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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Éxodo 19

III.— LOS ACONTECIMIENTOS DEL SINAÍ (19—40)

La Alianza del Sinaí (19,1—20,21)

El Señor propone una alianza

19 Justo tres meses después de haber salido de Egipto, los israelitas llegaron al desierto de Sinaí. Habían partido de Refidín, y al llegar al desierto de Sinaí, acamparon allí, frente al monte. Moisés subió a encontrarse con Dios y el Señor lo llamó desde el monte diciéndole:

— Anuncia esto a los descendientes de Jacob; dáselo a conocer a los israelitas: Ustedes han sido testigos de lo que hice con los egipcios y de cómo a ustedes los he guiado hasta mí, trayéndolos como en alas de águila; por tanto, si a partir de ahora me obedecen y guardan mi alianza, ustedes serán mi pueblo predilecto entre todos los pueblos, pues toda la tierra me pertenece; serán para mí un reino de sacerdotes, una nación consagrada. Esto es lo que has de decir a los israelitas.

Moisés regresó, convocó a los ancianos del pueblo y les expuso todo lo que el Señor le había ordenado. El pueblo contestó unánimemente:

— Haremos todo lo que el Señor ha ordenado.

Moisés comunicó al Señor la respuesta del pueblo, y el Señor le dijo:

— Yo me acercaré a ti en una nube espesa para que el pueblo pueda escucharme cuando hable contigo; de esta manera no volverán a dudar de ti.

Moisés transmitió al Señor la respuesta del pueblo. 10 Y el Señor le dijo:

— Vuelve con el pueblo, purifícalos hoy y mañana; que laven sus ropas 11 y estén preparados para pasado mañana porque, de aquí a tres días, el Señor descenderá sobre el monte Sinaí a la vista de todo el pueblo. 12 Señala un límite al pueblo alrededor del monte y adviérteles que no deben subir al monte ni acercarse a su ladera, porque el que ponga los pies en el monte morirá sin remedio. 13 Nadie lo tocará; quien lo haga será lapidado o asaeteado. Da igual que sea persona o animal; no quedará con vida. Únicamente podrán subir al monte cuando suene el cuerno.

14 Descendió Moisés del monte y purificó al pueblo; ellos, por su parte, lavaron sus ropas. 15 Después les dijo:

— Estén preparados para pasado mañana y absténganse de tener relaciones sexuales.

16 El tercer día amaneció con relámpagos y truenos; una densa nube cubrió el monte, se oyó un clamoroso sonido de trompeta, y el pueblo que estaba en el campamento se echó a temblar. 17 Entonces Moisés sacó al pueblo del campamento al encuentro de Dios, y se detuvieron al pie del monte. 18 Todo el monte Sinaí estaba envuelto en humo porque el Señor descendió sobre él en medio del fuego. El monte se estremecía violentamente y subía de él una humareda como la humareda de un horno. 19 El resonar de las trompetas fue haciéndose cada vez más atronador. Moisés hablaba y Dios le respondía con la voz del trueno.

20 El Señor descendió sobre el monte Sinaí y pidió a Moisés que subiera a la cima del monte. Moisés subió, 21 y el Señor le dijo:

— Baja y advierte al pueblo que no traspasen los límites en su afán de verme; si lo hacen, serán muchos los que perderán la vida. 22 Incluso a los sacerdotes que se han de acercar a mí, purifícalos, para que yo, el Señor, no los fulmine.

23 Moisés contestó al Señor:

— El pueblo no puede subir al monte Sinaí porque has sido tú quien nos mandó ponerle un límite alrededor, declarándolo sagrado.

24 El Señor le dijo:

— Ahora desciende y regresa después acompañado de Aarón; pero que los sacerdotes y el pueblo no traspasen los límites para venir adonde yo estoy, no sea que los haga morir.

25 Entonces Moisés descendió y advirtió de esto al pueblo.

Lucas 22

VI.— LA PASCUA DE JESÚS (22,1—24,49)

El complot contra Jesús (Mt 26,1-5; Mc 14,1-2; Jn 11,45-53)

22 Ya estaba cerca la fiesta de los Panes sin levadura, es decir, de la Pascua, y los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley andaban buscando la manera de matar a Jesús, pues temían al pueblo.

Judas traiciona a Jesús (Mt 26,14-16; Mc 14,10-11)

Entonces Satanás entró en Judas, al que llamaban Iscariote, que era uno de los Doce. Este fue a tratar con los jefes de los sacerdotes y con los oficiales de la guardia del Templo el modo de entregarles a Jesús. Ellos se alegraron y, a cambio, le ofrecieron dinero. Judas aceptó el trato y comenzó a buscar una oportunidad para entregárselo sin que la gente se diera cuenta.

Los discípulos preparan la cena de Pascua (Mt 26,17-19; Mc 14,12-16)

Llegado el día de los Panes sin levadura, cuando debía sacrificarse el cordero de Pascua, Jesús envió a Pedro y a Juan, diciéndoles:

— Vayan a preparar nuestra cena de Pascua.

Le preguntaron:

— ¿Dónde quieres que la preparemos?

10 Jesús les contestó:

— Cuando entren en la ciudad encontrarán a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo hasta la casa donde entre 11 y díganlo al dueño de la casa: “El Maestro dice: ¿Cuál es la estancia donde voy a celebrar la cena de Pascua con mis discípulos?”. 12 Él les mostrará una sala amplia y ya dispuesta en el piso de arriba. Prepárenlo todo allí.

13 Los discípulos fueron y encontraron las cosas como Jesús les había dicho. Y prepararon la cena de Pascua.

La cena del Señor (Mt 26,26-30; Mc 14,22-25; 1 Co 11,23-25)

14 Cuando llegó la hora, Jesús se sentó a la mesa junto con los apóstoles. 15 Entonces les dijo:

— ¡Cuánto he deseado comer esta Pascua con ustedes antes de mi muerte! 16 Porque les digo que no volveré a comerla hasta que tenga su cumplimiento en el reino de Dios.

17 Tomó luego en sus manos una copa, dio gracias a Dios y dijo:

— Tomen esto y repártanlo entre ustedes, 18 porque les digo que ya no beberé más de este fruto de la vid hasta que venga el reino de Dios.

19 Después tomó pan, dio gracias a Dios, lo partió y se lo dio diciendo:

— Esto es mi cuerpo, entregado en favor de ustedes. Hagan esto en recuerdo de mí.

20 Lo mismo hizo con la copa después de haber cenado, diciendo:

— Esta copa es la nueva alianza, confirmada con mi sangre, que va a ser derramada en favor de ustedes. 21 Pero ahora, sobre la mesa y junto a mí, está la mano del que me traiciona. 22 Es cierto que el Hijo del hombre ha de recorrer el camino que le está señalado, pero ¡ay de aquel que lo traiciona!

23 Los discípulos comenzaron entonces a preguntarse unos a otros quién de ellos sería el traidor.

Grandeza del servicio cristiano (Mt 20,25-27; Mc 10,42-44)

24 Surgió también una disputa entre los apóstoles acerca de cuál de ellos era el más importante. 25 Jesús entonces les dijo:

— Los reyes someten las naciones a su dominio, y los que ejercen poder sobre ellas se hacen llamar bienhechores. 26 Pero entre ustedes no debe ser así. Antes bien, el más importante entre ustedes debe ser como el más pequeño, y el que dirige debe ser como el que sirve. 27 Pues ¿quién es más importante, el que se sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es, acaso, el que se sienta a la mesa? Sin embargo, yo estoy entre ustedes como el que sirve.

28 Pero ustedes son los que han permanecido a mi lado en mis pruebas. 29 Por eso, yo quiero asignarles un reino, como mi Padre me lo asignó a mí, 30 para que coman y beban en la mesa de mi reino, y se sienten en tronos para juzgar a las doce tribus de Israel.

Jesús predice la negación de Pedro (Mt 26,31-35; Mc 14,27-31; Jn 13,36-38)

31 Y el Señor dijo:

— Simón, Simón, Satanás los ha reclamado a ustedes para zarandearlos como a trigo en la criba; 32 pero yo he pedido por ti, para que no desfallezca tu fe. Y tú, cuando recuperes la confianza, ayuda a tus hermanos a permanecer firmes.

33 Pedro le dijo:

— ¡Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel e incluso a la muerte!

34 Jesús le contestó:

— Pedro, te digo que no cantará hoy el gallo sin que hayas negado tres veces que me conoces.

La hora decisiva

35 Les dijo también Jesús:

— Cuando los envié sin bolsa, sin zurrón y sin sandalias, ¿les faltó acaso algo?

Ellos contestaron:

— Nada.

36 Y continuó diciéndoles:

— Pues ahora, en cambio, el que tenga una bolsa, que la lleve consigo, y que haga lo mismo el que tenga un zurrón; y el que no tenga espada, que venda su manto y la compre. 37 Porque les digo que tiene que cumplirse en mí lo que dicen las Escrituras: Lo incluyeron entre los criminales. Todo lo que se ha escrito de mí, tiene que cumplirse.

38 Ellos dijeron:

— ¡Señor, aquí tenemos dos espadas!

Él les contestó:

— ¡Es bastante!

Jesús ora en Getsemaní (Mt 26,36-46; Mc 14,32-42)

39 Después de esto, Jesús salió y, según tenía por costumbre, se dirigió al monte de los Olivos en compañía de sus discípulos. 40 Cuando llegaron, les dijo:

— Oren para que puedan resistir la prueba.

41 Luego se alejó de ellos como un tiro de piedra, se puso de rodillas y oró:

42 — Padre, si quieres, líbrame de esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

43 [Entonces se le apareció un ángel del cielo para darle fuerzas. 44 Jesús, lleno de angustia, oraba intensamente. Y le caía el sudor al suelo en forma de grandes gotas de sangre].

45 Después de orar, se levantó y se acercó a sus discípulos. Los encontró dormidos, vencidos por la tristeza, 46 y les preguntó:

— ¿Cómo es que duermen? Levántense y oren para que puedan resistir la prueba.

Jesús es arrestado (Mt 26,47-56; Mc 14,43-50; Jn 18,3-12)

47 Todavía estaba hablando Jesús, cuando se presentó un grupo de gente encabezado por el llamado Judas, que era uno de los Doce. Este se acercó a Jesús para besarlo; 48 pero Jesús le dijo:

— Judas, ¿con un beso vas a entregar al Hijo del hombre?

49 Los que acompañaban a Jesús, al ver lo que sucedía, le preguntaron:

— Señor, ¿los atacamos con la espada?

50 Y uno de ellos dio un golpe al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. 51 Pero Jesús dijo:

— ¡Déjenlo! ¡Basta ya!

En seguida tocó la oreja herida y la curó. 52 Luego dijo a los jefes de los sacerdotes, a los oficiales de la guardia del Templo y a los ancianos que habían salido contra él:

— ¿Por qué han venido a buscarme con espadas y garrotes, como si fuera un ladrón? 53 Todos los días he estado entre ustedes en el Templo, y no me detuvieron. ¡Pero esta es la hora de ustedes, la hora del poder de las tinieblas!

Pedro niega a Jesús (Mt 26,57-58.69-75; Mc 14,53-54; 66-72; Jn 18,15-18.25-27)

54 Apresaron, pues, a Jesús, se lo llevaron y lo introdujeron en la casa del sumo sacerdote. Pedro iba detrás a cierta distancia. 55 En medio del patio de la casa habían encendido fuego, y estaban sentados en torno a él; también Pedro estaba sentado entre ellos. 56 En esto llegó una criada que, viendo a Pedro junto al fuego, se quedó mirándolo fijamente y dijo:

— Este también estaba con él.

57 Pedro lo negó, diciendo:

— Mujer, ni siquiera lo conozco.

58 Poco después lo vio otro, que dijo:

— También tú eres uno de ellos.

Pedro replicó:

— No lo soy, amigo.

59 Como cosa de una hora más tarde, un tercero aseveró:

— Seguro que este estaba con él, pues es galileo.

60 Entonces Pedro exclamó:

— ¡Amigo, no sé qué estás diciendo!

Todavía estaba Pedro hablando, cuando cantó un gallo. 61 En aquel momento, el Señor se volvió y miró a Pedro. Se acordó Pedro de que el Señor le había dicho: “Hoy mismo, antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces” 62 y, saliendo, lloró amargamente.

Burlas e insultos contra Jesús (Mt 26,67-68; Mc 14,65)

63 Los hombres que custodiaban a Jesús se burlaban de él y lo golpeaban. 64 Tapándole los ojos, le decían:

— ¡Adivina quien te ha pegado!

65 Y proferían contra él toda clase de insultos.

Jesús ante el Consejo Supremo (Mt 26,59-66; Mc 14,55-64; Jn 18,12-14.19-24)

66 Cuando se hizo de día, se reunieron los ancianos del pueblo, los jefes de los sacerdotes y los maestros de la ley, y llevaron a Jesús ante el Consejo Supremo. 67 Allí le preguntaron:

— ¿Eres tú el Mesías? ¡Dínoslo de una vez!

Jesús contestó:

— Aunque se lo diga a ustedes, no me van a creer; 68 y si les hago preguntas, no me van a contestar. 69 Sin embargo, desde ahora mismo, el Hijo del hombre estará sentado junto a Dios todopoderoso.

70 Todos preguntaron:

— ¿Así que tú eres el Hijo de Dios?

Jesús respondió:

— Ustedes lo dicen: yo soy.

71 Entonces ellos dijeron:

— ¿Para qué queremos más testigos? Nosotros mismos lo hemos oído de sus propios labios.

Job 37

37 Ante esto se estremece mi corazón,
salta incluso fuera de su sitio.
Escuchen atentos el fragor de su voz,
el estruendo que sale de su boca;
envía su rayo por debajo del cielo
y alcanza los confines de la tierra;
truena tras él su voz,
resuena de forma majestuosa;
después de escuchar su voz,
ninguno le sigue la pista.
Atruena Dios con su voz prodigiosa,
hace maravillas que ignoramos.
Ordena a la nieve: “Cae a tierra”,
y al aguacero: “Llueve con fuerza”;
de esta manera frena el trabajo humano
para que todos reconozcan sus obras.
Las fieras se encierran en sus cuevas,
permanecen ocultas en sus guaridas.
La tormenta sale de su cámara,
traen el frío los vientos del norte;
10 sopla Dios y se forma el hielo,
se congela la superficie del agua.
11 Carga las nubes de humedad,
mientras el nubarrón disemina su rayo,
12 que gira de uno a otro lado,
conducido por él alrededor,
para cumplir así sus órdenes
por toda la superficie del orbe.
13 Es [Dios] quien hace que descargue
sobre su tierra el nubarrón,
como azote o bien como favor.
14 Escucha esto tranquilo, Job;
piensa en las maravillas de Dios.
15 ¿Sabes cómo se lo ordena Dios
y el rayo brilla desde su nube?
16 ¿Sabes cómo equilibra las nubes,
maravilla de ciencia consumada?
17 Tú, que te agobias debajo de la ropa
cuando el solano aletarga la tierra,
18 ¿puedes tender como él el firmamento,
sólido como espejo de metal fundido?
19 Dinos lo que hemos de aconsejarle,
no podemos discutir a oscuras.
20 ¿Ha de ser informado cuando hablo
o hay que comunicarle lo que otro dice?
21 A veces no se puede ver el sol,
oculto como está entre nubarrones,
pero el viento se mueve y los disipa.
22 Llegan del norte resplandores de oro,
rodea a Dios terrible majestad;
23 nos es inalcanzable el Todopoderoso,
sublime en poder y equidad;
es justo, no viola el derecho.
24 Por eso, mortales, respétenlo,
que él no teme a los sabios.

2 Corintios 7

Tales son, queridos míos, las promesas que tenemos. Purifiquémonos, pues, de todo cuanto contamine el cuerpo o el espíritu y realicemos plenamente nuestra consagración viviendo en el respeto a Dios.

Acójannos en sus corazones. A nadie agraviamos, a nadie arruinamos, a nadie explotamos. Y con esto no pretendo recriminarlos, pues ya les he dicho que, en vida o en muerte, los llevo en el corazón. Tengo puesta en ustedes toda mi confianza y es tanto el orgullo que siento por ustedes, que estoy rebosante de ánimo y de alegría a pesar de todas las penalidades.

Alegría de Pablo por la nueva actitud de los corintios

Cuando llegué a Macedonia tampoco pude disfrutar del más mínimo sosiego; las tribulaciones me acosaban por doquier: por fuera los conflictos, por dentro el miedo. Pero Dios, que conforta a los humildes, me reanimó también a mí con la presencia de Tito. Y no fue sólo su presencia, fue sobre todo el conocer cómo ustedes le habían animado y reconfortado. Él me habló de la añoranza de ustedes por verme, del arrepentimiento, de la preocupación que ustedes tienen por mí. Esto me hizo todavía más feliz.

No me pesa haberles causado tristeza con mi carta. Hubo, sí, un momento en que lo sentí, al darme cuenta de que aquella carta los entristeció, aunque sólo fuera por breve tiempo. Pero ahora me alegro, no de haberlos entristecido, sino de que esa tristeza haya servido para que ustedes cambien de actitud. Como fue una tristeza querida por Dios, ningún daño han recibido de nosotros. 10 Y es que si la tristeza está en conformidad con la voluntad de Dios, produce un saludable cambio de actitud del que no hay que lamentarse; en cambio, la tristeza producida por el mundo ocasiona la muerte. 11 Fíjense, en efecto, en los frutos que esa tristeza conforme a la voluntad de Dios ha producido en ustedes: ¡Qué forma de preocuparse, de presentar excusas, de sentirse indignados por lo sucedido, y al mismo tiempo, asustados! ¡Qué añoranza por verme, qué interés por resolver el asunto, qué impaciencia por hacer justicia! Han demostrado, hasta donde es posible, que no son culpables de lo sucedido. 12 Si, pues, les escribí aquella carta, no fue tanto por el que causó la ofensa o por el que la recibió, cuanto por brindarles la oportunidad de descubrir, por ustedes mismos y en presencia de Dios, hasta dónde llegaba el interés que sienten por mí.

13 Esto es lo que me ha llenado de consuelo. Pero mucho más que mi propio consuelo, lo que me hace rebosar de alegría es ver a Tito íntimamente contento y reconfortado por el trato recibido de todos ustedes. 14 Le dije que estaba orgulloso de ustedes y no me han dejado en mal lugar; al contrario, lo mismo que no me privé de decirles toda la verdad, también los elogios que hice a Tito con respecto a ustedes, han resultado verdaderos. 15 Cada vez que recuerda el profundo respeto con que lo acogieron y la atención que todos le prestaron, crece más y más el cariño que les tiene. 16 ¡Qué alegría para mí poder contar siempre con ustedes!

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España