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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
1 Samuel 20-21

Jonatán ayuda a David

20 De Naiot, David se fue a donde estaba Jonatán, y le preguntó:

—¿De qué maldad se me acusa? ¿En qué le he fallado a tu padre, para que quiera matarme?

—¡Nadie va a matarte! —contestó Jonatán. ¡Eso jamás pasará! Mi padre siempre me cuenta todo lo que piensa hacer, tenga o no importancia. ¿Tú crees que no me contaría algo así?

Pero David insistió:

—¡Te juro por Dios y por ti mismo que puedo morir en cualquier momento! Tu padre sabe bien que tú y yo somos buenos amigos. Y seguramente habrá pensado: “Si se lo digo a Jonatán, haré que se ponga triste”.

—Dime entonces qué quieres que haga —le respondió Jonatán.

Y David le dijo:

—Mañana se celebra la fiesta de la luna nueva. Se supone que yo debo comer con tu padre, pues es el rey. Te ruego que me dejes esconderme en el campo hasta pasado mañana. Si tu padre pregunta por mí, dile que tú me diste permiso de ir a Belén, que es mi pueblo, a celebrar la fiesta con mi familia. Si no se enoja, podré estar tranquilo. Pero si se enoja, ¡puedes estar seguro de que quiere matarme!

»Tú y yo hemos hecho un pacto de amistad delante de Dios, por eso te ruego que me hagas un favor: Si hice algo malo, mátame tú mismo. Prefiero que lo hagas tú, y no tu padre.

Pero Jonatán le dijo:

—¡Jamás haría yo tal cosa! Por el contrario, si llego a saber que mi padre quiere matarte, te lo diré de inmediato.

10 David le preguntó:

—¿Cómo sabré entonces si tu padre quiere matarme?

11 Y Jonatán le dijo:

—Ven conmigo al campo.

Una vez allí, 12 Jonatán le dijo a David:

—Te juro por el Dios de Israel, que pasado mañana, a esta misma hora, aquí mismo le preguntaré a mi padre qué piensa hacer contigo. Si todo está bien, te lo mandaré a decir. 13 Pero si quiere matarte y no te lo digo, ¡que Dios me castigue duramente si no te ayudo a escapar!

»Que Dios te cuide como cuidó a mi padre. 14-15 Yo sé que Dios no dejará vivo a ninguno de tus enemigos. Pero tú, ¡júrame que serás bueno conmigo, así como Dios ha sido bueno con nosotros! ¡Júrame que no dejarás que me maten, ni que maten a toda mi familia! 16 ¡Que Dios castigue a todos tus enemigos!

De este modo Jonatán renovó su pacto con David y su familia. 17 Además, como amaba tanto a David, volvió a hacerle un juramento de amistad. 18 Le dijo:

—Mañana se celebra la fiesta de la luna nueva. Como no vas a estar presente, van a preguntar por ti. 19 Así que vete al lugar donde te escondiste cuando empezaron estos problemas, y espérame pasado mañana cerca de la piedra de Ézel.

20 »Yo voy a disparar algunas flechas hacia ese lugar, como si estuviera tirando al blanco, 21 y mandaré a un muchacho para que las levante. Si me oyes decirle: “¡Tráeme las flechas; están aquí cerca!”, te juro por Dios que puedes volver tranquilo, pues eso quiere decir que no corres ningún peligro.

22 »Pero si me oyes gritarle: “¡Más allá! ¡Las flechas están más allá!”, huye, porque eso es lo que Dios quiere.

23 »Dios es testigo de que hemos hecho estas promesas.

24 Entonces David fue a esconderse en el campo.

Cuando empezó la fiesta de la luna nueva, el rey se sentó a comer 25 junto a la pared, como siempre lo hacía. Jonatán se sentó enfrente del rey, y Abner se sentó a su lado. El lugar de David estaba vacío. 26 Saúl no dijo nada ese día porque pensó: «Tal vez David no vino por no haber cumplido con los ritos para purificarse».

27 Al día siguiente, que era el segundo día del mes, el lugar de David seguía vacío. Entonces Saúl le preguntó a su hijo Jonatán:

—¿Por qué David no vino a comer ni ayer ni hoy?

28 Y Jonatán le respondió:

—David me rogó que le diera permiso de ir a Belén, 29 porque su hermano lo mandó a llamar. David va a presentar la ofrenda anual en Belén, junto con su familia. Yo le di permiso. Por eso no vino a comer contigo.

30 Saúl se enfureció contra Jonatán y le gritó:

—¡Hijo de mala madre! Ya sabía que estabas del lado de David. ¡Qué vergüenza para ti y para tu madre! 31 Mientras David viva, no podrás llegar a ser rey. Así que manda que me lo traigan, porque está condenado a muerte.

32 Pero Jonatán le respondió:

—¿Y por qué ha de morir? ¿Qué mal ha hecho?

33-34 En vez de responderle, Saúl le arrojó su lanza, con la intención de matarlo. Jonatán, por su parte, se levantó de la mesa y ya no participó en la comida del segundo día de la fiesta. Estaba furioso y triste de que su padre hubiera ofendido a David. Fue así como Jonatán se dio cuenta de que su padre quería matar a David.

35 Al día siguiente, Jonatán salió al campo en compañía de un muchacho, y se dirigió al lugar que le había dicho a David. 36 Al llegar a ese lugar, le ordenó al muchacho: «Ve a recoger las flechas que voy a disparar».

Mientras el muchacho corría a buscar una de las flechas, Jonatán disparó otra, la cual cayó más allá de donde estaba el muchacho. 37-39 Jonatán le gritó: «¡Corre, no te detengas, que más allá hay otra flecha!»

Sin sospechar nada, el muchacho fue y recogió las flechas de Jonatán, pues sólo David y él sabían lo que eso quería decir. 40 Luego Jonatán le dio sus armas al muchacho y le ordenó: «Llévatelas a la casa».

41 Cuando el muchacho se fue, David salió de su escondite y, de cara al suelo en señal de respeto, se inclinó tres veces delante de Jonatán. Luego se abrazaron y lloraron mucho, aunque David lloraba más. 42 Entonces Jonatán le dijo a David: «Vete en paz. Tú y yo hemos jurado por Dios que siempre seremos buenos amigos. Que Dios nos ayude, y que ayude a nuestras familias a cumplir este juramento».

Dicho esto, Jonatán regresó a la ciudad.

David huye de Saúl

21 Por su parte, David se fue a Nob, donde vivía el sacerdote Ahimélec. Cuando Ahimélec vio a David, se puso nervioso y le preguntó:

—¿Por qué vienes solo?

—Porque el rey me mandó a una misión especial y me pidió guardar el secreto —le contestó David—. Por eso es que ni mis hombres vienen conmigo. Con ellos debo encontrarme en otro lugar. Por cierto, tengo mucha hambre. ¿Podrías darme unas cinco piezas de pan, o lo que tengas?

—Sólo tengo el pan que usamos en el santuario —le contestó el sacerdote—. Te lo puedo dar, siempre y cuando ni tú ni tus hombres hayan tenido relaciones sexuales.

—No te preocupes —respondió David—, que ni siquiera cuando salimos a un viaje de rutina tenemos relaciones sexuales con nuestras esposas, mucho menos ahora.

Como el sacerdote no tenía ninguna otra clase de pan, le dio a David el que se ofrendaba a Dios. Era el pan que acababan de quitar del altar para poner uno nuevo y caliente. 7-9 David le dijo a Ahimélec:

—¿Podrías prestarme alguna lanza o espada? Fue tan urgente la orden del rey, que no alcancé a traer ningún arma conmigo.

—No tengo más que la espada de Goliat —contestó el sacerdote—. Es la espada del filisteo que mataste en el valle de Elá. Está allí, envuelta en tela, detrás de mi chaleco sacerdotal. Puedes llevártela, si quieres.

—Está muy bien —aceptó David—. Dámela.

Ese día estaba en el santuario un edomita llamado Doeg, que era el jefe de los pastores de Saúl.

10 David siguió huyendo de Saúl, y de allí se fue a Gat, que era una ciudad filistea. Cuando llegó allá, 11 lo llevaron ante el rey Aquís, a quien sus consejeros le dijeron: «Éste es David, el rey de esta tierra, de quien habla la canción: “Saúl mató a mil soldados, pero David mató a diez mil”».

12 Cuando David supo esto, tuvo mucho miedo de que el rey Aquís fuera a hacerle daño. 13 Entonces empezó a rasguñar los portones de la ciudad y a babear, como si estuviera loco. 14 Aquís les reclamó a sus consejeros: «¿Para qué me trajeron a este loco? 15 ¡Ya tengo en mi palacio suficientes locos, como para que me traigan otro más!»

Juan 9

Jesús sana a un ciego

Cuando Jesús salió del templo, vio por el camino a un joven que había nacido ciego. Los discípulos le preguntaron a Jesús:

—Maestro, ¿quién tiene la culpa de que este joven haya nacido ciego? ¿Fue por algo malo que hizo él mismo, o por algo malo que hicieron sus padres?

Jesús les respondió:

—Ni él ni sus padres tienen la culpa. Nació así para que ustedes vean cómo el poder de Dios lo sana. Mientras yo esté con ustedes, hagamos el trabajo que Dios mi Padre me mandó hacer; vendrá el momento en que ya nadie podrá trabajar. Mientras yo estoy en el mundo, soy la luz del mundo.

Enseguida Jesús escupió en el suelo, hizo un poco de lodo con la saliva, y se lo puso al joven en los ojos. Entonces le dijo: «Ve a la piscina de Siloé,[a] y lávate los ojos.»

El ciego fue y se lavó, y cuando regresó ya podía ver. Sus vecinos y todos los que antes lo habían visto pedir limosna se preguntaban: «¿No es éste el joven ciego que se sentaba a pedir dinero?» Unos decían: «Sí, es él.» Otros decían: «No, no es él, aunque se le parece mucho.» Pero él mismo decía: «¡Claro que soy yo!» 10 Entonces le preguntaron:

—¿Cómo es que ya puedes ver?

11 Él respondió:

—Un hombre llamado Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos, y me dijo que fuera a la piscina de Siloé y que me lavara. Yo fui, y en cuanto me lavé los ojos pude ver.

12 —¿Y dónde está Jesús? —le preguntaron.

—No lo sé —contestó él.

Los fariseos y el ciego sanado

13-14 Cuando Jesús hizo lodo y sanó al ciego era día de descanso obligatorio. Por eso, algunos llevaron ante los fariseos al joven que había sido sanado. 15 Los fariseos le preguntaron:

—¿Cómo es que ya puedes ver?

El joven les respondió:

—Jesús me puso lodo en los ojos, y ahora puedo ver.

16 Algunos fariseos dijeron: «A ese hombre no lo ha enviado Dios, pues desobedece la ley que prohíbe trabajar en sábado.» Pero otros decían: «¿Cómo puede un pecador hacer milagros como éste?» Y no se ponían de acuerdo. 17 Entonces le preguntaron al que había sido ciego:

—Ya que ese hombre te dio la vista, ¿qué opinas de él?

—Yo creo que es un profeta —les contestó.

18 Pero los jefes judíos no creían que ese joven hubiera sido ciego y que ahora pudiera ver. Entonces llamaron a los padres del joven 19 y les preguntaron:

—¿Es éste su hijo? ¿Es cierto que nació ciego? ¿Cómo es que ahora puede ver?

20 Los padres respondieron:

—De que éste es nuestro hijo, y de que nació ciego, no tenemos ninguna duda. 21 Pero no sabemos cómo es que ya puede ver, ni quién lo sanó. Pregúntenselo a él, pues ya es mayor de edad y puede contestar por sí mismo.

22-23 Los padres dijeron esto porque tenían miedo de los jefes judíos, ya que ellos se habían puesto de acuerdo para expulsar de la sinagoga a todo el que creyera y dijera que Jesús era el Mesías.

24 Los jefes judíos volvieron a llamar al que había sido ciego, y le dijeron:

—Júranos por Dios que nos vas a decir la verdad. Nosotros sabemos que el hombre que te sanó es un pecador.

25 Él les contestó:

—Yo no sé si es pecador. ¡Lo que sí sé es que antes yo era ciego, y ahora veo!

26 Volvieron a preguntarle:

—¿Qué hizo? ¿Cómo fue que te sanó?

27 Él les contestó:

—Ya les dije lo que hizo, pero ustedes no me hacen caso. ¿Para qué quieren que les repita lo mismo? ¿Acaso también ustedes quieren ser sus seguidores?

28 Los jefes judíos lo insultaron y le dijeron:

—Seguidor de ese hombre lo serás tú. Nosotros somos seguidores de Moisés. 29 Y sabemos que Dios le habló a Moisés; pero de ese Jesús no sabemos nada.

30 El joven les respondió:

—¡Qué extraño! Ustedes no saben de dónde viene y, sin embargo, a mí me ha sanado. 31 Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero sí escucha a los que lo adoran y lo obedecen. 32 Nunca he sabido que alguien le haya dado la vista a uno que nació ciego. 33 Si este hombre no fuera enviado por Dios, no podría hacer nada.

34 Entonces le contestaron:

—Ahora resulta que tú, siendo pecador desde que naciste, nos vas a enseñar. ¡Ya no te queremos en nuestra sinagoga!

35 Jesús se enteró de esto, y cuando se encontró con el joven le preguntó:

—¿Crees en el Hijo del hombre?

36 El joven le respondió:

—Señor, dígame usted quién es, para que yo crea en él.

37 Jesús le dijo:

—Lo estás viendo. Soy yo, el que habla contigo.

38 Entonces el joven se arrodilló ante Jesús y le dijo:

—Señor Jesús, creo en ti.

39 Luego Jesús dijo: «Yo he venido al mundo para juzgarlos a todos. Les daré vista a los ciegos, y se la quitaré a los que ahora creen ver bien.»

40 Algunos fariseos que estaban por allí lo oyeron decir esto, y le preguntaron:

—¿Quieres decir que nosotros también somos ciegos?

41 Jesús les contestó:

—Si ustedes reconocieran que no ven tanto como creen, Dios no los culparía por sus pecados. Pero como creen ver muy bien, Dios sí los culpará por sus pecados.

Salmos 113-114

La bondad de Dios

SALMO 113 (112)

113 ¡Alabemos a nuestro Dios!

Ustedes, los que obedecen a Dios,
¡alábenlo!
2-3 ¡Sea siempre bendito nuestro Dios!
¡Alábenlo a todas horas!
¡Alábenlo ahora y siempre!
4-6 Dios reina en las alturas,
y desde allí contempla
los cielos y la tierra.
Dios gobierna con poder
sobre todas las naciones.
¡No hay nada que se compare
con nuestro Dios!
A la gente pobre y humilde
la saca de la miseria,
y le da un sitio de honor
entre la gente importante.
A la mujer que no tiene hijos,
le concede dos alegrías:
¡llegar a ser madre,
y tener un hogar!

¡Alabemos a nuestro Dios!

Marcha triunfal de los israelitas

SALMO 114 (113a)

114 Desde que los israelitas
salieron de Egipto,
de ese país extranjero,
Judá llegó a ser
el lugar donde Dios puso su templo.
La tierra de Israel
llegó a ser su dominio.

Al ver a los israelitas,
el mar les abrió paso
y el río Jordán dejó de correr;
las montañas y las colinas
saltaron como corderos.

¿Qué te pasó, mar?
¿Por qué les abriste paso?
¿Qué te pasó, río Jordán?
¿Por qué dejaste de correr?
Y ustedes, montañas y colinas,
¿por qué saltaron como corderos?

7-8 Tierra,
¡ponte a temblar
en presencia de nuestro Dios!
Él convirtió la roca en manantial.
¡Él es el Dios de Israel!

Proverbios 15:15-17

15 Para el que anda triste,
todos los días son malos;
para el que anda feliz,
todos los días son alegres.

16 Más vale ser pobre y obedecer a Dios
que ser rico y vivir en problemas.

17 Las verduras son mejores que la carne
cuando se comen con amor.