The Daily Audio Bible
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24-39 Los treinta valientes eran:
Asael, hermano de Joab;
Eljanán hijo de Dodó, de Belén;
Sama el jarodita;
Elicá el jarodita;
Heles el paltita;
Ira hijo de Iqués, el tecoíta;
Abiezer el anatotita;
Mebunay el jusatita;
Zalmón el ajojita;
Maray el netofatita;
Jéled hijo de Baná el netofatita;
Itay hijo de Ribay, el de Guibeá de la tribu de Benjamín;
Benaías el piratonita;
Hiday, del arroyo de Gaas;
Abí Albón el arbatita;
Azmávet el bajurinita;
Elijaba el salbonita;
Jonatán, de los hijos de Jasén;
Sama el ararita;
Ahían hijo de Sarar el ararita;
Elifelet hijo de Ajasbay el macateo;
Elián hijo de Ajitofel el guilonita;
Jezró el de Carmel;
Paray el arbita;
Igal hijo de Natán, el de Sobá;
Baní el gadita;
Sélec el amonita;
Najaray el berotita, escudero de Joab, hijo de Sarvia;
Ira el itrita;
Gareb el itrita, y Urías el hitita.
En total eran treinta y siete.[a]
David hace un censo militar
24 Una vez más la ira del Señor se encendió contra Israel, e incitó a David a hacer un censo nacional.
2 El rey dijo a Joab, jefe de su ejército:
―Toma un censo de todo el pueblo, de uno a otro extremo de la nación, para que yo sepa con cuántos soldados puedo contar.
3 Pero Joab le replicó:
―Que el Señor le conceda larga vida a mi señor el rey para que pueda ver el día en que haya en su reino cien veces más habitantes de los que ahora hay; pero ¿qué necesidad tiene de hacer tal cosa?
4 Pero la orden del rey fue más fuerte que la oposición de Joab y los demás jefes del ejército. Por eso, Joab y los demás oficiales salieron a contar al pueblo de Israel. 5 Cruzaron el Jordán y acamparon en Aroer, al sur de la ciudad que queda en el valle de Gad, junto a Jazer. 6 Luego pasaron a Galaad y a la región de Tajtín Jodsí, y siguieron hacia Dan Jaán y llegaron a los alrededores de Sidón. 7 De allí pasaron a la fortaleza de Tiro y a todas las ciudades de los heveos y cananeos, y avanzaron por el sur de Judá hasta llegar a Berseba.
8 Recorrer todo el territorio les llevó nueve meses y veinte días. Al cabo de ese tiempo, regresaron a Jerusalén. 9 Joab informó el número del pueblo al rey: Ochocientos mil hombres en edad militar en Israel, y quinientos mil en Judá.
10 Pero después que levantó el censo, la conciencia de David comenzó a molestarle, y oró al Señor: «Lo que he hecho es terrible. Perdóname, Señor, la maldad que he cometido».
11 Al día siguiente, el Señor habló con el profeta Gad, que era el profeta que atendía a David, y le pidió que le llevara este mensaje a David: 12 «Dile a David que escoja entre estos tres castigos». 13 Entonces Gad fue a ver a David y le dijo:
―¿Qué prefieres: siete años de hambre en la tierra, o huir tres meses delante de tus enemigos, o tres días de epidemia? Piénsalo y hazme saber la respuesta que le debo dar al Señor.
14 ―Es una decisión difícil —respondió David—, pero es mejor caer en las manos del Señor, porque grande es su misericordia, que en manos de los hombres.
15 Entonces el Señor envió una epidemia sobre Israel aquella mañana, la cual duró tres días. Setenta mil hombres murieron a través de la nación. 16 Pero cuando el ángel de la muerte se preparaba para destruir a Jerusalén, el Señor se apiadó y le dijo que se detuviera. El ángel estaba en el campo de Arauna el jebuseo.
17 Cuando David vio al ángel, le dijo al Señor: «Yo soy el que ha pecado. ¿Qué han hecho estas ovejas? ¡Que tu ira se encienda solamente contra mí y contra mi familia!».
David construye un altar
18 Aquel día, Gad vino ante David y le dijo: «Sube y edifica un altar al Señor en el campo de Arauna el jebuseo».
19 David hizo lo que el Señor le había ordenado a través de Gad. 20 Cuando Arauna vio que el rey y sus hombres se le acercaban, les salió a su encuentro y se postró hasta tocar el suelo con su frente.
21 ―¿A qué ha venido, mi señor rey? —preguntó Arauna.
Y David le respondió:
―A comprarte el campo, para edificar un altar al Señor, pues sólo así él detendrá la plaga.
22 ―Tómelo, mi señor —le dijo Arauna al rey—. Aquí tiene bueyes para el holocausto. Además, puede usar los instrumentos de la trilla y los yugos de los bueyes como leña, para encender el fuego en el altar. 23 Todo se lo doy, y que el Señor acepte su sacrificio.
24 Pero el rey le dijo a Arauna:
―No, no acepto el campo como regalo. Lo compraré, porque no quiero ofrecer al Señor mi Dios holocaustos que no me hayan costado nada.
Acto seguido, David le dio a Arauna cincuenta monedas de plata, como pago por el campo y los bueyes. 25 Allí David edificó un altar al Señor y ofreció holocaustos y ofrendas de paz. Y el Señor respondió a su oración, y la plaga se detuvo.
Pedro sana a un mendigo lisiado
3 En cierta ocasión, Pedro y Juan fueron al templo a orar. Era como a las tres de la tarde. 2 Allí vieron a un lisiado de nacimiento, a quien todos los días traían y colocaban junto a la puerta del templo llamada la Hermosa, para que pidiera limosna.
3 Cuando el lisiado vio a Pedro y Juan que iban a entrar al templo, les pidió dinero. 4 Los apóstoles lo miraron fijamente.
―¡Míranos! —le dijo Pedro.
5 El lisiado los miró con ansiedad, esperando recibir una limosna.
6 ―No tengo dinero que darte —continuó Pedro—. Pero te daré lo que tengo. ¡En el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y camina!
7 Entonces Pedro lo tomó de la mano y lo levantó. Al instante, los pies y los tobillos se le fortalecieron 8 a tal grado que se levantó de un salto y comenzó a andar. Más tarde, entró al templo con ellos, saltando y alabando a Dios.
9 Toda la gente lo vio caminando y alabando a Dios, 10 y reconocieron que era el lisiado que estaban acostumbrados a ver en el templo, junto a la Hermosa, y se quedaron asombrados.
Pedro se dirige a los espectadores
11 Todos fueron corriendo al portal de Salomón, donde el lisiado tenía firmemente asidos a Pedro y a Juan. 12 Y viendo eso, Pedro les dirigió la palabra: «Hombres de Israel —les dijo—, ¿qué hay de sorprendente en esto? ¿Por qué nos miran como si hubiéramos hecho andar a este hombre mediante nuestro propio poder y por nuestra piedad? 13 El Dios de Abraham, de Isaac, de Jacob y de nuestros antepasados, a través de este milagro ha honrado a su siervo Jesús, a quien ustedes entregaron y rechazaron ante Pilato, a pesar de que este estaba resuelto a ponerlo en libertad. 14 Ustedes no quisieron que libertaran al Santo y Justo; al contrario, demandaron la libertad de un asesino 15 y mataron al autor de la vida. Pero Dios le devolvió la vida; de ello nosotros somos testigos. 16 Este hombre se sanó en el nombre de Jesús, y ustedes saben que era inválido. La fe en el nombre de Jesús logró la perfecta curación de esta persona.
17 »Hermanos, comprendo que lo que ustedes le hicieron a Jesús lo hicieron en ignorancia, y lo mismo podría decirse de sus dirigentes. 18 Pero Dios estaba cumpliendo así las profecías acerca de los sufrimientos del Mesías.
19 »Por eso, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios para que él los limpie de sus pecados 20 y para que él les envíe desde su misma presencia tiempos de refrigerio, y que les envíe al Mesías Jesús, que fue antes prometido. 21 Él debe permanecer en el cielo hasta que Dios restaure todas las cosas, como está profetizado desde tiempos remotos. 22 Como Moisés dijo: “Dios el Señor levantará entre ustedes un profeta parecido a mí. Presten atención a cuanto él les diga. 23 Y quien no lo escuche será eliminado del pueblo”.
24 »Todos los profetas, desde los días de Samuel en adelante, hablaron de lo que está sucediendo hoy en día. 25 Ustedes son los hijos de aquellos profetas y del pacto que Dios hizo con nuestros antepasados. Dios le prometió así a Abraham: “Por medio de tus descendientes bendeciré a todas las familias de la tierra”. 26 Y cuando Dios le devolvió la vida a su Siervo, lo envió primero a ustedes para bendecirlos y para que cada uno se apartara de su maldad».
Cántico de los peregrinos.
123 ¡Oh Dios cuyo trono está en el cielo: a ti levanto la mirada!
2 Como el siervo mantiene la mirada en su amo, como la esclava observa la mínima señal de su ama, así dirigimos la mirada al Señor nuestro Dios, esperando su misericordia.
3 Ten misericordia de nosotros; Señor, ten misericordia. Porque estamos hartos del desprecio. 4 Estamos hartos de las burlas de los orgullosos y de los altivos.
21 Al sabio de corazón, se le llama inteligente; los labios convincentes promueven el saber.
22 La prudencia es fuente de vida para quien la posee; pero instruir al necio es una locura.
23 De la mente del sabio provienen palabras sabias; sus palabras promueven la enseñanza.
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