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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Génesis 37

Ciclo de José (37; 39—48; 50)

Sueños de José

37 Jacob se estableció en la tierra de Canaán, la tierra donde su padre había residido de manera itinerante. Esta es la historia de la familia de Jacob.

José tenía diecisiete años y apacentaba el ganado con sus hermanos, los hijos de Bilhá y Zilpá, concubinas de su padre. El joven solía llevar a su padre noticias del mal comportamiento de sus hermanos.

Israel quería a José más que a sus otros hijos, porque lo había tenido cuando ya era anciano, y mandó que le hicieran una túnica de colores. Sus hermanos, al darse cuenta de que era el preferido de su padre, empezaron a odiarlo y a hablarle con malos modos.

Un día José tuvo un sueño y se lo contó a sus hermanos, con lo cual les aumentó el odio que le tenían. Les dijo:

— Escuchen lo que he soñado. Nos encontrábamos nosotros en el campo atando gavillas. De pronto, mi gavilla se levantó y quedó erguida, mientras que las de ustedes se colocaron alrededor y se inclinaron ante la mía.

Sus hermanos le respondieron:

— ¿Quieres decir que tú vas a ser nuestro rey y que vas a dominarnos?

Y el odio que le tenían iba en aumento debido a los sueños que les contaba.

José tuvo otro sueño y también se lo contó a sus hermanos. Les dijo:

— He tenido otro sueño. En él veía que el sol, la luna y once estrellas se postraban ante mí.

10 Cuando José se lo contó a su padre y a sus hermanos, su padre lo reprendió, diciéndole:

— ¿Qué significa este sueño? ¿Acaso que tu madre, tus hermanos y yo mismo, tendremos que inclinarnos ante ti?

11 Sus hermanos le tenían envidia, pero su padre meditaba en todo esto.

José es vendido por sus hermanos

12 En cierta ocasión, los hermanos de José se fueron a Siquén a apacentar las ovejas de su padre. 13 Entonces Israel dijo a José:

— Tus hermanos están apacentando las ovejas en Siquén, y he pensado que podías ir a verlos.

Él respondió:

— Estoy a tu disposición.

14 Su padre le dijo:

— Vete, pues, a ver cómo están tus hermanos y el rebaño, y luego tráeme noticias.

Así que lo envió desde el valle de Hebrón, y José se dirigió a Siquén. 15 Un hombre lo encontró perdido en el campo y le preguntó:

— ¿Qué andas buscando?

16 José respondió:

— Ando buscando a mis hermanos. ¿Podrías indicarme dónde están pastoreando?

17 Y aquel hombre le respondió:

— Ya se han marchado de aquí, pero les oí decir que iban a Dotán.

José siguió buscando a sus hermanos, y los encontró en Dotán. 18 Ellos lo vieron venir de lejos, y antes de que se acercara tramaron un plan para matarlo. 19 Se dijeron unos a otros:

— ¡Ahí viene el de los sueños! 20 Vamos a matarlo y a echarlo en uno de estos aljibes; después diremos que alguna fiera salvaje lo devoró, y veremos en qué paran sus sueños.

21 Pero Rubén, al oír esto, intentó librarlo de las manos de sus hermanos diciendo:

— No lo matemos.

22 Y añadió:

— No derramen sangre; arrójenlo a este aljibe que está aquí en el desierto, pero no pongan las manos sobre él.

Rubén dijo esto porque su intención era salvarlo de ellos y devolverlo luego a su padre.

23 Al llegar José adonde estaban sus hermanos, le arrancaron la túnica de colores que llevaba 24 y, agarrándolo, lo arrojaron a un aljibe que estaba vacío, sin agua. 25 Después se sentaron a comer.

Mientras comían, vieron venir una caravana de ismaelitas procedentes de Galaad, con los camellos cargados de resinas aromáticas, bálsamo y mirra, que transportaban a Egipto. 26 Entonces Judá dijo a sus hermanos:

— ¿Sacamos algún provecho si dejamos morir a nuestro hermano y encubrimos su muerte? 27 Será mejor que lo vendamos a los ismaelitas en vez de poner nuestras manos sobre él; a fin de cuentas es nuestro hermano, es de nuestra propia sangre.

Sus hermanos asintieron; 28 y cuando los mercaderes madianitas pasaron por allí, sacaron a José del aljibe y se lo vendieron a los ismaelitas por veinte siclos de plata. Así fue como se llevaron a José a Egipto.

29 Rubén volvió al aljibe y, al ver que José ya no estaba allí, se rasgó las vestiduras; 30 luego volvió adonde estaban sus hermanos y les dijo:

— El muchacho no está; y yo, ¿qué hago yo ahora?

31 Ellos degollaron un cabrito y con su sangre mancharon la túnica de José. 32 Después mandaron la túnica de colores a su padre, con este mensaje: “Hemos encontrado esto. Mira a ver si es o no la túnica de tu hijo”.

33 En cuanto Jacob la reconoció, exclamó:

— ¡Es la túnica de mi hijo! Alguna bestia salvaje ha despedazado y devorado a José.

34 Entonces Jacob rasgó sus vestiduras, se vistió de luto y por mucho tiempo hizo duelo por su hijo. 35 Todos sus hijos y sus hijas intentaban consolarlo, pero él no se dejaba consolar; al contrario, lloraba por su hijo y repetía:

— Guardaré luto por mi hijo hasta que vaya a reunirme con él en el reino de los muertos.

36 Entre tanto, en Egipto, los madianitas vendieron a José a Potifar, hombre de confianza del faraón y capitán de la guardia real.

Marcos 7

Las tradiciones de los antepasados (Mt 15,1-20)

Se acercaron a Jesús los fariseos y unos maestros de la ley llegados de Jerusalén y vieron que algunos discípulos de Jesús comían con las manos impuras, esto es, sin habérselas lavado. (Porque los fariseos y demás judíos, siguiendo la tradición de sus antepasados, no comen sin antes haberse lavado las manos cuidadosamente. Así, cuando vuelven del mercado, no comen si antes no se lavan. Y guardan también otras muchas costumbres rituales, tales como lavar las copas, las ollas, las vasijas metálicas y hasta las camas). Preguntaron, pues, a Jesús aquellos fariseos y maestros de la ley:

— ¿Por qué tus discípulos no respetan la tradición de nuestros antepasados? ¿Por qué se ponen a comer con las manos impuras?

Jesús les contestó:

— ¡Hipócritas! Bien profetizó Isaías acerca de ustedes cuando escribió:

Este pueblo me honra de labios afuera,
pero su corazón está muy lejos de mí.
Inútilmente me rinden culto,
pues enseñan doctrinas
que sólo son preceptos humanos.

Ustedes se apartan de los mandatos de Dios por seguir las tradiciones humanas.

Y añadió:

— Así que, por mantener sus propias tradiciones, se despreocupan completamente de lo que Dios ha mandado. 10 Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y también: El que maldiga a su padre o a su madre será condenado a muerte. 11 En cambio, ustedes afirman que si alguno dice a su padre o a su madre: “Lo que tenía reservado para ayudarte, lo he convertido en corbán, es decir, en ofrenda para el Templo”, 12 queda liberado de la obligación de prestarles ayuda. 13 De este modo, con esas tradiciones de ustedes que se pasan de unos a otros, anulan lo que Dios había dispuesto. Además hacen otras muchas cosas parecidas a estas.

14 Y recabando de nuevo la atención de la gente, les dijo:

— Óiganme todos y entiendan esto: 15 Nada externo al ser humano puede hacerlo impuro. Lo que realmente hace impuro a uno es lo que sale del corazón. 16 [Quien pueda entender esto, que lo entienda].

17 Luego, cuando Jesús se apartó de la gente y entró en casa, sus discípulos le preguntaron por el significado de lo que había dicho. 18 Él les contestó:

— ¿Así que tampoco ustedes son capaces de entenderlo? ¿No comprenden que nada de lo que entra de afuera en el ser humano puede hacerlo impuro, 19 porque no entra en su corazón, sino en su vientre, y va a parar a la letrina?

Con esto, Jesús declaraba limpios todos los alimentos. 20 Y añadió:

— Lo que sale del interior, eso es lo que hace impura a una persona; 21 porque del fondo del corazón humano proceden las malas intenciones, las inmoralidades sexuales, los robos, los asesinatos, 22 los adulterios, la avaricia, la maldad, la falsedad, el desenfreno, la envidia, la blasfemia, el orgullo y la estupidez. 23 Todas estas son las maldades que salen de adentro y hacen impura a una persona.

La mujer sirofenicia (Mt 15,21-28)

24 Jesús se fue de aquel lugar y se trasladó a la región de Tiro. Entró en una casa, y quería pasar inadvertido, pero no pudo ocultarse. 25 Una mujer, cuya hija estaba poseída por un espíritu impuro, supo muy pronto que Jesús estaba allí y vino a arrodillarse a sus pies. 26 La mujer era griega, de origen sirofenicio, y rogaba a Jesús que expulsara al demonio que atormentaba a su hija. 27 Jesús le contestó:

— Deja primero que los hijos se sacien, pues no está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perros.

28 Ella le respondió:

— Es cierto, Señor; pero también es cierto que los cachorrillos que están debajo de la mesa comen las migajas que se les caen a los hijos.

29 Jesús, entonces, le dijo:

— Por eso que has dicho puedes irte, pues el demonio ya ha salido de tu hija.

30 La mujer regresó a su casa y encontró a su hija acostada en la cama y libre del demonio.

Curación de un sordomudo

31 Jesús salió de nuevo de la región de Tiro y, pasando por Sidón, se dirigió al lago de Galilea a través del territorio de la Decápolis. 32 Estando allí, le llevaron un hombre que era sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera su mano sobre él. 33 Jesús se llevó al hombre aparte de la gente y, cuando ya estaban solos, le metió los dedos en los oídos y le tocó la lengua con saliva. 34 Luego, mirando al cielo, suspiró y exclamó:

— ¡Effata! (que significa “¡Ábrete!”).

35 Al punto se abrieron los oídos del sordo, se le desató la lengua y pudo hablar correctamente. 36 Jesús mandó a los presentes que no contaran a nadie lo sucedido; pero cuanto más se lo mandaba, más lo divulgaban. 37 Y la gente decía llena de asombro:

— Este lo ha hecho todo bien: hace que los sordos oigan y que los mudos hablen.

Job 3

II.— DIÁLOGO ENTRE JOB Y SUS AMIGOS (3—31)

Primer ciclo de discursos (3—14)

Rechazo de la vida

Job habló por fin y maldijo así su día:
¡Muera el día en que nací
y la noche que anunció:
“Se ha concebido un varón”!
Que ese día se vuelva tinieblas,
que en lo alto Dios prescinda de él,
que la luz no lo ilumine.
Que sombrías tinieblas lo reclamen,
que se ciernan sobre él nubarrones,
que un eclipse lo llene de espanto.
Que la oscuridad se apodere de esa noche,
que no se sume a los días del año,
que no entre en el cómputo de los meses.
Que esa noche quede estéril,
que no se oigan los gritos de júbilo;
que la maldigan los que maldicen al Océano,
los que saben conjurar a Leviatán.
Que se ofusquen las estrellas de su aurora,
que espere en vano la luz,
que no vea el parpadeo del alba.
10 ¿Por qué no se me cerró la salida del vientre
y se me evitó contemplar tanto dolor?
11 ¿Por qué no morí dentro de las entrañas
y perecí antes de salir del vientre?
12 ¿Por qué me recibió un regazo
y unos pechos me dieron de mamar?
13 Ahora descansaría en paz,
ahora dormiría tranquilo
14 con esos reyes y consejeros de la tierra
que se hacen construir mausoleos,
15 o con los nobles que abundan en oro,
que acumulan plata en sus palacios.
16 Como aborto ignorado, no existiría;
como criatura que no llega a ver la luz.
17 Allí acaba la agitación de los canallas,
allí descansan los que están exhaustos.
18 Con ellos reposan los prisioneros,
sin oír las órdenes del capataz;
19 se confunden pequeños y grandes
y el esclavo se libra de su dueño.
20 ¿Por qué iluminó a un desgraciado
y dio vida a los que viven amargados,
21 esos que ansían la muerte y no aparece,
que la buscan como se busca un tesoro,
22 que disfrutarían al ver el túmulo
y se alegrarían al encontrar la tumba,
23 a quien no encuentra su camino
porque Dios le ha cerrado la salida?
24 Por pan tengo mis sollozos,
los gemidos se me escapan como agua.
25 Lo que más temía me sale al paso,
lo que más me aterraba me acontece.
26 Ya no tengo paz ni sosiego,
temo intranquilo un sobresalto.

Romanos 7

El cristiano y la ley

Bien saben, hermanos, —estoy hablando a quienes conocen la ley— que una persona está bajo el yugo de la ley sólo mientras vive. Así, la mujer casada permanece legalmente ligada a su marido mientras él vive. Muerto el marido, la esposa queda libre de esa ley. Por tanto, si en vida del marido la mujer se entrega a otro hombre, se la considera adúltera; pero, si muere el marido, esa ley ya no la obliga; podrá casarse con otro hombre sin ser por ello adúltera. De modo semejante, también ustedes, hermanos míos, por la muerte corporal de Cristo, han muerto a la ley. Son, pues, libres para entregarse a otro, al resucitado de entre los muertos, a fin de producir frutos para Dios. Mientras vivíamos sometidos a nuestras desordenadas apetencias humanas, éramos terreno abonado para que nuestras bajas pasiones, activadas por la ley, produjeran frutos de muerte. Ahora, en cambio, muertos a la ley que nos tenía bajo su yugo, hemos quedado liberados de ella y podemos servir a Dios, no según la letra de la vieja ley, sino conforme a la nueva vida del Espíritu.

La ley y el pecado

¿Querrá todo esto decir que la ley es pecado? ¡De ningún modo! Claro que, sin la ley, yo no habría experimentado el pecado. Por ejemplo, yo ignoraba lo que es tener malos deseos, hasta que vino la ley y dijo: No tengas malos deseos. Fue el pecado el que, aprovechando la ocasión que le proporcionaba el mandamiento, despertó en mí toda clase de malos deseos; sin la ley, pues, el pecado sería ineficaz. Hubo un tiempo en que, al no haber ley, todo era vida para mí. Pero, al venir el mandamiento, revivió el pecado, 10 y la muerte se abatió sobre mí. Un mandamiento que debía ser portador de vida, se convirtió para mí en instrumento de muerte. 11 Porque el pecado se aprovechó del mandamiento para engañarme y, valiéndose de él, me causó la muerte.

12 La ley, ciertamente, es santa. Y los mandamientos son santos, justos y buenos. 13 Entonces, algo bueno en sí mismo ¿se habrá convertido en mortífero para mí? ¡De ningún modo! Lo que sucede es que el pecado, para demostrar que lo es verdaderamente, me causó la muerte sirviéndose de algo bueno. Y así, con ayuda del mandamiento, el pecado se convierte en algo sobremanera mortífero.

Bajo la tiranía del pecado

14 Sabemos, pues, que la ley pertenece a la esfera del espíritu. En cambio, yo no soy más que un simple mortal vendido como esclavo al pecado. 15 Realmente no acabo de entender lo que me pasa ya que no hago lo que de veras deseo, sino lo que detesto. 16 Pero si hago lo que detesto, estoy reconociendo que la ley es buena 17 y que no soy yo quien lo hace, sino el pecado que habita en mí, 18 pues soy consciente de que, en lo que respecta a mis desordenados apetitos, no es el bien lo que prevalece en mí; y es que, estando a mi alcance querer lo bueno, me resulta imposible realizarlo. 19 Quisiera hacer el bien que deseo y, sin embargo, hago el mal que detesto. 20 Ahora bien, si hago lo que detesto, no soy yo quien lo hace, sino el pecado que se ha apoderado de mí. 21 En resumidas cuentas, constato la existencia de esta regla: que deseo hacer el bien, pero es el mal lo que me domina 22 En mi interior humano me complazco en la ley de Dios; 23 en mi cuerpo, sin embargo, experimento otra ley que lucha con los criterios de mi razón: es la ley del pecado que está en mí y me tiene encadenado. 24 ¡Infeliz de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo portador de muerte? 25 A Dios se lo agradeceré por medio de Jesucristo, Señor nuestro. Así que, concluyendo, por una parte mi razón me inclina a servir a Dios; por otra, mis desordenados apetitos me tienen esclavizado a la ley del pecado.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España