The Daily Audio Bible
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Reinado de Roboán (1 Re 12,21-24)
11 Cuando Roboán llegó a Jerusalén, reunió a ciento ochenta mil guerreros escogidos de las casas de Judá y Benjamín, para atacar a Israel y devolver el reino a Roboán. 2 Pero el Señor dirigió este mensaje al profeta Semaías:
3 — Di a Roboán, hijo de Salomón y rey de Judá, y a todos los israelitas residentes en Judá y Benjamín: 4 “Esto dice el Señor: No vayán a luchar contra sus hermanos; que todos vuelvan a sus casas, pues esto ha sucedido por voluntad mía”.
Ellos obedecieron la palabra del Señor y suspendieron el ataque contra Jeroboán.
5 Roboán se estableció en Jerusalén y edificó plazas fuertes en Judá. 6 Además fortificó Belén, Etán, Tecoa, 7 Betsur, Socó, Adulán, 8 Gat, Maresá, Zif, 9 Adoráin, Laquis, Acecá, 10 Sorá, Ayalón y Hebrón, plazas fuertes de Judá y Benjamín. 11 Reforzó las defensas, puso en ellas gobernadores y las proveyó de almacenes de víveres, aceite y vino. 12 Reforzó al máximo cada una de las ciudades, abasteciéndolas de escudos y lanzas. Y así Roboán se quedó con Judá y Benjamín.
13 Los sacerdotes y levitas que había en Israel se pasaron a Roboán desde sus territorios. 14 Los levitas abandonaron sus tierras y posesiones y se fueron a Judá y a Jerusalén, pues Jeroboán y sus hijos les habían prohibido ejercer el sacerdocio del Señor. 15 Y es que Jeroboán había nombrado sus propios sacerdotes para los santuarios locales y para las imágenes de sátiros y becerros que había mandado fabricar. 16 Siguiendo a los levitas, gentes de todas las tribus de Israel, deseando seguir al Señor Dios de Israel, fueron a Jerusalén para hacer sacrificios al Señor, Dios de sus antepasados. 17 De esta manera consolidaron el Reino de Judá y fortalecieron a Roboán, el hijo de Salomón, durante tres años, los tres años en que él siguió los pasos de David y Salomón.
18 Roboán se casó con Majalat, hija de Jerimot y nieta de David y Abihail, la hija de Eliab y nieta de Jesé. 19 Majalat le dio como hijos a Jeús, Semarías y Zahán. 20 Después se casó con Maacá, la hija de Absalón, que le dio a Abías, Atay, Zizá y Selomit. 21 Roboán amaba a Maacá, la hija de Salomón, más que a todas sus demás esposas y concubinas, pues tuvo dieciocho esposas y sesenta concubinas, con las que tuvo veintiocho hijos y sesenta hijas. 22 Roboán designó a Abías, el hijo de Maacá, como jefe y príncipe de sus hermanos, pues quería hacerlo rey, 23 y distribuyó hábilmente a todos los demás hijos por los territorios de Judá y Benjamín y en todas las plazas fuertes, dándoles abundantes provisiones y proporcionándoles muchas mujeres.
Invasión del faraón Sisac (1 Re 14,25-28.21.30-31)
12 Cuando Roboán consolidó su reino y se afianzó, él y todo Israel abandonaron la ley del Señor. 2 Y, por su infidelidad para con el Señor, el rey de Egipto Sisac atacó a Jerusalén en el año quinto de su reinado, 3 con mil doscientos carros, sesenta mil caballos y un ejército innumerable de libios, suquitas y cusitas, procedentes de Egipto. 4 Conquistó las plazas fuertes de Judá y llegó a Jerusalén. 5 Entonces el profeta Semaías fue a ver a Roboán y a los jefes de Judá que, ante el ataque de Sisac, se habían concentrado en Jerusalén y les dijo:
— Esto dice el Señor: Puesto que ustedes me han abandonado, también yo los abandono en manos de Sisac.
6 Los jefes de Israel y el rey reconocieron humildemente:
— El Señor tiene razón.
7 Cuando el Señor vio cómo se habían arrepentido dijo de nuevo a Semaías:
— Puesto que se han arrepentido, no los destruiré: dentro de poco los salvaré y no descargaré mi cólera sobre Jerusalén a través de Sisac. 8 Pero le quedarán sometidos para que reconozcan la diferencia que hay entre servirme a mí y servir a los reyes de la tierra.
9 Sisac, el rey de Egipto, atacó Jerusalén, saqueó los tesoros del Templo y los del palacio real y se lo llevó todo. También se llevó los escudos de oro que Salomón había mandado hacer. 10 El rey Roboán los sustituyó con escudos de bronce y los puso al cuidado de los jefes de la escolta que custodiaban la entrada del palacio real. 11 Cada vez que el rey entraba al Templo del Señor, la escolta iba también, los llevaba [al Templo] y luego los devolvía a la sala de guardia.
12 Por haberse arrepentido, el Señor apaciguó su ira y no los destruyó totalmente, de suerte que Judá siguió disfrutando de prosperidad.
13 El rey Roboán se afianzó en Jerusalén y siguió reinando, pues tenía cuarenta y un años cuando comenzó a reinar; durante diecisiete años reinó en Jerusalén, la ciudad que el Señor había elegido entre todas las tribus de Israel como residencia de su nombre. Su madre se llamaba Naamá y era amonita. 14 Roboán obró mal, pues no puso empeño en buscar al Señor.
15 La historia de Roboán está escrita de principio a fin en los libros del profeta Semaías y del vidente Idó. Roboán y Jeroboán estuvieron siempre en guerra. 16 Cuando murió Roboán, fue enterrado con sus antepasados en la ciudad de David y su hijo Abías le sucedió como rey.
Reinado de Abías (914-911) (1 Re 15,1-2.6-8)
13 Abías comenzó a reinar en Judá en el año décimo octavo del reinado de Jeroboán 2 y reinó en Jerusalén durante tres años. Su madre se llamaba Micaías y era hija de Uriel de Guibeá. Abías y Jeroboán estuvieron siempre en guerra. 3 Abías se preparó para el combate con un ejército de cuatrocientos mil guerreros escogidos y valerosos, mientras que Jeroboán se enfrentó a él con ochocientos mil guerreros igualmente escogidos y valerosos. 4 Abías subió a la cima del monte Semaráin, en la sierra de Efraín, y gritó:
— Jeroboán e israelitas todos, escúchenme: 5 ¿Acaso no saben que el Señor, Dios de Israel ha concedido a David y a sus hijos la realeza perpetua sobre Israel mediante alianza inviolable? 6 Sin embargo, Jeroboán, hijo de Nabat y servidor de Salomón, hijo de David, se alzó en rebeldía contra su señor, 7 seguido por una cuadrilla de vagos e indeseables que se impusieron a Roboán, hijo de Salomón, aprovechándose de que Roboán era un joven apocado que no pudo controlarlos. 8 Y ahora ustedes pretenden enfrentarse al reino del Señor, regido por los descendientes de David, porque se saben numerosos y tienen con ustedes los becerros de oro que Jeroboán les impuso por dioses. 9 Ya han expulsado a los sacerdotes del Señor, descendientes de Aarón, y a los levitas, para hacerse sacerdotes como los de los demás pueblos, pues a todo el que llega con un novillo y siete carneros lo consagran sacerdote de dioses falsos. 10 Para nosotros, en cambio, el Señor es nuestro Dios y no lo hemos abandonado; los sacerdotes que lo sirven son descendientes de Aarón y los levitas, los encargados del culto; 11 y ofrecen al Señor los sacrificios matutinos y vespertinos, el incienso perfumado, preparan los panes de la ofrenda sobre la mesa y encienden cada tarde el candelabro de oro con sus lámparas; pues nosotros guardamos las prescripciones del Señor nuestro Dios, al que ustedes han abandonado. 12 Sepan que nuestro Dios viene con nosotros en cabeza y sus sacerdotes tienen las trompetas preparadas para dar el toque de guerra contra ustedes. Así que, israelitas, no luchen contra el Señor, Dios de sus antepasados, porque no vencerán.
13 Jeroboán tendió una emboscada para atacarles por la espalda, de modo que ellos quedaban frente a Judá y la emboscada por detrás. 14 Cuando los judaítas se volvieron y se dieron cuenta de que les presentaban batalla de frente y por detrás, clamaron al Señor mientras los sacerdotes hacían sonar las trompetas 15 y los hombres de Judá lanzaban el grito de guerra. Cuando los hombres de Judá lanzaron el grito de guerra, Dios derrotó a Jeroboán y a todo Israel ante Abías y Judá. 16 Los israelitas huyeron ante Judá y Dios los entregó en su poder. 17 Abías y su ejército les infligieron una gran derrota, pues Israel sufrió quinientas mil bajas. 18 En aquella ocasión los israelitas quedaron humillados, mientras que los judaítas vencieron por haberse apoyado en el Señor, Dios de sus antepasados. 19 Abías persiguió a Jeroboán y le arrebató las ciudades de Betel, Jesaná y Efrón con sus respectivas aldeas anejas.
20 Jeroboán ya no volvió a recuperarse en tiempos de Abías: el Señor lo hirió y murió. 21 En cambio, Abías se fortaleció: tuvo catorce mujeres, veintidós hijos y dieciséis hijas.
22 El resto de la historia de Abías, su conducta y sus hechos están escritos en el comentario del profeta Idó. 23 Cuando murió Abías, fue enterrado en la ciudad de David y su hijo Asá le sucedió como rey. Durante su reinado el país disfrutó de diez años de paz.
26 Asimismo, a pesar de que somos débiles, el Espíritu viene en nuestra ayuda; aunque no sabemos lo que nos conviene pedir, el Espíritu intercede por nosotros de manera misteriosa. 27 Y Dios, que sondea lo más profundo del ser, conoce cuál es el sentir de ese Espíritu que intercede por los creyentes de acuerdo con su divina voluntad. 28 Estamos seguros, además, de que todo colabora al bien de los que aman a Dios, de los que han sido elegidos conforme a su designio. 29 Porque a quienes Dios conoció de antemano, los destinó también desde el principio a reproducir la imagen de su Hijo, que había de ser el primogénito entre muchos hermanos. 30 Y a quienes Dios destinó desde un principio, también los llamó; a quienes llamó, los restableció en su amistad; y a quienes restableció en su amistad, los hizo partícipes de su gloria.
Canto al amor de Dios
31 ¿Qué añadir a todo esto? Si Dios está a nuestro favor, ¿quién podrá estar contra nosotros? 32 El que no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por nosotros, ¿cómo no va a hacernos el don de todas las cosas juntamente con él? 33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? ¡Dios es quien salva! 34 ¿Quién se atreverá a condenar? ¡Cristo Jesús es quien murió, más aún, resucitó y está junto a Dios, en el lugar de honor, intercediendo por nosotros! 35 ¿Quién podrá arrebatarnos el amor que Cristo nos tiene? ¿El sufrimiento, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, el miedo a la muerte? 36 Ya lo dice la Escritura:
Por tu causa estamos en trance de muerte cada día;
nos tratan como a ovejas destinadas al matadero.
37 Pero Dios, que nos ha amado, nos hace salir victoriosos de todas estas pruebas. 38 Estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni potestades cósmicas, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes sobrenaturales, 39 ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura, será capaz de arrebatarnos este amor que Dios nos tiene en Cristo Jesús, Señor nuestro.
37 Agilizas mis pasos al andar
y no se tuercen mis tobillos.
38 Persigo a mis enemigos y los alcanzo,
no retrocedo hasta acabar con ellos;
39 los abato y no pueden levantarse,
quedan postrados a mis pies.
40 Me has armado de valor para el combate,
los agresores me han quedado sometidos.
41 Pones en fuga a mis enemigos
y yo aniquilo a mis adversarios.
42 Piden auxilio y no hay quien los salve,
claman a Dios y no les responde.
43 Yo los convierto en polvo que se lleva el viento,
los aplasto como el barro de las calles.
44 Tú me libras de las disputas del pueblo,
me pones al frente de las naciones,
me sirven pueblos que no conozco.
45 Apenas me oyen y ya me obedecen,
los extranjeros se humillan ante mí,
46 los extranjeros quedan sin fuerza
y salen temblando de sus refugios.
47 ¡Viva el Señor! ¡Bendita sea mi Roca!
Sea ensalzado Dios mi salvador,
48 el Dios que me da la revancha
y me somete los pueblos,
49 quien me libra de mis enemigos.
Tú me encumbras sobre mis adversarios,
me proteges del violento.
50 Por eso te ensalzo entre los pueblos
y alabo tu nombre, Señor.
27 Si dejas, hijo mío, de escuchar la enseñanza,
te alejarás de los dichos sensatos.
28 Testigo desalmado se burla de la justicia,
la boca del malvado no se harta de maldad.
29 Listos están los látigos para los arrogantes
y los azotes para la espalda del necio.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España