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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
2 Crónicas 4:1-6:11

El ajuar del Templo (1 Re 7,23-26.26.38.40-51)

Salomón hizo construir un altar de bronce de diez metros de largo, diez de ancho y cinco de alto. E hizo también un gran recipiente de metal fundido, en forma circular, con cinco metros de diámetro, dos metros y medio de altura y quince de circunferencia. Por debajo, alrededor de todo el recipiente, había dos hileras de figuras de toros, a razón de veinte por metro, que habían sido fundidas con el recipiente. Descansaba sobre doce toros, de los que tres miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este. El recipiente descansaba sobre los toros, que tenían los cuartos traseros hacia dentro. Su grosor era de unos veintitrés centímetros y el borde imitaba el cáliz de un lirio. Tenía una capacidad de unos seiscientos sesenta hectólitros. Hizo también diez pilas de bronce y colocó cinco a la derecha y cinco a la izquierda, para lavar en ellas todo lo que se utilizaba en los holocaustos. En cambio, los sacerdotes se lavaban en el recipiente. Hizo diez candelabros de oro puro, según el diseño prescrito, y colocó cinco a la derecha y cinco a la izquierda del santuario. Hizo también diez mesas que puso en el santuario, cinco a la derecha y cinco a la izquierda, y cien cuencos de oro. Hizo también el patio de los sacerdotes, el patio mayor con sus puertas, que recubrió de bronce. 10 Y colocó el gran depósito en el lado derecho, hacia el sudeste.

11 Finalmente Jirán hizo los ceniceros, las palas y los acetres y con ello concluyó todas las obras que le había encomendado el rey Salomón para el Templo del Señor: 12 las dos columnas, los capiteles redondos que remataban las columnas, los dos entrelazados que cubrían los capiteles redondos; 13 las cuatrocientas granadas para los dos entrelazados, dos series de granadas para cada uno; 14 las diez bases que servían de soporte a las diez pilas; 15 el gran depósito y los doce toros que iban debajo; 16 los ceniceros, las palas y los acetres. Todos los objetos que Jirán Abihú hizo, por encargo del rey Salomón, para el Templo del Señor eran de bronce bruñido. 17 El rey los mandó fundir en arcilla, en el valle del Jordán, entre Sukot y Seredá. 18 Salomón hizo todos estos objetos; y eran tantos que era imposible calcular el peso del bronce. 19 Salomón también mandó hacer todos los restantes objetos del Templo del Señor: el altar de oro, las mesas sobre las que se ponían los panes de la ofrenda; 20 los candelabros con sus lámparas de oro puro para arder ante el camarín, como está prescrito; 21 las flores, lámparas y despabiladeras de oro purísimo; 22 los cuchillos, acetres, cucharillas e incensarios de oro puro. También eran de oro las puertas de la entrada del Templo, las puertas del lugar santísimo y las que daban acceso a la gran sala del Templo.

Cuando concluyeron todas las obras que había encargado hacer para el Templo del Señor, Salomón llevó las ofrendas de oro y plata y otros utensilios consagrados por su padre David, y los depositó en el tesoro del Templo de Dios.

Traslado del Arca (1 Re 8,1-13)

Salomón convocó en Jerusalén, a los ancianos de Israel, a todos los jefes de las tribus y a los cabezas de familia israelitas para trasladar el Arca de la alianza del Señor desde la ciudad de David o Sión, y todos los israelitas se reunieron con el rey en la fiesta del mes séptimo. Cuando llegaron todos los ancianos de Israel, los levitas cargaron el Arca y la trasladaron junto con la Tienda del encuentro y todos los objetos sagrados que había en ella y que fueron llevados por los sacerdotes levitas. El rey Salomón y toda la asamblea de Israel reunida junto a él ante el Arca sacrificaron ovejas y toros en cantidades incalculables. Los sacerdotes llevaron el Arca de la alianza del Señor a su lugar, al camarín del Templo o lugar santísimo, bajo las alas de los querubines. Los querubines tenían sus alas extendidas sobre el lugar que ocupaba el Arca y cubrían por encima el Arca y sus varales. Los varales eran tan largos que sus extremos se podían ver desde el lugar santo que estaba delante del camarín, aunque no se veían desde el exterior. Y allí siguen hasta el presente. 10 El Arca sólo contenía las dos losas que Moisés entregó en el Horeb, cuando el Señor hizo alianza con los israelitas tras la salida del país de Egipto. 11 Cuando los sacerdotes salieron del lugar santo (pues todos los sacerdotes presentes, sin distinción de turnos, se habían purificado), 12 todos los levitas cantores, descendientes y parientes de Asaf, Hemán y Jedutún, vestidos de lino, estaban de pie a la derecha del altar, tocando platillos, salterios y cítaras, acompañados de ciento veinte sacerdotes que tocaban las trompetas. 13 Y cuando los que tocaban las trompetas y los cantores entonaron al unísono la alabanza y la acción de gracias al Señor, haciendo sonar las trompetas, los platillos y demás instrumentos musicales y alabando al Señor [con estas palabras]: “porque es bueno y su amor no tiene fin”, el Templo se llenó con la nube de la gloria del Señor, 14 de forma que los sacerdotes no pudieron continuar su servicio a causa de la nube, pues la gloria del Señor había llenado el Templo de Dios. Entonces Salomón exclamó:

— Tú, Señor, habías decidido vivir en la oscuridad, pero yo te he construido un palacio, una morada en la que habites para siempre.

Salomón bendice al pueblo (1 Re 18,14-21)

Luego el rey se dio la vuelta y bendijo a toda la asamblea de Israel que estaba en pie, diciendo:

— Bendito sea el Señor, Dios de Israel, que habló a mi padre David, y que ha realizado lo que prometió: “Desde el día en que saqué a mi pueblo Israel de Egipto no elegí ninguna ciudad entre todas las tribus de Israel para construir un Templo donde residiera mi nombre, ni escogí a ningún hombre como príncipe de mi pueblo Israel. En cambio he elegido a Jerusalén como morada de mi nombre y a David como jefe de mi pueblo Israel”. Mi padre, David, pensaba construir un Templo en honor del Señor, Dios de Israel; pero el Señor le dijo: “Has pensado construir un Templo en mi honor y lo que piensas está bien. Pero no serás tú quien construya el Templo, sino un hijo tuyo, salido de tus entrañas; él será quien construya el Templo en mi honor”. 10 El Señor ha cumplido la promesa que hizo: yo he sucedido a mi padre, David, en el trono de Israel, como había prometido el Señor y he construido el Templo en honor del Señor, Dios de Israel. 11 Y, además, he colocado en él el Arca de la alianza del Señor, la alianza que hizo con los israelitas.

Romanos 7:1-13

El cristiano y la ley

Bien saben, hermanos, —estoy hablando a quienes conocen la ley— que una persona está bajo el yugo de la ley sólo mientras vive. Así, la mujer casada permanece legalmente ligada a su marido mientras él vive. Muerto el marido, la esposa queda libre de esa ley. Por tanto, si en vida del marido la mujer se entrega a otro hombre, se la considera adúltera; pero, si muere el marido, esa ley ya no la obliga; podrá casarse con otro hombre sin ser por ello adúltera. De modo semejante, también ustedes, hermanos míos, por la muerte corporal de Cristo, han muerto a la ley. Son, pues, libres para entregarse a otro, al resucitado de entre los muertos, a fin de producir frutos para Dios. Mientras vivíamos sometidos a nuestras desordenadas apetencias humanas, éramos terreno abonado para que nuestras bajas pasiones, activadas por la ley, produjeran frutos de muerte. Ahora, en cambio, muertos a la ley que nos tenía bajo su yugo, hemos quedado liberados de ella y podemos servir a Dios, no según la letra de la vieja ley, sino conforme a la nueva vida del Espíritu.

La ley y el pecado

¿Querrá todo esto decir que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Claro que, sin la ley, yo no habría experimentado el pecado. Por ejemplo, yo ignoraba lo que es tener malos deseos, hasta que vino la ley y dijo: No tengas malos deseos. Fue el pecado el que, aprovechando la ocasión que le proporcionaba el mandamiento, despertó en mí toda clase de malos deseos; sin la ley, pues, el pecado sería ineficaz. Hubo un tiempo en que, al no haber ley, todo era vida para mí. Pero, al venir el mandamiento, revivió el pecado, 10 y la muerte se abatió sobre mí. Un mandamiento que debía ser portador de vida, se convirtió para mí en instrumento de muerte. 11 Porque el pecado se aprovechó del mandamiento para engañarme y, valiéndose de él, me causó la muerte.

12 La ley, ciertamente, es santa. Y los mandamientos son santos, justos y buenos. 13 Entonces, algo bueno en sí mismo ¿se habrá convertido en mortífero para mí? ¡De ningún modo! Lo que sucede es que el pecado, para demostrar que lo es verdaderamente, me causó la muerte sirviéndose de algo bueno. Y así, con ayuda del mandamiento, el pecado se convierte en algo sobremanera mortífero.

Salmos 17

Salmo 17 (16)

Acerca tu oído a mí, escucha mis palabras

17 Oración de David.
¡Escucha, Señor, lo que es justo! Atiende mi súplica,
presta oído a mi ruego, pues mis labios no mienten.
Tú dictarás mi sentencia,
tus ojos discernirán lo que es justo.
Me has sondeado, me has examinado de noche,
me has probado y no has hallado mal alguno.
Mi boca no ha pecado;
frente a otras conductas humanas,
yo evité el camino del violento,
siguiendo la palabra de tus labios.
He mantenido mis pasos firmes en tus sendas
y no he dejado que mis pies se extravíen.
Yo te invoco y tú, Dios, me respondes.
¡Acerca tu oído a mí, escucha mis palabras!
Haz resplandecer tu amor,
tú que salvas de sus atacantes
a quienes se refugian en ti.
Protégeme como a la niña de tus ojos,
dame cobijo a la sombra de tus alas,
que los injustos me acosan,
los enemigos me asedian con saña.
10 Han endurecido su corazón,
hablan con arrogancia;
11 me acosan, me tienen cercado
y clavan en mí sus ojos para abatirme.
12 Son como un león ávido de devorar,
como un cachorro que acecha en lo oculto.
13 ¡Ponte, Señor, en acción;
hazle frente, derrótalo!
¡Que tu espada me libre del malvado
14 y tu mano, Señor, de los mortales!
Su heredad está en esta vida;
llena, pues, su vientre con tus bienes
y que sacien a sus hijos
y a sus pequeños dejen las sobras.
15 Pero yo, Señor, me he portado rectamente
y por eso contemplaré tu rostro;
al despertarme, me saciaré de tu imagen.

Proverbios 19:22-23

22 Lo que uno busca es ser leal,
más vale pobre que mentiroso.
23 El respeto al Señor lleva a la vida:
hace dormir a gusto y sin pesadillas.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España