M’Cheyne Bible Reading Plan
III.— EL CÓDIGO DEUTERONÓMICO (12,1—26,15)
El santuario único
12 Estas son las normas y preceptos que deben cumplir cuidadosamente todos los días de su vida, en la tierra que el Señor, el Dios de tus antepasados, les da en posesión.
2 Destruyan completamente todos los lugares en los que las naciones que van a conquistar han dado culto a sus dioses, sea en lo alto de los montes, en las colinas y bajo cualquier árbol frondoso. 3 Derriben sus altares, hagan pedazos sus piedras votivas, quemen sus árboles sagrados, derriben las imágenes de sus dioses y hagan desaparecer su recuerdo de esos lugares.
4 Con el Señor su Dios obrarán de modo diferente. 5 Tan solo irán a buscar al Señor su Dios al lugar que él escoja de entre todas sus tribus para convertirlo en su morada y hacer que allí resida su nombre. 6 Allí llevarán sus holocaustos y sacrificios, sus diezmos y contribuciones, sus ofrendas votivas y voluntarias, y también las primeras crías de tus vacas y ovejas. 7 Allí, en presencia del Señor su Dios, ustedes y sus familias comerán y harán fiesta por los frutos de su trabajo con que el Señor tu Dios te haya bendecido.
8 Allí no harán lo que ahora hacemos aquí, donde cada uno hace lo que mejor le parece, 9 porque todavía no han llegado al lugar de descanso, a la herencia que el Señor tu Dios te da. 10 Pero una vez que hayan cruzado el Jordán y vivan en la tierra que el Señor su Dios les da en herencia, él los mantendrá a salvo de los enemigos que los rodean, y vivirán tranquilos. 11 Y al llegar al lugar que el Señor su Dios escoja como morada de su nombre, llevarán allí todo lo que les he ordenado: sus holocaustos y sus sacrificios, sus diezmos y sus contribuciones, junto con las ofrendas más selectas de sus posesiones que le hayan prometido al Señor. 12 Y harán fiesta en presencia del Señor su Dios, ustedes, sus hijos e hijas, sus siervos y siervas, y también el levita que vive en sus ciudades, ya que él no recibió parte o herencia con ustedes.
13 Ten cuidado de no ofrecer sacrificios allá donde te apetezca. 14 Tus holocaustos los ofrecerás únicamente en el lugar escogido por el Señor en una de las tribus. Solo allí harás todo lo que yo te ordeno.
15 Sin embargo, eres libre de matar animales y comer carne en cualquiera de tus ciudades, en la medida de los bienes que el Señor tu Dios te haya dado. Podrán comerla el puro y el impuro, como si se tratase de gacela o ciervo. 16 Pero no comerán la sangre, sino que la derramarás en la tierra, como el agua.
17 No podrás comer en tus ciudades el diezmo de tu trigo, de tu vino y de tu aceite, ni las primeras crías de tus vacas y de tus ovejas, ni lo que hayas prometido con voto, ni tus ofrendas voluntarias ni tus contribuciones, 18 sino que lo comerás en presencia del Señor tu Dios, en el lugar que él escoja. Así también lo harán tu hijo y tu hija, tu siervo y tu sierva, y el levita que vive en tus ciudades. Te regocijarás ante el Señor tu Dios por el fruto de tu trabajo. 19 Ten cuidado de no desamparar jamás al levita mientras vivas en tu tierra.
20 Cuando el Señor tu Dios ensanche tu territorio, como te ha prometido, si sientes deseos de comer carne, podrás comerla siempre que te apetezca. 21 Si el lugar que el Señor tu Dios escogió como morada de su nombre queda demasiado lejos de donde tú resides, podrás matar tanto vacas como ovejas de las que te dé el Señor, y comer en tu ciudad toda la carne que te apetezca. Pero hazlo tal como él te ha prescrito. 22 Lo mismo que se come la carne de gacela o ciervo, así la comerás. Podrá comerla tanto el puro como el impuro. 23 Pero de ninguna manera comas la sangre, porque la sangre es la vida, y no debes comer la vida al comer la carne. 24 No comerás, pues, la sangre sino que debes derramarla en tierra como el agua. 25 Si lo haces así, serán dichosos tú y tus hijos después de ti, porque habrán actuado del modo que agrada al Señor. 26 Al lugar que el Señor haya escogido, llevarás sólo las cosas que hayas consagrado y las que ofrezcas como voto. 27 Allí ofrecerás tus holocaustos: la carne y la sangre, sobre el altar del Señor tu Dios. Comerás la carne, pero la sangre la derramarás sobre el altar del Señor tu Dios.
28 Cumple escrupulosamente todo esto que te mando y haz aquello que agrada y place al Señor tu Dios. Así serán dichosos para siempre tú y tus hijos después de ti.
Advertencia contra los cultos cananeos
29 Cuando el Señor tu Dios haya aniquilado ante ti las naciones que estás a punto de conquistar, cuando las hayas despojado y tú ya estés asentado allí 30 después de haberlas aniquilado, ten mucho cuidado de no caer en la trampa de imitar su ejemplo e interesarte por sus dioses averiguando cómo les rendían culto para hacer tú lo mismo. 31 No los imites cuando rindas culto al Señor tu Dios. Nada hay más odioso y abominable para el Señor que lo que hacían esos pueblos en los cultos a sus dioses, pues llegaban al extremo de sacrificar a sus hijos e hijas en el fuego.
Salmo 97 (96)
El Señor es dueño de toda la tierra
97 El Señor es rey, que se goce la tierra,
que se alegren los países lejanos.
2 La bruma y la niebla lo rodean,
la justicia y el derecho sostienen su trono.
3 El fuego avanza ante él,
abrasa en derredor a sus rivales;
4 sus rayos iluminan el orbe,
los ve la tierra y tiembla.
5 Los montes se funden como cera ante el Señor,
ante el dueño de toda la tierra;
6 los cielos pregonan su justicia,
todos los pueblos contemplan su gloria.
7 Que se avergüencen los idólatras,
los que cifran en los ídolos su orgullo,
que se postren ante él todos los dioses.
8 Sión lo oye y se llena de gozo,
se alegran las ciudades de Judá
a causa de tus juicios, Señor.
9 Porque tú eres, Señor,
el Altísimo en toda la tierra,
tú quien se alza sobre los dioses.
10 Odien el mal los que aman al Señor:
él guarda la vida de sus fieles,
los libra de las garras del malvado.
11 La luz se propaga para el justo,
la alegría para quienes son rectos.
12 ¡Alégrense, justos, en el Señor,
alaben su santo nombre!
Salmo 98 (97)
Aclamen al Señor, el rey
98 Salmo.
Canten al Señor un cántico nuevo
porque ha hecho maravillas;
su diestra, su santo brazo,
le ha dado la victoria.
2 El Señor ha proclamado su victoria,
ante las naciones desvela su justicia.
3 Ha recordado su amor y su verdad
hacia la casa de Israel,
han visto los confines de la tierra
la victoria de nuestro Dios.
4 Aclama al Señor tierra entera,
griten de júbilo, alégrense, canten.
5 Canten al Señor con la cítara,
con la cítara y con voz melodiosa;
6 con clarines y al son de trompetas,
aclamen al Señor, el rey.
7 Que brame el mar y cuanto lo llena,
el mundo y los que en él habitan;
8 que batan palmas los ríos
y los montes se alegren juntos
9 ante el Señor que viene,
que llega a juzgar a la tierra:
juzgará al mundo con justicia
y con rectitud a los pueblos.
SEGUNDA PARTE (40—55)
La buena noticia de la liberación
40 Consuelen, consuelen a mi pueblo,
dice su Dios.
2 Hablen al corazón de Jerusalén,
anúncienle a gritos
que se acabó su servidumbre,
que su culpa ha sido perdonada;
que ha recibido de mano del Señor
doble castigo por sus extravíos.
3 Una voz anuncia a gritos:
“Preparen en el desierto
un camino al Señor,
allanen en la estepa
una senda a nuestro Dios.
4 Las vaguadas serán levantadas,
montañas y colinas allanadas.
Lo tortuoso será enderezado,
lo escabroso será aplanado.
5 Aparecerá la gloria del Señor,
y todo ser vivo podrá ver
que ha hablado la boca del Señor”.
6 Dice una voz: “¡Grita!”.
Respondo: “¿Qué he de gritar?”.
“Que todo ser vivo es hierba,
su hermosura flor de campo.
7 Se seca la hierba, se amustia la flor,
cuando sopla sobre ellas el aliento del Señor.
8 Se seca la hierba, se amustia la flor,
permanece inmutable la palabra de nuestro Dios”.
9 Súbete a un monte encumbrado,
tú que traes buenas nuevas a Sión.
Alza luego con fuerza tu voz,
tú que traes buenas nuevas a Jerusalén.
Alza tu voz sin miedo,
di a las ciudades de Judá:
“Aquí tienen a su Dios.
10 Aquí llega con fuerza el Señor Dios;
su brazo le proporciona poder.
Aquí llega acompañado de su salario,
su recompensa le abre camino.
11 Conduce a su rebaño como un pastor,
lo va reuniendo con su brazo;
lleva en su regazo a los corderos,
va guiando a las que crían”.
El Dios creador y los ídolos
12 ¿Quién ha medido con su mano el mar,
o ha calculado a palmos el cielo,
o ha metido en un recipiente
el polvo de la tierra?
¿Quién ha pesado los montes en la balanza
o calculado en el peso las colinas?
13 ¿Quién podrá medir el espíritu del Señor
o le enseñará lo que ha de hacer?
14 ¿De quién se aconsejó para entender,
para aprender el camino de la justicia,
para que le enseñara a conocer
y le mostrara la senda del discernimiento?
15 Vean lo que son las naciones:
una gota que se escurre de un cubo,
un grano de tierra en la balanza.
Vean lo que son las islas:
una mota de polvo en un peso.
16 El Líbano no da abasto de leña,
los animales no dan abasto de víctimas.
17 Ante él nada son las naciones,
las tiene por nada de nada.
18 ¿Con quién compararán a Dios,
a qué imagen lo asemejarán?
19 El escultor funde un ídolo,
el orfebre lo recubre de oro,
le funde adornos de plata.
20 El que es pobre de recursos
elige madera incorruptible;
se busca un escultor profesional
que le haga una imagen consistente.
21 ¿No lo saben ni lo han oído?
¿No se lo han dicho desde el principio?
¿No han llegado a entender
cómo se sostiene la tierra?
22 Él habita en el orbe terrestre
(sus habitantes le parecen saltamontes),
despliega el cielo como un toldo
y lo extiende como tienda habitable.
23 Él convierte en nada a los príncipes
y transforma en nulidad a los gobernantes:
24 apenas los plantan, apenas los siembran,
apenas arraigan sus tallos en tierra,
si sopla sobre ellos, se agostan
y el vendaval los avienta como paja.
25 ¿Con quién me compararán?
¿Con quién me asemejarán?
—dice el Santo—.
26 Levanten los ojos a lo alto,
vean quién ha creado esas cosas:
el que saca a su ejército innumerable
y llama a cada cual por su nombre,
tan sobrado de poder y de fuerza
que no puede fallarle ninguno.
27 ¿Por qué afirmas, Jacob,
y andas diciendo, Israel:
“Mi conducta está oculta al Señor,
mi Dios se desentiende de mi causa”?
28 ¿No lo sabes, no has oído
que el Señor es un Dios eterno,
creador de los confines de la tierra?
No se cansa ni desfallece,
su inteligencia es inescrutable.
29 Da fuerza al cansado,
aumenta el vigor de los débiles.
30 Los jóvenes se cansan y se agotan,
una y otra vez tropiezan los mozos;
31 recobran, en cambio, su fuerza,
los que esperan en el Señor,
alzan su vuelo como las águilas;
corren pero no se cansan,
andan y no se fatigan.
El ángel con el libro abierto
10 Vi luego otro ángel lleno de poder. Bajaba del cielo envuelto en una nube y el arco iris coronaba su cabeza. Su rostro resplandecía como el sol y sus piernas eran semejantes a columnas de fuego. 2 Tenía abierto en su mano un pequeño libro. Puso su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra firme, 3 y dejó oír su voz, poderosa como rugido de león. A su grito respondió el retumbar de siete truenos 4 y una vez que resonaron los siete truenos, yo me dispuse a escribir. Pero una voz me dijo desde el cielo:
— No escribas. Mantén en secreto las palabras de los siete truenos.
5 Entonces el ángel que yo había visto de pie sobre el mar y la tierra firme, levantó al cielo la mano derecha 6 y pronunció este juramento:
— Por el que vive por siempre y para siempre; por el que creó el cielo, la tierra, el mar y cuanto en ellos se contiene, juro que el plazo se ha cumplido 7 y que en aquel día, cuando el séptimo ángel se disponga a tocar su trompeta, Dios cumplirá su plan secreto anunciado como buena noticia a sus servidores los profetas.
8 Y la misma voz que había escuchado desde el cielo, de nuevo me hablaba y me decía:
— Vete y toma el libro que tiene abierto en su mano el ángel que está en pie sobre el mar y la tierra firme.
9 Me acerqué al ángel y le pedí que me diera el libro. Él me contestó:
— Tómalo y cómetelo. Aunque te amargue las entrañas, será en tu boca dulce como la miel.
10 Tomé, pues, el libro de la mano del ángel y me lo comí. Y resultó verdaderamente dulce como la miel en mi boca, pero amargo en mis entrañas una vez que me lo comí. 11 Y me dijo alguien:
— Debes aún proclamar un mensaje profético sobre multitud de pueblos, razas, lenguas y reinos.
La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España