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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Deuteronomio 8

La educación de Israel en el desierto

Cumplan cuidadosamente todos los estatutos que hoy les prescribo, para que vivan y lleguen a ser un pueblo numeroso y entren a tomar posesión de la tierra que el Señor les prometió según juró a sus antepasados. Acuérdate del camino que durante cuarenta años el Señor tu Dios te hizo recorrer por el desierto para afligirte y ponerte a prueba, con el fin de conocer las inclinaciones de tu corazón y ver si cumplirías sus mandamientos. Te afligió y te hizo pasar hambre, y después te alimentó con el maná —comida que ni tú ni tus antepasados conocían—, con lo que te enseñó que no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del Señor. Durante esos cuarenta años no se desgastó la ropa que llevabas puesta, ni se te hincharon los pies. Reconoce, entonces, en tu corazón, que el Señor tu Dios te corrige del mismo modo que un padre corrige a su hijo. Cumple los mandamientos del Señor tu Dios, siguiendo sus caminos y respetándole.

Las tentaciones de los israelitas en la tierra prometida

Cuando el Señor tu Dios te introduzca en esa tierra fértil, tierra de arroyos, de aguas, de fuentes y de manantiales que brotan de vegas y montes; tierra de trigo y cebada, de viñedos, higueras y granados, olivares y de miel; tierra en la que no escaseará el pan y donde nada te faltará; tierra donde las rocas son de hierro y de sus montes extraerás cobre; 10 entonces, comerás hasta saciarte y bendecirás al Señor tu Dios por la fabulosa tierra que te habrá dado.

11 Pero, ten mucho cuidado, no sea que te olvides del Señor tu Dios y dejes de cumplir los estatutos, normas y preceptos que yo te prescribo hoy. 12 No suceda que cuando hayas comido hasta saciarte, cuando hayas construido confortables casas en que habitar, 13 cuando se multipliquen tus vacas y ovejas, y tu oro y plata sean abundantes y se acrecienten todas tus riquezas, 14 te envanezcas y te olvides del Señor tu Dios, que te liberó de la esclavitud de Egipto; 15 que te hizo caminar por aquel desierto inmenso y espantoso habitado por serpientes venenosas y escorpiones; que en esa tierra reseca y sedienta hizo brotar de la dura roca agua para ti; 16 que te alimentó en el desierto con el maná, un alimento que no conocieron tus antepasados. El Señor te afligió y te probó, para al final hacerte dichoso.

17 Que no se te ocurra pensar: “He alcanzado esta prosperidad gracias a mi esfuerzo y mis propios medios”. 18 Recuerda que ha sido el Señor tu Dios quien te ha dado las fuerzas para obtener esa prosperidad; así ha confirmado hoy la alianza que juró a tus antepasados.

19 Pero si llegas a olvidarte del Señor tu Dios y sigues a otros dioses, rindiéndoles culto y adorándolos, ten por seguro, desde ahora, que perecerán irremisiblemente. 20 De la misma manera que el Señor va a ir destruyendo a las naciones que encuentren a su paso, así perecerán también ustedes por haber desobedecido al Señor su Dios.

Salmos 91

Salmo 91 (90)

El Señor es tu refugio

91 Tú que habitas al amparo del Altísimo,
tú que vives al abrigo del Todopoderoso,
dí al Señor: “tú eres mi refugio,
mi baluarte, mi Dios en quien confío”.
Él te librará de la red del cazador
y de la peste asoladora;
con sus plumas te resguardará,
bajo sus alas te dará cobijo,
escudo y armadura será su lealtad.
No temerás el terror de la noche,
ni la flecha que ondea de día,
ni la peste que surca la niebla,
ni la plaga que devasta a pleno día.
Que caigan mil a tu lado,
diez mil a tu diestra,
¡a ti no podrán alcanzarte!
Sólo con abrir los ojos
verás el escarmiento del malvado,
porque el Señor es tu refugio,
y has hecho del Altísimo tu amparo.
10 No vendrá sobre ti la desgracia,
ni mal alguno alcanzará tu tienda,
11 pues él ordenará a sus ángeles
protegerte en todas tus sendas.
12 Te llevarán en las palmas de sus manos
para que tu pie no tropiece en la piedra.
13 Caminarás sobre el león y la víbora,
pisarás al león y al dragón.
14 Voy a salvarlo pues se acogió a mí;
lo protegeré, pues me conoce.
15 Me llamará y le responderé,
estaré con él en la angustia,
lo libraré y lo engrandeceré;
16 le daré una larga vida,
le haré ver mi salvación.

Isaías 36

Parte histórica (36—39)

Jerusalén cercada por Senaquerib (2 Re 18,13-37)

36 El año décimo cuarto del reinado de Ezequías, Senaquerib, rey de Asiria, atacó y conquistó todas las ciudades fortificadas de Judá. El rey de Asiria envió a su copero mayor desde Laquis con orden de trasladarse de Laquis a Jerusalén, con un importante contingente de tropas, para entrevistarse con el rey Ezequías. Al llegar, se detuvo junto a la Alberca de Arriba, en el camino del campo del Batanero. Salió a su encuentro Eliaquín, hijo de Jelcías, mayordomo de palacio, acompañado del secretario Sobná y de Joaj, hijo de Asaf, que era el canciller. El copero mayor les dijo:

— Comuniquen a Ezequías este mensaje del emperador, rey de Asiria: “¿En qué basas tu confianza? ¿Piensas acaso que la estrategia y el valor militar son meras palabras? ¿En quién confías para osar rebelarte contra mí? Veo que confías en Egipto, ese bastón de caña astillada que se clava y agujerea la mano de quien se apoya en él. Sólo eso es el faraón, rey de Egipto, para quienes confían en él. Y si me dices que confían en el Señor, su Dios, ¿no es ese el Dios cuyos santuarios y altares demolió Ezequías, ordenando a Judá y a Jerusalén que sólo lo adoraran en este altar?”. Haz, pues, una apuesta con mi señor, el rey de Asiria: te daré dos mil caballos si consigues otros tantos jinetes que los monten. ¿Cómo te atreves a rechazar a uno de los subordinados de mi señor, confiando en que Egipto te va a suministrar carros y jinetes? 10 ¿Crees, además, que he venido a devastar este país sin el consentimiento del Señor? El Señor me ha dicho: Ataca este país y devástalo.

11 Eliaquín, Sobná y Joaj respondieron al copero mayor:

— Por favor, háblanos en arameo, que lo entendemos. No nos hables en hebreo delante de la gente que está en las murallas.

12 Contestó el copero mayor:

— ¿Acaso me ha enviado mi señor a comunicar este mensaje sólo a tu señor y a ti? También he de transmitirlo a la gente que está en la muralla, que acabará comiendo sus propios excrementos y bebiendo su propia orina junto contigo.

13 Entonces el copero mayor se puso en pie y les dijo en hebreo a voz en grito:

— Escuchen el mensaje del emperador, rey de Asiria; 14 que dice esto: “No se dejen engañar por Ezequías, pues no podrá librarlos de mi mano. 15 Que Ezequías no los haga confiar en el Señor, diciendo: ‘Estoy convencido de que el Señor nos salvará y no entregará esta ciudad en poder del rey de Asiria’. 16 No hagan caso a Ezequías, pues esto dice el rey de Asiria: ‘Hagan la paz conmigo y ríndanse a mí; de esta manera cada cual podrá seguir comiendo los frutos de su parra y de su higuera; y podrá seguir bebiendo agua de su pozo, 17 hasta que yo vaya en persona y los lleve a una tierra como la de ustedes, una tierra de grano y de mosto, una tierra de mieses y viñas’. 18 Que no los engañe Ezequías diciendo que el Señor los librará. ¿Acaso los dioses de otras naciones las han podido librar del poder del rey de Asiria? 19 ¿Dónde están los dioses de Jamat y de Arpad? ¿Dónde los dioses de Sefarváin? ¿Acaso fueron capaces de librar a Samaría de mi poder? 20 Si ninguno de los dioses de esos países pudo librarlos de mi ataque, ¿piensan que el Señor podrá librar a Jerusalén?”.

21 Ellos callaron, sin responder palabra, pues el rey había ordenado que no le respondieran. 22 Entonces el mayordomo de palacio Eliaquín, hijo de Jelcías, junto con el secretario Sobná y el canciller Joaj, hijo de Asaf, se presentaron ante Ezequías con las ropas rasgadas y le transmitieron el mensaje del copero mayor.

Apocalipsis 6

Los cuatro primeros sellos

Vi entonces cómo el Cordero rompió el primero de los siete sellos, al tiempo que uno de los cuatro seres vivientes decía con voz de trueno:

— ¡Ven!

Al mirar, vi un caballo blanco, cuyo jinete iba armado de un arco. Le dieron una corona, y salió como seguro vencedor. El Cordero rompió el segundo sello, y oí que el segundo ser viviente decía:

— ¡Ven!

Salió entonces otro caballo de color rojo. A su jinete se le dio una gran espada con la misión de borrar la paz de la tierra provocando guerras fratricidas.

Rompió el Cordero el tercer sello, y oí al tercer ser viviente que decía:

— ¡Ven!

Al mirar, vi un caballo negro, cuyo jinete sostenía una balanza en la mano. Emergiendo de entre los cuatro seres vivientes, una especie de voz proclamaba:

— Por un kilo de trigo, el jornal de un día; por tres kilos de cebada, el jornal de un día; no causes daño, sin embargo, al aceite y al vino.

El Cordero rompió el cuarto sello, y oí la voz del cuarto ser viviente, que decía:

— ¡Ven!

Al mirar, vi un caballo amarillo montado por un jinete que se llamaba “Muerte”. Detrás de él galopaba el “Abismo”, ambos con poder para aniquilar la cuarta parte de la tierra valiéndose de la espada, el hambre, la peste y los animales salvajes.

El quinto y sexto sello

El Cordero rompió el quinto sello, y vi debajo del altar, vivos, los que habían sido asesinados por haber proclamado la palabra de Dios y haber dado testimonio de su fe. 10 Y gritaron con voz poderosa:

— Señor santo y veraz, ¿cuánto vas a tardar en hacernos justicia y vengar la muerte que nos dieron los que habitan tierra?

11 Recibió entonces cada uno una túnica blanca, mientras les decían:

— Esperen todavía un poco hasta que se complete el número de sus compañeros y hermanos que han de morir como ustedes.

12 Vi cómo el Cordero rompía el sexto sello. Se produjo entonces un formidable terremoto; el sol se oscureció como si se vistiera de luto; la luna se volvió completamente como sangre; 13 las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como frutos aún verdes sacudidos por un viento impetuoso; 14 el cielo se replegó sobre sí mismo como un pergamino que se enrolla, y todos los montes y las islas sintieron estremecerse sus cimientos. 15 Entonces, los reyes de la tierra, los nobles, los generales, los ricos, los poderosos, todos absolutamente, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes, 16 diciendo a cumbres y peñascos:

— Caigan sobre nosotros; ocúltennos para que no nos vea el que está sentado en el trono, para que no dé con nosotros la ira del Cordero. 17 Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿quién podrá resistir en pie?

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España