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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
2 Crónicas 33

Últimos reyes de Judá (33—36)

Reinado de Manasés (2 Re 21,1-9.18)

33 Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante cincuenta y cinco años. Manasés ofendió al Señor imitando las perversiones de los pueblos que el Señor había expulsado ante los israelitas. Reconstruyó los santuarios locales de los altos que su padre Ezequías había derruido, levantó altares a los baales, erigió columnas y adoró y dio culto a todos los astros del cielo. Construyó altares en el Templo del que el Señor había dicho: “En Jerusalén estará siempre mi nombre”. Levantó altares a todos los astros del cielo en los dos patios del Templo. Quemó a sus hijos en sacrificio en el valle de Ben Hinón, practicó el espiritismo, la brujería y la hechicería, instituyó nigromantes y adivinos y ofendió tanto al Señor, que provocó su indignación. Hizo una estatua idolátrica y la colocó en el Templo del que Dios había dicho a David y a su hijo Salomón: “En este Templo y en Jerusalén, mi ciudad elegida entre todas las tribus de Israel, residirá mi nombre por siempre. No volveré a dejar que Israel abandone la tierra que di a sus antepasados, con tal que guarden y cumplan todo lo que les he mandado por medio de Moisés: la ley, los preceptos y las normas”. Pero Manasés indujo a Judá y a los habitantes de Jerusalén a portarse peor que las naciones que el Señor había aniquilado ante los israelitas.

10 El Señor habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. 11 Entonces el Señor hizo venir contra ellos a los jefes del ejército del rey de Asiria, que apresaron a Manasés con ganchos, lo ataron con cadenas de bronce y lo llevaron a Babilonia. 12 Pero en la adversidad trató de buscar al Señor, su Dios: se humilló profundamente ante el Dios de sus antepasados, 13 le suplicó, y Dios lo atendió, lo escuchó e hizo que regresara a Jerusalén y a su reino. Entonces Manasés reconoció que el Señor era el verdadero Dios.

14 Luego reconstruyó la muralla exterior de la Ciudad de David, al oeste del torrente Guijón hasta la puerta del Pescado, rodeando el Ófel, y la elevó considerablemente. Además, puso jefes militares en todas las ciudades fortificadas de Judá. 15 Retiró del Templo los dioses extranjeros y el ídolo, así como todos los altares que había levantado en el monte del Templo y en Jerusalén, y los arrojó fuera de la ciudad. 16 Restauró el altar del Señor, ofreció sobre él sacrificios de comunión y de acción de gracias, y ordenó a Judá que sirviera al Señor, Dios de Israel. 17 Sin embargo, el pueblo seguía ofreciendo sacrificios en los santuarios locales de los altos, aunque sólo al Señor su Dios.

18 El resto de la historia de Manasés, su oración al Señor y los oráculos de los profetas que le hablaron en nombre del Señor, está escrito en la historia de los Reyes de Israel. 19 Su oración y la escucha divina, todos sus pecados e infidelidades, los lugares donde construyó santuarios locales y erigió columnas e ídolos antes de convertirse, están escritos en la historia de Jozay. 20 Cuando Manasés murió fue enterrado en su palacio, y su hijo Amón le sucedió como rey.

Reinado de Amón (2 Re 21,19-20.23-24)

21 Amón tenía veintidós años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén durante dos años. 22 Amón ofendió al Señor como su padre Manasés, dando culto y ofreciendo sacrificios a todos los ídolos que había hecho su padre. 23 Sin embargo, no se humilló ante el Señor, como había hecho su padre Manasés, sino que multiplicó sus culpas. 24 Sus servidores conspiraron contra él y lo asesinaron en su palacio. 25 Pero el pueblo mató a todos los que habían conspirado contra el rey Amón y en su lugar nombraron rey a su hijo Josías.

Apocalipsis 19

Himno de triunfo y bodas del Cordero

19 Después de esto, oí algo como la voz sonora de una gran muchedumbre que cantaba en el cielo:

— ¡Aleluya!
Nuestro Dios es un Dios salvador,
fuerte y glorioso,
que juzga con justicia y con verdad.
Él ha condenado a la gran prostituta,
la que con su lujuria corrompía la tierra.
Ha vengado así en ella
la sangre de sus servidores.

Y el coro celestial repetía:

— ¡Aleluya!
El humo de su hoguera
sigue subiendo por siempre.

Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes cayeron, entonces, rostro en tierra y, adorando a Dios, que está sentado en el trono, decían:

— ¡Amén! ¡Aleluya!

Salió también del trono una voz que decía:

— Alaben a nuestro Dios
todos cuantos le sirven y veneran,
humildes y poderosos.

Oí luego algo parecido a la voz de una muchedumbre inmensa, al rumor de aguas caudalosas, al retumbar de truenos fragorosos. Proclamaban:

— ¡Aleluya!
El Señor Dios nuestro, dueño de todo,
ha establecido su reinado.
Alegrémonos y gocémonos
y ensalcemos su grandeza,
porque ha llegado el momento
de las bodas del Cordero.
¡Está su esposa engalanada,
vestida de lino finísimo
y deslumbrante de blancura!
El lino que representa
las buenas acciones de los consagrados a Dios.

Alguien me dijo:

— Escribe: “Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero”.

Y añadió:

— Palabras verdaderas de Dios son estas.

10 Me postré entonces a sus pies con intención de adorarlo, pero él me dijo:

— ¿Qué haces? Yo soy un simple servidor como tú y tus hermanos, los que dan testimonio de Jesús. A Dios debes adorar. (Y es que tener espíritu profético y dar testimonio de Jesús es una misma cosa.)

V.— LAS SIETE VISIONES (19,11—22,5)

El jinete del caballo blanco y la bestia

11 Vi luego el cielo abierto y un caballo blanco, cuyo jinete, llamado “Fiel” y “Veraz”, juzga con justicia y se dispone a combatir. 12 Sus ojos son como llamas de fuego, múltiples diademas ciñen su cabeza y lleva un nombre escrito que sólo él es capaz de descifrar. 13 Viste un manto empapado en sangre y su nombre es “La Palabra de Dios”. 14 Cubiertos de finísimo lino resplandeciente de blancura, los ejércitos del cielo galopan tras sus huellas sobre blancos caballos. 15 Una espada afilada sale de su boca para herir con ella a las naciones, a las que gobernará con cetro de hierro; y se dispone a pisar el lagar donde rezuma el vino de la terrible ira de Dios, que es dueño de todo. 16 Y escrito en el manto y sobre el muslo tiene este título: “Rey de reyes y Señor de señores”. 17 Vi también un ángel que, de pie sobre el sol, gritaba con voz poderosa a todas las aves rapaces que volaban por lo más alto del cielo:

— ¡Acudan todas al gran festín preparado por Dios! 18 Pueden comer carne a discreción: carne de reyes, de generales y de valientes guerreros; carne de caballos y de sus jinetes; carne de toda clase de gente: libres y esclavos, humildes y poderosos.

19 Vi entonces cómo la bestia y los reyes de la tierra concentraban sus ejércitos para presentar batalla al que montaba el caballo y a su ejército. 20 Pero la bestia fue hecha prisionera, y con ella el falso profeta, el que, realizando prodigios a favor de la bestia, había logrado seducir a cuantos se dejaron tatuar la marca de la bestia y adoraron su imagen. Ambos fueron arrojados vivos al lago ardiente de fuego y azufre. 21 Los demás fueron exterminados por la espada del jinete del caballo blanco —la espada que sale de su boca— y todas las aves rapaces se hartaron de sus carnes.

Malaquías 1

Título

Profecía. Palabra que el Señor dirigió a Israel por medio de Malaquías.

La elección de Israel

El Señor dice: “Yo los amo”. Pero ustedes responden: “¿Cómo muestras que nos amas?”. ¿No era Esaú hermano de Jacob? —oráculo del Señor—. Sin embargo, amé a Jacob y aborrecí a Esaú, cuyos montes convertí en desolación y cuya heredad abandoné a los chacales del desierto. Puesto que Edom dice: “Hemos sido destrozados, pero reconstruiremos las ruinas”, así responde el Señor del universo: Ellos edificarán y yo derribaré; y se dirá de ellos que son un país malvado y un pueblo contra el cual el Señor se ha airado perpetuamente. Cuando lo vean con sus propios ojos, dirán: “El Señor muestra su grandeza aún más allá de las fronteras de Israel”.

Reproches contra los sacerdotes

El Señor del universo les dice a ustedes, sacerdotes, que menosprecian su nombre: El hijo honra al padre y el siervo a su señor. Si, pues, yo soy padre, ¿dónde está mi honra? Y si soy Señor, ¿dónde está la reverencia que se me debe? Ustedes le responden: “¿En qué forma menospreciamos tu nombre?”. Pues en que ofrecen sobre mi altar alimentos impuros. Pero ustedes vuelven a preguntar: “¿En qué te hemos mancillado?”. Lo hacen al considerar que la mesa del Señor puede ser menospreciada. Cuando ofrecen animales ciegos para el sacrificio, ¿no piensan que está mal? Y cuando ofrecen animales lisiados o enfermos, ¿no piensan que está mal? Anden, ofrézcanselo a su gobernador, ¿creen que le agradarán y que los acogerá favorablemente? —dice el Señor del universo—. Así pues, supliquen el favor de Dios para que se apiade de nosotros. Porque si esto es lo que ofrecen, ¿creen que los acogerá favorablemente? —dice el Señor del universo—. 10 ¡Ojalá alguien entre ustedes cerrara las puertas [del Templo] para que no encendieran mi altar inútilmente! Ustedes no me agradan —dice el Señor del universo—, ni me complace la ofrenda de sus manos. 11 Porque, desde el levante hasta el poniente, se reconoce la grandeza de mi nombre en todas las naciones, y en todo lugar se me ofrece incienso y una ofrenda pura. Ciertamente se reconoce la grandeza de mi nombre en todas las naciones —dice el Señor del universo—, 12 pero ustedes lo profanan cuando dicen: “La mesa del Señor está contaminada y su comida es despreciable”. 13 Exclaman: “¡Qué hastío!”, y lo desprecian —dice el Señor del universo—. Me traen animales robados, lisiados y enfermos, y los presentan como ofrenda: ¿puedo yo agradarme en ella?, dice el Señor. 14 Maldito el tramposo que, teniendo un macho sano en su rebaño y habiendo hecho un voto, sacrifica uno dañado al Señor. Yo soy el Gran Rey —dice el Señor del universo— y mi nombre es respetado entre las naciones.

Juan 18

Arresto de Jesús (Mt 26,47-56; Mc 14,43-50; Lc 22,47-53)

18 Dicho esto, salió Jesús acompañado de sus discípulos, pasaron al otro lado del torrente Cedrón y entraron en un huerto. Este lugar era bien conocido de Judas, el traidor, ya que Jesús acudía frecuentemente a él con sus discípulos.

Así pues, Judas tomó consigo un destacamento de soldados y guardias puestos a su disposición por los jefes de los sacerdotes y los fariseos, y se dirigió a aquel lugar. Además de las armas, llevaban antorchas y faroles. Jesús, que sabía perfectamente todo lo que iba a sucederle, salió a su encuentro y les preguntó:

— ¿A quién buscan?

Ellos le contestaron:

— A Jesús de Nazaret.

Jesús les dijo:

— Yo soy.

Judas, el traidor, estaba con ellos. Al decirles Jesús: “Yo soy”, se echaron atrás y cayeron en tierra. Jesús les preguntó otra vez:

— ¿A quién buscan?

Ellos repitieron:

— A Jesús de Nazaret.

Jesús les dijo:

— Ya les he dicho que soy yo. Por tanto, si me buscan a mí, dejen que estos se vayan.

(Así se cumplió lo que él mismo había dicho: “No he perdido a ninguno de los que me confiaste”). 10 Entonces Simón Pedro, que tenía una espada, la desenvainó e hirió con ella a un criado del sumo sacerdote, cortándole la oreja derecha. (Este criado se llamaba Malco). 11 Pero Jesús dijo a Pedro:

— Envaina la espada. ¿Es que no he de beber esta copa de amargura que el Padre me ha destinado?

12 La tropa, con su comandante al frente, y los guardias judíos arrestaron a Jesús y lo maniataron.

Jesús llevado ante Anás

13 Llevaron primero a Jesús a casa de Anás, que era suegro de Caifás, el sumo sacerdote de aquel año. 14 (Este Caifás era el que había dado a los judíos aquel consejo: “Es conveniente que muera un solo hombre por el pueblo”).

Primera negación de Pedro (Mt 26,69-70; Mc 14,66-68; Lc 22,54b-57)

15 Simón Pedro y otro discípulo se fueron detrás de Jesús. Este discípulo, que era conocido del sumo sacerdote, entró al mismo tiempo que Jesús en la mansión del sumo sacerdote. 16 Pedro, en cambio, tuvo que quedarse afuera, a la puerta, hasta que salió el otro discípulo, el conocido del sumo sacerdote, habló con la portera y consiguió que lo dejaran entrar. 17 Pero la criada que hacía de portera se fijó en Pedro y le preguntó:

— ¿No eres tú de los discípulos de ese hombre?

Pedro contestó:

— No, no lo soy.

18 Como hacía frío, los criados y los guardias habían encendido una hoguera y estaban allí de pie, calentándose. También Pedro se quedó de pie junto a ellos, calentándose.

Anás interroga a Jesús

19 El sumo sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y sobre su enseñanza. 20 Jesús le respondió:

— Yo he hablado siempre en público a todo el mundo. He enseñado en las sinagogas y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos. No he enseñado nada clandestinamente. 21 ¿A qué viene este interrogatorio? Pregunta a mis oyentes; ellos te informarán sobre lo que he dicho.

22 Al oír esta respuesta, uno de los guardias que estaban junto a Jesús le dio una bofetada, al tiempo que lo increpaba:

— ¿Cómo te atreves a contestar así al sumo sacerdote?

23 Jesús le replicó:

— Si he hablado mal, demuéstrame en qué; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?

Jesús llevado ante Caifás y nueva negación de Pedro (Mt 26,57.71-75; Mc 14,53.69-72; Lc 22,54a.58-62)

24 Entonces Anás envió a Jesús atado a Caifás, el sumo sacerdote, 25 mientras Simón Pedro seguía allí de pie, calentándose. Alguien le preguntó:

— ¿No eres tú también uno de los discípulos de ese hombre?

Pedro lo negó diciendo:

— No, no lo soy.

26 Pero uno de los criados del sumo sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro cortó la oreja, le replicó:

— ¿Cómo que no? ¡Yo mismo te vi en el huerto con él!

27 Pedro volvió a negarlo. Y en aquel momento cantó un gallo.

Jesús ante Pilato (Mt 27,1-2.11-14; Mc 15,1-5; Lc 23,1-5)

28 Condujeron a Jesús de casa de Caifás al palacio del gobernador. Era muy de mañana. Los judíos no entraron en el palacio para no contraer una impureza legal que les habría impedido participar en la cena de Pascua. 29 Por eso tuvo que salir Pilato para preguntarles:

— ¿De qué acusan a este hombre?

30 Ellos le contestaron:

— Si no fuese un criminal, no te lo habríamos entregado.

31 Pilato les dijo:

— Muy bien, llévenselo y júzguenlo según la ley de ustedes.

Los judíos replicaron:

— Nosotros no tenemos autoridad para dar muerte a nadie.

32 Y es que tenía que cumplirse lo que Jesús había anunciado sobre la clase de muerte que iba a sufrir. 33 Entonces Pilato volvió a entrar en su palacio, mandó traer a Jesús y le preguntó:

— ¿Eres tú el rey de los judíos?

34 Contestó Jesús:

— ¿Me haces esa pregunta por tu cuenta o te la han sugerido otros?

35 Pilato replicó:

— ¿Acaso soy yo judío? Son los de tu propia nación y los jefes de los sacerdotes los que te han entregado a mí. ¿Qué es lo que has hecho?

36 Jesús respondió:

— Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, mis servidores habrían luchado para librarme de los judíos. Pero no, mi reino no es de este mundo.

37 Pilato insistió:

— Entonces, ¿eres rey?

Jesús le respondió:

— Soy rey, como tú dices. Y mi misión consiste en dar testimonio de la verdad. Precisamente para eso nací y para eso vine al mundo. Todo el que ama la verdad escucha mi voz.

38 Pilato repuso:

— ¿Y qué es la verdad?

Jesús y Barrabás (Mt 27,15-17.20-21; Mc 15,6-11; Lc 23,17-19)

Dicho esto, Pilato salió de nuevo y dijo a los judíos:

— Yo no encuentro delito alguno en este hombre. 39 Pero como ustedes tienen la costumbre de que durante la fiesta de la Pascua les ponga en libertad a un preso, ¿quieren que deje en libertad al rey de los judíos?

40 Ellos, entonces, se pusieron de nuevo a gritar:

— ¡No, a ese no! ¡Deja en libertad a Barrabás!

(El tal Barrabás era un bandido).

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España