The Daily Audio Bible
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VI.— DESPEDIDA Y MUERTE DE MOISÉS (31—34)
Josué, sucesor de Moisés (Nm 27,12-23)
31 Moisés habló de nuevo a todo Israel, y le dijo:
2 — Tengo ciento veinte años y no me quedan fuerzas para andar yendo y viniendo. Además el Señor me ha dicho que no cruzaré el Jordán, 3 pues ha ordenado que sea Josué quien vaya al frente. El Señor tu Dios irá delante de ti y destruirá a tu paso esas naciones para que puedas conquistarlas. 4 El Señor las aniquilará como hizo con Sijón y con Og, reyes de los amorreos, y con su país. 5 Pero cuando el Señor ponga a esas naciones en tus manos, harán con ellas lo que yo les he ordenado. 6 ¡Sean fuertes y decididos, no teman ni se acobarden ante ellas! El Señor tu Dios va contigo, no te dejará ni te abandonará.
7 Después Moisés llamó a Josué y, en presencia de todo Israel, le dijo:
— Sé fuerte y decidido, porque tú harás entrar a este pueblo en la tierra que el Señor les prometió dar según juró a tus antepasados. Tú repartirás la tierra entre los israelitas. 8 El Señor irá delante de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará; por lo tanto, no temas ni te acobardes.
Lectura solemne de la ley cada siete años
9 Moisés escribió esta ley y se la entregó a los sacerdotes levitas, que transportaban el Arca del testimonio del Señor, y a todos los ancianos de Israel. 10 Y Moisés les dio esta orden:
— Cada siete años, al llegar el año del perdón de las deudas durante la fiesta de las Enramadas, 11 cuando venga todo Israel a presentarse ante el Señor tu Dios en el lugar que él haya escogido, proclamarás esta ley ante todo Israel. 12 Reúne al pueblo —hombres, mujeres y niños, y también a los inmigrantes que vivan en tus ciudades— para que escuchen y aprendan a respetar al Señor su Dios, cumpliendo cuidadosamente todos los mandamientos de esta ley. 13 También sus hijos, que aún no tienen uso de razón, la oirán para que aprendan a respetar al Señor su Dios, mientras vivan en la tierra que van a poseer tras cruzar el Jordán.
Últimas instrucciones del Señor a Moisés
14 El Señor dijo a Moisés:
— Mira, se acerca la hora de tu muerte. Llama a Josué y preséntense en la Tienda del encuentro, para que le dé mis órdenes.
Moisés y Josué se presentaron, 15 y allí se les apareció el Señor en una columna de nube que se situó a la entrada de la Tienda; 16 y le dijo el Señor a Moisés:
— Pronto irás a reunirte con tus antepasados, y este pueblo me será infiel y dará culto a los dioses de la tierra en la que van a entrar. Me rechazará y romperá la alianza que hice con él. 17 Ese día mi furor se encenderá contra él, lo abandonaré y no me acordaré de él; será presa fácil [para sus enemigos] y le sobrevendrán multitud de desgracias y calamidades. Aquel día se preguntará si esas desgracias le han venido porque el Señor su Dios ya no está con él. 18 Pero cuando llegue ese momento, seguiré sin acordarme de él, pues se portó mal al irse tras otros dioses.
19 Y ahora, escriban este cántico, enséñenselo a los israelitas y hagan que lo reciten, para que sea un testimonio contra ellos.
20 Porque cuando yo haya introducido a este pueblo en la tierra que prometí darle según juré a sus antepasados, tierra que mana leche y miel, comerá hasta saciarse y engordará; entonces se volverá hacia otros dioses para rendirles culto, rechazándome a mí y rompiendo mi alianza. 21 Pero cuando le sobrevengan desgracias y calamidades sin número, este cántico será un testimonio que los acusará, porque sus descendientes lo recordarán y lo recitarán. Y es que conozco sus malas intenciones, aun antes de introducirle en la tierra que juré darle.
22 Aquel mismo día Moisés escribió este cántico y se lo hizo aprender a los israelitas.
23 Y el Señor le dio a Josué, hijo de Nun, estas órdenes:
— Sé fuerte y decidido, porque tú harás entrar a los israelitas a la tierra que juré darles. Yo estaré contigo.
24 Cuando Moisés terminó completamente de escribir en un libro todas las palabras de esta ley, 25 ordenó esto a los levitas que transportaban el Arca de la alianza del Señor:
26 — Tomen este libro de la ley y pónganlo junto al Arca de la alianza del Señor su Dios; que quede allí como testimonio contra ti, 27 pues sé que eres rebelde y obstinado. Si hoy, que aún estoy con ustedes, son rebeldes al Señor, ¡cuánto más lo serán cuando ya no esté! 28 Reunan ante mí a todos los ancianos de sus tribus y a sus oficiales, para que pueda comunicarles personalmente estas cosas y poner al cielo y a la tierra como testigos de su responsabilidad. 29 Yo sé que después de mi muerte ustedes se pervertirán y se desviarán del camino que les he trazado; por eso al cabo del tiempo les sobrevendrán calamidades, ya que habrán hecho lo que desagrada al Señor, provocando su ira con su conducta.
Cántico de Moisés
30 Entonces Moisés recitó hasta el final este cántico, mientras la asamblea de Israel escuchaba.
32 Escuchen, cielos, que voy a hablar;
oye, tierra, las palabras de mi boca.
2 Que caiga mi enseñanza como lluvia
y desciendan como rocío mis palabras,
como aguacero sobre la hierba,
como lluvia abundante sobre los pastos.
3 Proclamaré el nombre del Señor.
¡Reconozcan la grandeza de nuestro Dios!
4 Él es la Roca; su obra es perfecta
y todos sus caminos son justos.
Dios es fiel y sin maldad,
es justo y recto.
5 Pero se comportaron mal con él
los que ya no son sus hijos
a causa de su depravación:
¡esa generación torcida y perversa!
6 ¿Y así le pagan al Señor,
pueblo insensato y necio?
¿Acaso no es él tu Padre, tu Creador,
el que te creó y te dio el ser?
7 Recuerda los días de antaño,
piensa en los tiempos pasados;
pídele a tu padre que te lo cuente,
a tus ancianos que te lo expliquen:
8 cuando el Altísimo dio
su herencia a las naciones,
cuando dividió a toda la humanidad
y fijó las fronteras a los pueblos
según el número de los hijos de Dios.
9 Pero la parte del Señor es su pueblo,
la porción de su herencia es Jacob:
10 lo halló en una tierra desolada,
en la rugiente soledad del desierto;
lo envolvió en sus brazos y lo protegió,
lo cuidó como a la niña de sus ojos;
11 como un águila que revolotea sobre el nido
y anima a sus polluelos a emprender el vuelo,
así el Señor extendió sus alas,
lo tomó y lo llevó sobre sus plumas.
12 Sólo el Señor lo guiaba;
ningún dios extraño tuvo que ir con él.
13 Le hizo cabalgar sobre los montes
y lo alimentó con los frutos del campo;
lo crió con miel de la peña
y aceite de la dura roca;
14 con cuajada de vaca y leche de oveja,
y con corderos cebados y cabritos;
con carneros oriundos de Basán;
con los mejores granos de trigo
y la sangre fermentada de la uva.
15 Pero engordó Jesurún y se sacudió la carga.
¡Sí, engordaste, te pusiste rollizo
te hiciste corpulento!
Abandonó al Dios que lo creó,
y despreció a su Roca salvadora.
16 Provocaron sus celos con dioses extraños,
lo enojaron con abominaciones.
17 Ofrecieron sacrificios
a demonios que no son Dios;
a dioses que no habían conocido,
a dioses nuevos, recién llegados,
a quienes sus antepasados no adoraron.
18 Despreciaste a la Roca que te engendró;
olvidaste al Dios que te dio la vida.
19 Y el Señor se llenó de ira,
al ver cómo sus hijos e hijas le ofendían.
20 Entonces dijo: Voy a ocultarles mi rostro,
¡y a ver en qué terminan!
Sin duda son una generación perversa,
hijos desleales.
21 Provocaron mis celos
adorando a quien no es Dios,
me han enojado con sus ídolos vanos;
ahora yo provocaré sus celos
con un pueblo que no es pueblo;
los irritaré con una nación insensata.
22 Se ha encendido el fuego de mi ira,
que quema hasta lo profundo del abismo;
devorará la tierra y sus cosechas,
y consumirá la raíz de las montañas.
23 Amontonaré desastres sobre ellos
y serán blanco de todas mis flechas.
24 Quedarán extenuados por el hambre y la fiebre,
consumidos por epidemias malignas;
enviaré contra ellos colmillos de fieras
y serpientes venenosas que muerden el polvo.
25 En la calle caerán sus hijos a filo de espada,
y en sus casas reinará el espanto;
perecerán el muchacho y la muchacha,
el anciano y el niño de pecho.
26 Me dije: Voy a destruirlos
y a borrar de la tierra su recuerdo.
27 Pero temí las burlas del enemigo,
que los adversarios pudieran entenderlo mal
y pensaran: “La victoria ha sido nuestra,
nada de esto lo ha hecho el Señor”.
A favor o en contra de Jesús (Mt 10,32-33; 12,32; 10,19-20; Mc 13,11)
8 Les digo, además, que a todo aquel que me reconozca delante de los demás, también el Hijo del hombre lo reconocerá delante de los ángeles de Dios. 9 Y, al contrario, si alguien me niega delante de los demás, también él será negado delante de los ángeles de Dios. 10 Si alguien habla contra el Hijo del hombre, podrá serle perdonado. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no será perdonado. 11 Cuando los lleven a ustedes a las sinagogas o ante los magistrados y las autoridades, no se preocupen de cómo han de hablar o qué han de decir en defensa propia, 12 porque en aquel mismo momento el Espíritu Santo les enseñará lo que deban decir.
Parábola del rico estúpido
13 Uno que estaba entre la gente dijo a Jesús:
— Maestro, dile a mi hermano que reparta la herencia conmigo.
14 Jesús le contestó:
— Amigo, ¿quién me ha puesto por juez o repartidor de herencias entre ustedes?
15 Y, dirigiéndose a los demás, añadió:
— Procuren evitar toda clase de avaricia, porque la vida de uno no depende de la abundancia de sus riquezas.
16 Y les contó esta parábola:
— Una vez, un hombre rico obtuvo una gran cosecha de sus campos. 17 Así que pensó: “¿Qué haré ahora? ¡No tengo lugar bastante grande donde guardar la cosecha! 18 ¡Ya sé qué haré! Derribaré los graneros y haré otros más grandes donde pueda meter todo el trigo junto con todos mis bienes. 19 Luego podré decirme: tienes riquezas acumuladas para muchos años; descansa, pues, come, bebe y diviértete”. 20 Pero Dios le dijo: “¡Estúpido! Vas a morir esta misma noche. ¿A quién le aprovechará todo eso que has almacenado?”. 21 Esto le sucederá al que acumula riquezas pensando sólo en sí mismo, pero no se hace rico a los ojos de Dios.
Confianza en Dios (Mt 6,19-21.25-34)
22 Después dijo Jesús a sus discípulos:
— Por lo tanto les digo: No anden preocupados pensando qué vans a comer para poder vivir o con qué ropa van a cubrir su cuerpo. 23 Porque la vida vale más que la comida y el cuerpo más que la ropa. 24 Fíjense en los cuervos: no siembran ni cosechan, ni tienen despensas ni almacenes, y, sin embargo, Dios los alimenta. Pues ¡cuánto más valen ustedes que esas aves! 25 Por lo demás, ¿quién de ustedes, por mucho que se preocupe, podrá añadir una sola hora a su vida? 26 Pues si son incapaces de influir en las cosas más pequeñas, ¿a qué preocuparse por las demás? 27 Fíjense en cómo crecen los lirios. No se fatigan ni hilan y, sin embargo, les digo que ni siquiera el rey Salomón, con todo su esplendor, llegó a vestirse como uno de ellos. 28 Pues si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy está verde y mañana será quemada en el horno, ¡cuánto más hará por ustedes! ¡Qué débil es la fe de ustedes! 29 No se atormenten buscando qué comer o qué beber. 30 Esas son las cosas que preocupan a los paganos de este mundo; pero el Padre de ustedes ya sabe que las necesitan. 31 Ustedes busquen, más bien, el reino de Dios, y Dios se encargará de darles además todas esas cosas. 32 No tengan miedo, pequeño rebaño, que es voluntad de el Padre darles el reino. 33 Vendan sus bienes y repartan el producto entre los necesitados. Háganse así un capital que no se deteriora, riquezas inagotables en los cielos, donde no hay ladrones que entren a robar ni polilla que destruya. 34 Pues donde tengan ustedes su riqueza, allí tendrán también el corazón.
32 A pesar de ello siguieron pecando,
no confiaron en sus maravillas.
33 Entonces en un soplo consumió sus días,
sus años en un súbito terror.
34 Si los hacía morir lo buscaban,
se arrepentían dirigiéndose a él;
35 recordaban que Dios era su refugio,
el Dios Altísimo su redentor.
36 Pero con su boca lo engañaban,
con su lengua le mentían;
37 su corazón no era sincero,
eran infieles a su alianza.
38 Él, misericordioso, perdonaba
su pecado y no los destruía;
su ira contenía una y otra vez,
no desplegaba todo su furor.
39 Recordaba que eran humanos,
un soplo que pasa y no vuelve.
40 ¡Cuántas veces se rebelaron en el desierto
y en el yermo lo llenaron de tristeza!
41 Una y otra vez provocaban a Dios,
enojaban al Santo de Israel.
42 No se acordaban de su poder,
del día que los salvó del enemigo,
43 cuando en Egipto hizo prodigios
y portentos en los campos de Soán.
44 Él convirtió en sangre sus ríos,
sus arroyos para que no bebieran.
45 Les envió plagas que los devoraron,
ranas que los destruyeron,
46 entregó a los saltamontes sus cosechas,
a las langostas sus tareas campesinas;
47 destruyó con el granizo sus viñedos,
con la helada sus higueras;
48 abandonó su ganado al pedrisco,
a los rayos sus rebaños.
49 Lanzó contra ellos el furor de su ira,
cólera, furia y calamidades,
una hueste de aciagos mensajeros.
50 Dio rienda suelta a su ira
y no los salvó de la muerte,
sino que entregó sus vidas a la peste;
51 a todo primogénito abatió en Egipto,
a todo primer nacido en las tiendas de Cam.
52 Como a un rebaño sacó a su pueblo,
por el desierto lo condujo como a ovejas;
53 en sosiego los guiaba y no temían,
pero a sus enemigos los cubría el mar.
54 Y los llevó hasta su tierra sagrada,
al monte que su mano conquistó.
55 Ante ellos expulsó naciones,
repartió en lotes su heredad
y en sus tiendas alojó a las tribus de Israel.
21 Al justo no le alcanza ningún daño,
los malvados están llenos de males.
22 El Señor detesta los labios mentirosos
y concede su favor a los sinceros.
23 La persona prudente oculta su saber,
la insensata pregona su necedad.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España