M’Cheyne Bible Reading Plan
III.— REINADO DE SALOMÓN (1—9)
Comienzos del reinado (1,1-17)
Sabiduría de Salomón (1 Re 3,3-15)
1 Salomón, hijo de David, se afianzó en su reino. El Señor su Dios estaba con él y lo engrandeció extraordinariamente. 2 Salomón convocó a todo Israel, a los capitanes de millar y de cien, a los gobernadores y a todos los cabezas de familia que eran jefes en Israel 3 y acompañado de toda la asamblea se dirigió al santuario de Gabaón, donde se encontraba la Tienda del encuentro con Dios que Moisés, el siervo del Señor, había hecho en el desierto. 4 David había trasladado el Arca de Dios desde Quiriat Jearín para colocarla en Jerusalén en la Tienda que le había preparado. 5 Pero el altar de bronce, fabricado por Selalel, hijo de Urí y nieto de Jur, estaba allí, ante el santuario del Señor, adonde habían ido Salomón y la asamblea para consultarlo. 6 Salomón subió allí al altar de bronce que estaba ante el Señor, en la Tienda del encuentro, y ofreció mil holocaustos. 7 Aquella misma noche Dios se apareció a Salomón y le dijo:
— Pídeme lo que quieras.
8 Salomón le respondió:
— Tú trataste a mi padre David con especial favor y a mí me has permitido reinar en su lugar. 9 Ahora, Dios, el Señor, cumple la promesa que hiciste a mi padre David, pues me has hecho rey de un pueblo tan numeroso como el polvo de la tierra. 10 Concédeme, pues, sabiduría e inteligencia para dirigir a este pueblo, pues ¿quién es capaz de gobernar a un pueblo tan grande como el tuyo?
11 Y Dios respondió a Salomón:
— Puesto que ese es tu deseo, y no has pedido riquezas, bienes y fama, ni la muerte de los que te odian, ni larga vida, sino sabiduría e inteligencia para juzgar a mi pueblo, del que te he convertido en rey, 12 se te conceden sabiduría e inteligencia y además te daré riquezas, bienes y fama como no las han tenido los reyes que te precedieron ni las tendrán los que te sucedan.
13 Salomón regresó a Jerusalén desde la Tienda del encuentro del santuario de Gabaón y reinó sobre Israel.
Riquezas de Salomón (1 Re 10,26-29)
14 Salomón reunió carros y caballos: llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos que guardaba en los establos de las ciudades y en Jerusalén junto a él. 15 El rey hizo que en Jerusalén hubiera tanta plata y oro como piedras y tantos cedros como higueras silvestres en la llanura. 16 Los caballos de Salomón provenían de Egipto y de Quevé, donde los compraban los proveedores del rey. 17 El carro importado de Egipto valía seiscientas monedas de plata y el caballo, ciento cincuenta, exactamente igual que los exportados a los reinos hititas y arameos por los mismos proveedores.
Construcción y dedicación del Templo (1,18—8,1)
Preparativos inmediatos
18 Salomón decidió edificar un Templo en honor del Señor y un palacio para su reino.
Introducción (1,1-4)
La Palabra de la vida
1 Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos, lo que hemos contemplado y tocado con nuestras manos en relación con la Palabra de la vida, 2 —se trata de la vida eterna que estaba junto al Padre y que se ha manifestado, que se nos ha hecho visible y nosotros la hemos visto y damos testimonio de ella y se la anunciamos a ustedes—, 3 eso que hemos visto y oído, se lo anunciamos ahora para que vivan en unión con nosotros como nosotros vivimos en unión con el Padre y con su Hijo Jesucristo. 4 Esto que escribimos es para que nuestra común alegría sea completa.
I.— LUZ EN MEDIO DE LAS TINIEBLAS (1,5—2,29)
Dios es luz
5 Este es el mensaje que escuchamos a Jesucristo y que ahora les anunciamos: Dios es luz sin mezcla de tinieblas. 6 Si vamos diciendo que estamos unidos a Dios pero vivimos en tinieblas, mentimos y no practicamos la verdad. 7 Pero, si vivimos de acuerdo con la luz, como él vive en la luz, entonces vivimos unidos los unos con los otros y la muerte de su Hijo Jesús nos limpia de todo pecado.
8 Si alardeamos de no cometer pecado, somos unos ilusos y no poseemos la verdad. 9 Si, por el contrario, reconocemos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos purificará de toda iniquidad. 10 Si alardeamos de no haber pecado, dejamos a Dios por mentiroso y además es señal de que no hemos acogido su mensaje.
Lamentación del profeta
7 ¡Ay de mí! Soy como quien siega en verano,
como quien rebusca después de la vendimia.
Ni un racimo hay para comer,
ni una de esas brevas que tanto me gustan.
2 No hay en el país ninguno que sea fiel,
no queda ningún justo entre la gente;
todos acechan para derramar sangre,
se tienden trampas unos a otros.
3 Emplean sus manos para el mal:
el príncipe pone exigencias para el bien,
el juez se deja sobornar,
el poderoso proclama su ambición.
4 Es como una zarza el mejor de ellos,
y el más recto [peor] que mata de espinos.
Tú vas a intervenir en el día de la cuenta
que tus centinelas han anunciado;
con ello llegará su desgracia.
5 No se fíen de su prójimo,
ni pongan la confianza en el amigo;
incluso con la que duerme en tu seno,
ten buen cuidado de lo que dices.
6 El hijo trata con desprecio al padre,
la hija se alza contra la madre
y la nuera contra su suegra:
los enemigos de uno son sus parientes.
7 Pero yo pongo mi confianza en el Señor,
espero en Dios, mi salvador,
seguro de que mi Dios me escuchará.
Liturgia de esperanza (7,8-20)
Esperanza de restauración
8 No te alegres de mi suerte, enemiga mía;
si he caído, me levantaré,
si estoy en tinieblas, el Señor es mi luz.
9 Tengo que soportar la ira del Señor
hasta que se haga cargo de mi causa
y restablezca mi derecho,
pues he pecado contra el Señor.
Él me llevará hasta la luz
y me hará experimentar su victoria.
10 Lo contemplará mi enemiga,
la que decía: “¿Dónde está tu Dios?”,
y quedará cubierta de vergüenza.
Y yo me alegraré al verla pisoteada
como si fuera barro de las calles.
11 Llega el día de reconstruir tus muros,
el día de ensanchar tus fronteras.
12 Ese día llegarán hasta ti
desde Asiria hasta Egipto,
desde Egipto hasta el Éufrates,
de un mar a otro mar,
de una montaña a otra montaña.
13 El país se convertirá en desierto
por la conducta de sus habitantes.
14 Pastorea a tu pueblo con tu cayado,
al rebaño que constituye tu heredad
y pasta solitario entre matorrales;
que paste, como antaño, en Basán y Galaad.
15 Como cuando salió de Egipto,
haré que experimente maravillas.
16 Lo comprobarán las naciones
y quedarán avergonzadas
a pesar de todo su poderío;
se taparán la boca con la mano
y quedarán sordos sus oídos;
17 lamerán el polvo como la serpiente,
como reptiles arrastrándose por tierra.
Temblando saldrán de sus guaridas
para ir hacia el Señor nuestro Dios;
estarán aterradas [las naciones] ante ti.
18 ¿Qué Dios perdona el pecado
y pasa por alto, como haces tú,
las culpas al resto de su heredad?
No mantendrá por siempre su ira,
pues se complace en el amor.
19 Volverá a manifestarnos su ternura,
olvidará y arrojará al mar nuestras culpas.
20 Otorgarás a Jacob tu fidelidad
y dispensarás a Abrahán tu amistad,
como lo prometiste en otro tiempo
a quienes fueron nuestros antepasados.
Parábola del administrador astuto
16 Dijo también Jesús a los discípulos:
— Un hombre rico tenía un administrador que fue acusado ante su amo de malversar sus bienes. 2 El amo lo llamó y le dijo: “¿Qué es esto que me dicen de ti? Preséntame las cuentas de tu administración, porque desde ahora quedas despedido de tu cargo”. 3 El administrador se puso a pensar: “¿Qué voy a hacer ahora? Mi amo me quita la administración, y yo para cavar no tengo fuerzas, y pedir limosna me da vergüenza. 4 ¡Ya sé qué voy a hacer para que, cuando deje el cargo, no falte quien me reciba en su casa!”. 5 Comenzó entonces a llamar, uno por uno, a los deudores de su amo. Al primero le preguntó: “¿Cuánto debes a mi amo?”. 6 Le contestó: “Cien barriles de aceite”. El administrador le dijo: “Pues mira, toma tus recibos y apunta sólo cincuenta”. 7 Al siguiente le preguntó: “¿Tú cuánto le debes?”. Le contestó: “Cien sacos de trigo”. Le dijo el administrador: “Pues mira, toma tus recibos y apunta sólo ochenta”. 8 Y el amo elogió la astucia de aquel administrador corrupto porque, en efecto, los que pertenecen a este mundo son más sagaces en sus negocios que los que pertenecen a la luz. 9 Por eso, les aconsejo que se ganen amigos utilizando las riquezas de este mundo. Así, cuando llegue el día de dejarlas, habrá quien los reciba en la mansión eterna. 10 El que es fiel en lo poco, también será fiel en lo mucho; y el que no es fiel en lo poco, tampoco lo será en lo mucho. 11 De modo que si ustedes no son fieles con las riquezas de este mundo, ¿quién les confiará la verdadera riqueza? 12 Y si no son fieles con lo ajeno, ¿quién les dará lo que les pertenece a ustedes?
Dios y el dinero (Mt 6,24)
13 Ningún criado puede servir a dos amos al mismo tiempo, porque aborrecerá al uno y apreciará al otro, o será fiel al uno y del otro no hará caso. No pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero.
La ley y el reino de Dios (Mt 11,12-13)
14 Todas estas cosas las oían los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de Jesús. 15 Él les dijo:
— Ustedes pretenden pasar por gente de bien delante de los demás, pero Dios sabe lo que tienen en el corazón; y aquello que la gente juzga valioso, para Dios es sólo basura. 16 La ley de Moisés y las enseñanzas de los profetas tuvieron plena vigencia hasta que vino Juan el Bautista; desde entonces se anuncia el reino de Dios y todos se oponen con violencia a él. 17 Más fácil es que dejen de existir el cielo y la tierra que se pierda una sola coma de la ley.
Sobre la separación conyugal
18 El que se separe de su mujer para casarse con otra, comete adulterio. Y también comete adulterio el que se case con una mujer separada.
El rico glotón y Lázaro el mendigo
19 Jesús prosiguió:
— Había una vez un hombre rico que vestía de púrpura y finísimo lino, y que todos los días celebraba grandes fiestas. 20 Y había también un pobre, llamado Lázaro que, cubierto de llagas, estaba tendido a la puerta del rico. 21 Deseaba llenar su estómago con lo que caía de la mesa del rico y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas. 22 Cuando el pobre murió, los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán. Tiempo después murió también el rico, y fue enterrado. 23 Y sucedió que, estando el rico en el abismo, levantó los ojos en medio de los tormentos y vio a lo lejos a Abrahán y a Lázaro en su compañía. 24 Entonces exclamó: “¡Padre Abrahán, ten compasión de mí! ¡Envíame a Lázaro, que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque sufro lo indecible en medio de estas llamas!”. 25 Abrahán le contestó: “Amigo, recuerda que durante tu vida terrena recibiste muchos bienes, y que Lázaro, en cambio, solamente recibió males. Pues bien, ahora él goza aquí de consuelo y a ti te toca sufrir. 26 Además, entre nosotros y ustedes se abre una sima infranqueable, de modo que nadie puede ir a ustedes desde aquí, ni desde ahí puede venir nadie hasta nosotros”. 27 El rico dijo: “Entonces, padre, te suplico que envíes a Lázaro a mi casa paterna 28 para que hable a mis cinco hermanos, a fin de que no vengan también ellos a este lugar de tormento”. 29 Pero Abrahán le respondió: “Ellos ya tienen lo que han escrito Moisés y los profetas. Que los escuchen”. 30 El rico replicó: “No, padre Abrahán, sólo si alguno de los que han muerto va a hablarles, se convertirán”. 31 Abrahán le contestó: “Si no quieren escuchar a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque resucite uno de los que han muerto”.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España