerlos pagar
7 sus culpas y las de sus padres
— dice el Señor —.
Quemaban incienso en los cabezos,
en las colinas me ofendían.
Por eso tengo calculada su paga
y tendrán que cargar con ella.
Sentencia para honrados y para malvados
8 Así dice el Señor:
Si aparece un racimo con zumo,
se dice: “No dejen que se pierda,
parece que promete buen vino”;
pues lo mismo haré con mis siervos,
no dejaré que todos se pierdan.
9 Sacaré descendientes de Jacob,
de Israel quien herede mis montes;
los poseerán quienes yo elija,
allí se instalarán mis siervos.
10 Será el Sarón aprisco de ovejas,
el valle de Acor, establo de vacas,
para los de mi pueblo que me busquen.
11 Pero a quienes abandonaron al Señor,
a los que olvidaron mi monte santo,
a los que preparaban la mesa a Gad
y hacían ofrendas a Mení,
12 yo los destino a la espada;
se encorvarán para ser degollados.
Pues llamé y no respondieron,
les hablé y no me escucharon,
hicieron el mal que detesto
y eligieron lo que no me gusta.
13 Por eso, así dice el Señor Dios:
Verán a mis siervos comer,
mientras ustedes pasan hambre;
verán a mis siervos beber,
mientras ustedes pasan sed;
verán a mis siervos de fiesta,
mientras ustedes andan abochornados;
14 verán a mis siervos cantar
con corazón satisfecho;
pero ustedes gritarán
con corazón atormentado,
aullarán con el espíritu quebrantado.
15 Prestarán a mis elegidos su nombre,
que les servirá para maldecir así:
“Que el Señor Dios te dé muerte, como a ellos”.
Pero a mis siervos se les dará otro nombre.
16 El que quiera parabienes en el país,
el Dios veraz los recibirá;
el que quiera jurar en el país,
lo hará por el Dios veraz.
El nuevo cielo y la nueva tierra
Se olvidarán los apuros de antaño,
quedarán ocultos a mis ojos,
17 pues voy a crear un nuevo cielo,
junto con una nueva tierra.
No rememorarán lo de antaño,
ya no será recordado;
18 al contrario, alégrense y gocen
sin límites por lo que voy a crear.
En efecto, voy a crear
una Jerusalén que sea todo gozo,
con una población llena de alegría.
19 Saltaré de júbilo por Jerusalén,
sentiré alegría por mi pueblo;
no se oirán llantos en ella,
ni gritos pidiendo socorro.
20 Ya no habrá niños en ella
que mueran a los pocos días;
ni adultos que no alcancen
una cumplida madurez.
Será joven quien muera a los cien años,
y maldito quien no los alcance.
21 Construirán viviendas y las habitarán,
plantarán viñas y comerán su fruto;
22 no construirán para que otros habiten,
no plantarán para que otros se alimenten.
Mi pueblo durará lo que duren sus plantíos,
mis elegidos disfrutarán del fruto de su trabajo.
23 No trabajarán para que todo se malogre,
no tendrán hijos para verlos morir,
pues serán semilla bendita del Señor,
y lo mismo sus retoños junto con ellos.
24 Antes de que me llamen responderé,
estarán aún hablando y los escucharé.
25 Juntos pastarán el lobo y el cordero,
el león, como la vaca, paja comerá,
[la serpiente se alimentará de polvo].
No habrá maldad ni destrucción
en todo mi monte santo
—dice el Señor—.
Timoteo y Epafrodito
19 Con la ayuda de Jesús, el Señor, confío en que podré enviarles cuanto antes a Timoteo para que, al tener noticias de ustedes, me sienta confortado. 20 Nadie como él comparte mis sentimientos ni se ocupa tan sinceramente de los asuntos de ustedes. 21 Todos, en efecto, buscan sus propios intereses y no los de Jesucristo; 22 pero en lo que respecta a Timoteo, ya conocen su excelente hoja de servicios, pues se ha portado conmigo en la tarea evangelizadora como un hijo con su padre. 23 Espero poder enviárselo tan pronto como vea claro el curso que toman mis cosas. 24 Y confío en que también yo, con la ayuda del Señor, iré pronto a visitarlos.
25 Entre tanto, me ha parecido necesario enviarles al hermano Epafrodito, colaborador y compañero mío de lucha, que vino como embajador de ustedes con la misión de socorrerme. 26 Los echaba mucho de menos y estaba inquieto sabiendo que se habían enterado de su enfermedad. 27 Es cierto que estuvo enfermo y a las puertas de la muerte; pero Dios se apiadó de él, y no sólo de él, sino también de mi, no queriendo añadir más tristeza a mi tristeza.
28 Así que me he apresurado a enviárselo para que, al verlo de nuevo, recobren ustedes su alegría y disminuya mi preocupación. 29 Acójanlo, pues, en el Señor, con alegría y estimen a quienes se portan como él; 30 pues, en efecto, por causa de Cristo ha estado a punto de morir, arriesgando su vida para suplir la ayuda que ustedes no podían prestarme.
II.— ADVERTENCIAS Y EXHORTACIONES (3,1—4,9)
La verdadera fuente de salvación
3 Por lo demás, hermanos míos, alégrense en el Señor. No me molesta escribirles las mismas cosas, si a ustedes les proporciona seguridad. 2 ¡Ojo con esos perros, con esos perversos agitadores, con esos que se empeñan en mutilarse! 3 ¡Nosotros somos los auténticos circuncidados! ¡Nosotros los que ofrecemos un culto nacido del Espíritu divino! ¡Nosotros los que estamos orgullosos de Cristo Jesús y no hemos puesto en algo humano nuestra confianza!
Salmo 73 (72)
Ahora estoy siempre contigo
73 Salmo de Asaf.
En verdad es bondadoso Dios con Israel,
con los que tienen limpio el corazón.
2 Pero mis pasos casi se tuercen,
mis pies por poco resbalan,
3 pues envidié a los soberbios
al ver la dicha de los malos.
4 No se angustian por su muerte,
todo su cuerpo está sano;
5 ignoran las fatigas humanas,
no sufren su azote como los demás.
6 Por eso, el orgullo ciñe su cuello,
un manto de violencia los cubre.
7 La maldad surge de sus entrañas,
la ambición desborda su corazón.
8 Se burlan y hablan con malicia,
se expresan con arrogante tiranía.
9 Ofenden al cielo con su boca,
con su lengua a los que habitan la tierra.
10 Por eso el pueblo los sigue
y bebe con deleite su enseñanza.
11 Dicen: “¡Qué puede saber Dios!
¿Está el saber junto al Altísimo?”.
12 Mira, estos son los malvados:
viven en paz y atesoran riqueza.
13 ¿De qué me vale purificar mi corazón,
lavar mis manos en señal de inocencia,
14 si cada día soy golpeado,
castigado cada mañana?
15 Si dijese: “Hablaré como ellos”,
traicionaría al linaje de tus hijos.
16 Yo medité tratando de entenderlo
y fue para mí una dura tarea,
17 hasta que llegué al santuario de Dios
y comprendí entonces su destino.
18 Porque en verdad tú los colocas
sobre una pendiente resbaladiza,
los empujas a la ruina.
19 ¡Qué pronto son destruidos,
perecen muertos de miedo!
20 Son, Señor, como un sueño al despertar,
imágenes que olvidas al levantarte.
21 Cuando mi corazón se enfurecía
y sentía envidia en mi interior,
22 yo, necio, no comprendía nada,
era como un animal ante ti.
23 Pero ahora estoy siempre contigo,
tú me agarras de la mano,
24 con tus consejos me conduces
y después me colmas de gloria.
25 ¿A quién sino a ti tengo en el cielo?
A tu lado no me agrada ya la tierra.
26 Aunque mi corazón y mi cuerpo desfallezcan,
mi refugio y mi heredad por siempre es Dios.
27 Quienes de ti se alejan, mueren;
tú destruyes a quien de ti se aparta.
28 Pero yo junto a Dios soy feliz,
en Dios mi Señor me refugio
para proclamar todas sus obras.
13 Come miel, hijo mío, porque es buena,
el panal endulzará tu paladar.
14 Pues así es la sabiduría para tu vida:
si la encuentras, tendrás futuro
y tu esperanza no se quebrará.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España