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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
2 Crónicas 17

Reinado de Josafat

17 Le sucedió como rey su hijo Josafat, que se hizo fuerte frente a Israel. Puso guarniciones en todas las ciudades fortificadas de Judá y nombró gobernadores para el territorio de Judá y para las ciudades de Efraín conquistadas por su padre Asá. El Señor estuvo con Josafat, porque siguió los pasos que había recorrido anteriormente su antepasado David y no acudió a los baales, sino al Dios de sus antepasados, cumpliendo sus mandamientos, a diferencia del proceder de Israel. El Señor consolidó el reino bajo su mando: todo Judá pagaba tributo a Josafat, y llegó a tener grandes riquezas y honores. Se sentía orgulloso de seguir al Señor y suprimió de Judá los santuarios locales y los postes sagrados. El año tercero de su reinado envió a sus oficiales Benjáil, Abdías, Zacarías, Natanael y Miqueas a impartir enseñanza por las ciudades de Judá, acompañados de los levitas Semaías, Natanías, Zebadías, Asael, Simiramot, Jonatán, Adonías, Tobías y Tobadonías, y de los sacerdotes Elisamá y Jorán. Impartían instrucción en Judá con el Libro de la Ley del Señor y así recorrieron todas las ciudades de Judá enseñando al pueblo.

10 Todos los reinos de los países vecinos de Judá sentían pánico sagrado y dejaron de luchar contra Josafat. 11 Los filisteos le pagaron tributo en especie y en dinero, y los árabes, en ganado: siete mil setecientos carneros y siete mil machos cabríos. 12 Josafat se iba haciendo cada día más poderoso y edificó fortalezas y ciudades de avituallamiento en Judá. 13 Tenía abundantes provisiones en las ciudades de Judá y un ejército de soldados aguerridos en Jerusalén, 14 con arreglo al siguiente registro familiar: jefes de millar en Judá: Adná, jefe de trescientos mil guerreros valerosos; 15 y a sus órdenes estaban Yojanán, jefe de doscientos ochenta mil, 16 y Amasías, hijo de Zicrí, voluntario al servicio del Señor, con doscientos mil guerreros valerosos. 17 Por Benjamín, el valeroso Elyadá con doscientos mil hombres armados de arco y escudo; 18 y a sus órdenes Jozabad con ciento ochenta mil hombres bien entrenados. 19 Todos ellos estaban al servicio del rey, sin contar a los que había distribuido en las ciudades fortificadas por todo Judá.

Apocalipsis 6

Los cuatro primeros sellos

Vi entonces cómo el Cordero rompió el primero de los siete sellos, al tiempo que uno de los cuatro seres vivientes decía con voz de trueno:

— ¡Ven!

Al mirar, vi un caballo blanco, cuyo jinete iba armado de un arco. Le dieron una corona, y salió como seguro vencedor. El Cordero rompió el segundo sello, y oí que el segundo ser viviente decía:

— ¡Ven!

Salió entonces otro caballo de color rojo. A su jinete se le dio una gran espada con la misión de borrar la paz de la tierra provocando guerras fratricidas.

Rompió el Cordero el tercer sello, y oí al tercer ser viviente que decía:

— ¡Ven!

Al mirar, vi un caballo negro, cuyo jinete sostenía una balanza en la mano. Emergiendo de entre los cuatro seres vivientes, una especie de voz proclamaba:

— Por un kilo de trigo, el jornal de un día; por tres kilos de cebada, el jornal de un día; no causes daño, sin embargo, al aceite y al vino.

El Cordero rompió el cuarto sello, y oí la voz del cuarto ser viviente, que decía:

— ¡Ven!

Al mirar, vi un caballo amarillo montado por un jinete que se llamaba “Muerte”. Detrás de él galopaba el “Abismo”, ambos con poder para aniquilar la cuarta parte de la tierra valiéndose de la espada, el hambre, la peste y los animales salvajes.

El quinto y sexto sello

El Cordero rompió el quinto sello, y vi debajo del altar, vivos, los que habían sido asesinados por haber proclamado la palabra de Dios y haber dado testimonio de su fe. 10 Y gritaron con voz poderosa:

— Señor santo y veraz, ¿cuánto vas a tardar en hacernos justicia y vengar la muerte que nos dieron los que habitan tierra?

11 Recibió entonces cada uno una túnica blanca, mientras les decían:

— Esperen todavía un poco hasta que se complete el número de sus compañeros y hermanos que han de morir como ustedes.

12 Vi cómo el Cordero rompía el sexto sello. Se produjo entonces un formidable terremoto; el sol se oscureció como si se vistiera de luto; la luna se volvió completamente como sangre; 13 las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como frutos aún verdes sacudidos por un viento impetuoso; 14 el cielo se replegó sobre sí mismo como un pergamino que se enrolla, y todos los montes y las islas sintieron estremecerse sus cimientos. 15 Entonces, los reyes de la tierra, los nobles, los generales, los ricos, los poderosos, todos absolutamente, esclavos y libres, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes, 16 diciendo a cumbres y peñascos:

— Caigan sobre nosotros; ocúltennos para que no nos vea el que está sentado en el trono, para que no dé con nosotros la ira del Cordero. 17 Porque ha llegado el gran día de su ira, y ¿quién podrá resistir en pie?

Zacarías 2

Segunda visión: los cuernos y los herreros

Alcé la vista y, al mirar, vi cuatro cuernos. Pregunté entonces al ángel que hablaba conmigo:

— ¿Qué representan esos cuernos?

El ángel me respondió:

— Representan el poder de quienes dispersaron a Judá, a Israel y a Jerusalén.

A continuación el Señor me hizo ver cuatro herreros.

Y yo pregunté:

— ¿Qué es lo que estos vienen a hacer?

Me contestó:

— Los cuernos representan a quienes dispersaron a Judá hasta el punto de que ya nadie podía levantar cabeza; los herreros, por su parte, vienen para hacer temblar y derribar los poderes que esas naciones desencadenaron contra el país de Judá a fin de dispersarlo.

Tercera visión: la cinta para medir

Alcé la vista y, al mirar, vi a un hombre que tenía en la mano una cinta para medir. Le pregunté:

— ¿A dónde te diriges?

Me respondió:

— A medir Jerusalén para saber cuál será su anchura y su longitud.

Se marchaba ya el ángel que estaba hablando conmigo, cuando otro ángel le salió al encuentro y le dijo:

— Anda y di a ese joven: “Jerusalén será una ciudad abierta, habitada por una multitud de personas y animales. Y yo seré para ella —oráculo del Señor— una muralla de fuego alrededor y un motivo de gloria en medio de ella”.

Invitación a los desterrados

10 ¡Ea, vamos!
Escapen del país del norte
—oráculo del Señor—.
Yo los dispersé —dice el Señor—
por los cuatro puntos cardinales;
11 pues bien, ¡arriba, Sión!,
trata de ponerte a salvo,
tú que habitas en Babilonia.
12 Esto dice el Señor del universo
—de quien soy su mensajero autorizado—
acerca de las naciones que los despojaron:
El que los toca a ustedes,
toca a las niñas de mis ojos.
13 Yo castigaré a esas naciones
que serán botín de sus esclavos,
y así ustedes reconocerán que he sido enviado
por el Señor del universo.
14 ¡Grita de alegría, Sión,
pues en medio de ti vengo a morar!
—oráculo del Señor—.
15 En aquel día se unirán al Señor
naciones sin cuento;
se convertirán en pueblo mío,
yo habitaré en medio de ti
y tú reconocerás
que es el Señor del universo
quien a ti me ha enviado.
16 Judá será la tierra santa,
posesión y heredad del Señor
que de nuevo elegirá a Jerusalén.
17 Calle, pues, ante el Señor todo viviente
porque está decidido a entrar en acción
desde su santa morada.

Juan 5

Tercer signo (5,1-47)

El paralítico de Betzata

Después de esto, Jesús subió a Jerusalén con motivo de una fiesta judía. Hay en Jerusalén, cerca de la puerta llamada de las Ovejas, un estanque conocido con el nombre hebreo de Betzata, que tiene cinco soportales. En estos soportales había una multitud de enfermos recostados en el suelo: ciegos, cojos y paralíticos. Había entre ellos un hombre que llevaba enfermo treinta y ocho años. Jesús, al verlo allí tendido y sabiendo que llevaba tanto tiempo, le preguntó:

— ¿Quieres curarte?

El enfermo le contestó:

— Señor, no tengo a nadie que me meta en el estanque una vez que el agua ha sido agitada. Cuando llego, ya otro se me ha adelantado.

Entonces Jesús le ordenó:

— Levántate, recoge tu camilla y vete.

En aquel mismo instante, el enfermo quedó curado, recogió su camilla y comenzó a andar. Pero aquel día era sábado. 10 Así que los judíos dijeron al que había sido curado:

— Hoy es sábado y está prohibido que cargues con tu camilla.

11 Él respondió:

— El que me curó me dijo que recogiera mi camilla y me fuera.

12 Ellos le preguntaron:

— ¿Quién es ese hombre que te dijo que recogieras tu camilla y te fueras?

13 Pero el que había sido curado no lo sabía, pues Jesús había desaparecido entre la muchedumbre allí reunida.

14 Poco después, Jesús se encontró con él en el Templo y le dijo:

— Ya ves que has sido curado; no vuelvas a pecar para que no te suceda algo peor.

15 Se marchó aquel hombre e hizo saber a los judíos que era Jesús quien lo había curado. 16 Y como Jesús no se privaba de hacer tales cosas en sábado, los judíos no dejaban de perseguirlo. 17 Pero él les replicaba diciendo:

— Mi Padre no cesa nunca de trabajar, y lo mismo hago yo.

18 Esta afirmación provocó en los judíos un mayor deseo de matarlo, porque no sólo no respetaba el sábado, sino que además decía que Dios era su propio Padre, haciéndose así igual a Dios.

La autoridad del Hijo

19 Jesús, entonces, se dirigió a ellos diciendo:

— Yo les aseguro que el Hijo no puede hacer nada por su propia cuenta; él hace únicamente lo que ve hacer al Padre. Lo que hace el Padre, eso hace también el Hijo. 20 Pues el Padre ama al Hijo y le hace partícipe de todas sus obras. Y le hará partícipe de cosas mayores todavía, de modo que ustedes mismos quedarán maravillados. 21 Porque así como el Padre resucita a los muertos, dándoles vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.

22 El Padre no juzga a nadie; todo el poder de juzgar se lo ha dado al Hijo. 23 Y quiere que todos den al Hijo el mismo honor que dan al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que lo ha enviado. 24 Yo les aseguro que el que acepta mi palabra y cree en el que me ha enviado, tiene vida eterna; no será condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.

25 Les aseguro que está llegando el momento, mejor dicho, ha llegado ya, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan volverán a la vida. 26 Pues lo mismo que el Padre tiene la vida en sí mismo, también le concedió al Hijo el tenerla, 27 y le dio autoridad para juzgar, porque es el Hijo del hombre. 28 No se admiren ustedes de lo que estoy diciendo, porque llegará el momento en que todos los muertos oirán su voz 29 y saldrán de las tumbas. Los que hicieron el bien, para una resurrección de vida; los que obraron el mal, para una resurrección de condena.

Testigos a favor de Jesús

30 Yo no puedo hacer nada por mi propia cuenta. Conforme el Padre me dicta, así juzgo. Mi juicio es justo, porque no pretendo actuar según mis deseos, sino según los deseos del que me ha enviado. 31 Si me presentara como testigo de mí mismo, mi testimonio carecería de valor. 32 Es otro el que testifica a mi favor, y yo sé que su testimonio a mi favor es plenamente válido.

33 Ustedes mismos enviaron una comisión a preguntar a Juan, y él dio testimonio a favor de la verdad. 34 Y no es que yo tenga necesidad de testimonios humanos; si digo esto, es para que ustedes puedan salvarse. 35 Juan el Bautista era como una lámpara encendida que alumbraba; y ustedes estuvieron dispuestos a alegrarse por breve tiempo con su luz. 36 Pero yo tengo a mi favor un testimonio de mayor valor que el de Juan: las obras que el Padre me encargó llevar a feliz término, y que yo ahora realizo, son las que dan testimonio a mi favor de que el Padre me ha enviado.

37 También habla a mi favor el Padre que me envió, aunque ustedes nunca han oído su voz ni han visto su rostro. 38 No han acogido su palabra como lo prueba el hecho de que no han creído a su enviado. 39 Ustedes estudian las Escrituras pensando que contienen vida eterna; pues bien, precisamente las Escrituras dan testimonio a mi favor. 40 A pesar de ello, ustedes no quieren aceptarme para obtener esa vida.

41 Yo no busco honores humanos. 42 Además, los conozco muy bien y sé que no aman a Dios. 43 Yo he venido de parte de mi Padre, pero ustedes no me aceptan; en cambio, aceptarían a cualquier otro que viniera en nombre propio. 44 ¿Cómo van a creer, si sólo se preocupan de recibir honores los unos de los otros y no se interesan por el verdadero honor, que viene del Dios único? 45 Por lo demás, no piensen que voy a ser yo quien les acuse ante mi Padre; les acusará Moisés, el mismo Moisés en quien ustedes tienen puesta su esperanza. 46 Él escribió acerca de mí; por eso, si creyeran a Moisés, también me creerían a mí. 47 Pero si no creen lo que él escribió, ¿cómo van a creer lo que yo digo?

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España