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M’Cheyne Bible Reading Plan

The classic M'Cheyne plan--read the Old Testament, New Testament, and Psalms or Gospels every day.
Duration: 365 days
La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
2 Crónicas 3-4

Las obras del Templo (1 Re 7,15-22)

Salomón comenzó a edificar el Templo del Señor en Jerusalén, en el monte Moria donde el Señor se había aparecido a su padre David, en el lugar que este había preparado en la era de Ornán, el jebuseo. La construcción comenzó el segundo mes del cuarto año de su reinado.

Estas son las dimensiones que Salomón dio a los cimientos del Templo, en medida antigua: treinta metros de largo por diez de ancho. El vestíbulo que había en la parte delantera del edificio tenía diez metros de largo, diez de ancho y diez de alto y su interior estaba recubierto de oro fino. Revistió la sala grande con madera de pino, recubierta de oro fino con grabados de palmas encadenadas. Adornó el Templo con piedras preciosas y con oro de Parváin. Recubrió de oro el Templo, las vigas, las jambas, las paredes y las puertas y esculpió querubines sobre las paredes.

Luego hizo la sala del lugar santísimo, que tenía diez metros de largo, en correspondencia con la anchura del Templo, por otros tantos de ancho; y lo revistió todo empleando seiscientos talentos de oro puro. Los clavos de oro pesaban cincuenta siclos. También recubrió de oro las salas superiores. 10 Mandó tallar en la sala del lugar santísimo dos esculturas de querubines que también hizo recubrir de oro. 11 Las alas de los querubines medían diez metros de longitud: un ala del primer querubín medía dos metros y medio y llegaba hasta la pared, mientras que la otra, también de dos metros y medio, llegaba hasta el ala del otro querubín. 12 De igual manera, un ala del segundo querubín, de dos metros y medio, llegaba hasta la pared y la otra, también de dos metros y medio, llegaba hasta el ala del primer querubín. 13 Las alas extendidas de ambos querubines medían un total de diez metros. Estaban de pie, mirando a la sala. 14 Empleó para el velo púrpura violeta, escarlata y carmesí, y lino, y sobre él bordó querubines.

15 Delante de la nave puso dos columnas de diecisiete metros y medio de altas, rematadas por sendos capiteles de dos metros y medio. 16 Hizo cadenas en forma de collar y las puso sobre los capitales de las columnas, y luego puso cien granadas sobre las cadenas. 17 Luego colocó las columnas a la entrada del edificio, una a la derecha y otra a la izquierda. A la de la derecha la llamó Firmeza y a la de la izquierda la llamó Fuerza.

El ajuar del Templo (1 Re 7,23-26.26.38.40-51)

Salomón hizo construir un altar de bronce de diez metros de largo, diez de ancho y cinco de alto. E hizo también un gran recipiente de metal fundido, en forma circular, con cinco metros de diámetro, dos metros y medio de altura y quince de circunferencia. Por debajo, alrededor de todo el recipiente, había dos hileras de figuras de toros, a razón de veinte por metro, que habían sido fundidas con el recipiente. Descansaba sobre doce toros, de los que tres miraban al norte, tres al oeste, tres al sur y tres al este. El recipiente descansaba sobre los toros, que tenían los cuartos traseros hacia dentro. Su grosor era de unos veintitrés centímetros y el borde imitaba el cáliz de un lirio. Tenía una capacidad de unos seiscientos sesenta hectólitros. Hizo también diez pilas de bronce y colocó cinco a la derecha y cinco a la izquierda, para lavar en ellas todo lo que se utilizaba en los holocaustos. En cambio, los sacerdotes se lavaban en el recipiente. Hizo diez candelabros de oro puro, según el diseño prescrito, y colocó cinco a la derecha y cinco a la izquierda del santuario. Hizo también diez mesas que puso en el santuario, cinco a la derecha y cinco a la izquierda, y cien cuencos de oro. Hizo también el patio de los sacerdotes, el patio mayor con sus puertas, que recubrió de bronce. 10 Y colocó el gran depósito en el lado derecho, hacia el sudeste.

11 Finalmente Jirán hizo los ceniceros, las palas y los acetres y con ello concluyó todas las obras que le había encomendado el rey Salomón para el Templo del Señor: 12 las dos columnas, los capiteles redondos que remataban las columnas, los dos entrelazados que cubrían los capiteles redondos; 13 las cuatrocientas granadas para los dos entrelazados, dos series de granadas para cada uno; 14 las diez bases que servían de soporte a las diez pilas; 15 el gran depósito y los doce toros que iban debajo; 16 los ceniceros, las palas y los acetres. Todos los objetos que Jirán Abihú hizo, por encargo del rey Salomón, para el Templo del Señor eran de bronce bruñido. 17 El rey los mandó fundir en arcilla, en el valle del Jordán, entre Sukot y Seredá. 18 Salomón hizo todos estos objetos; y eran tantos que era imposible calcular el peso del bronce. 19 Salomón también mandó hacer todos los restantes objetos del Templo del Señor: el altar de oro, las mesas sobre las que se ponían los panes de la ofrenda; 20 los candelabros con sus lámparas de oro puro para arder ante el camarín, como está prescrito; 21 las flores, lámparas y despabiladeras de oro purísimo; 22 los cuchillos, acetres, cucharillas e incensarios de oro puro. También eran de oro las puertas de la entrada del Templo, las puertas del lugar santísimo y las que daban acceso a la gran sala del Templo.

1 Juan 3

II.— COMPORTARNOS COMO HIJOS DE DIOS (3,1—4,6)

Somos hijos de Dios

¡Miren qué amor tan inmenso el del Padre, que nos proclama y nos hace ser hijos suyos! Si el mundo nos ignora, es porque no conoce a Dios. Ahora, queridos, somos hijos de Dios, aunque todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser. Pero sabemos que el día en que se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es. Esta esperanza que hemos puesto en él es la que nos va perfeccionando, como él es perfecto.

Jesucristo borra nuestros pecados

Todo el que peca quebranta la ley, pues el pecado consiste en conculcar la ley. Y saben que Jesucristo, en quien no hay pecado, vino a borrar nuestros pecados. Quien permanece unido a él no comete pecado; quien sigue pecando, es que no lo ha visto ni conocido. Hijos míos, que nadie los engañe; el que practica el bien es justo, como Jesús es justo. Pero el que sigue pecando pertenece al diablo, porque el diablo es pecador desde el principio del mundo. El Hijo de Dios vino para aniquilar la obra del diablo, y ninguno que sea hijo de Dios puede seguir pecando, porque Dios es su Padre, y la vida misma de Dios alienta en él. 10 En esto se distinguen los hijos de Dios de los hijos del diablo: quien no practica el bien ni ama al hermano, no es hijo de Dios.

El amor fraterno

11 Desde el principio han escuchado ustedes el anuncio de amarse unos a otros. 12 No como Caín, quien, por ser del maligno, asesinó a su hermano. Y ¿por qué lo asesinó? Pues porque sus acciones eran malas, y las de su hermano, en cambio, eran buenas.

13 No se extrañen, hermanos, si el mundo los aborrece. 14 Sabemos que por amar a nuestros hermanos hemos pasado de la muerte a la vida, mientras que quien no ama sigue muerto. 15 Odiar al hermano es como darle muerte, y deben saber que ningún asesino tiene dentro de sí vida eterna. 16 Nosotros hemos conocido lo que es el amor en que Cristo dio su vida por nosotros; demos también nosotros la vida por los hermanos. 17 Pero si alguien nada en la abundancia y, viendo que su hermano está necesitado le cierra el corazón, ¿tendrá valor para decir que ama a Dios? 18 Hijos míos, ¡obras son amores y no buenas razones!

Confianza en Dios

19 Esta será la señal de que pertenecemos a la verdad y podemos sentirnos seguros en presencia de Dios: 20 que si alguna vez nos acusa la conciencia, Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas. 21 Pero si la conciencia no nos acusa, queridos, crece nuestra confianza en Dios 22 y él nos concederá todo lo que le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos cuanto le agrada. 23 Y este es su mandamiento: que creamos en su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros conforme al precepto que él nos dio. 24 Quien cumple sus mandamientos, permanece en Dios y Dios en él; así nos lo hace saber el Espíritu que nos dio.

Nahúm 2

¡Miren! Vean sobre los montes
las pisadas de un heraldo,
de uno que anuncia la paz.
Celebra tus fiestas, Judá,
cumple tus promesas.
Nunca más te hollará el malvado
pues ha sido totalmente destruido.
Un destructor avanza contra ti.
¡Monta la guardia en la fortaleza!
¡Vigila todos los accesos!
¡Prepárate a luchar!
¡Haz acopio de toda tu fuerza!
El Señor va a restaurar
la viña de Jacob y la viña de Israel
que los saqueadores habían arrasado
destruyendo sus sarmientos.

La caída de Nínive

El escudo de sus guerreros es rojo,
los soldados visten de púrpura;
están listos para el combate,
empuñan las lanzas.
El acero de los carros flamea como fuego;
recorren vertiginosos los caminos,
se precipitan por las plazas;
parecen antorchas encendidas,
que se agitan como relámpagos.
[El rey] pasa revista a sus capitanes
que se atropellan en su marcha
al correr hacia la muralla
para asegurar el parapeto.
Las esclusas de los canales son forzadas,
el palacio se desploma.
La reina, descubierta, es deportada;
sus esclavas se golpean el pecho
y gimen igual que palomas.
Nínive es como un estanque
cuyas aguas se escapan.
¡Deténganse, deténganse!
Mas nadie se da la vuelta.
10 ¡Saqueen la plata, saqueen el oro!
El tesoro es magnífico,
los objetos preciosos incontables.
11 Destrucción, vacío y devastación,
corazones desfallecidos,
rodillas temblorosas,
entrañas estremecidas,
rostros demudados.
12 ¿Dónde está la guarida de los leones?
En ella los cachorros se alimentaban;
al salir el león, quedaba la leona
para que nadie atemorizara a los cachorros.
13 Desgarraba el león
la presa para sus cachorros,
la despedazaba para sus leonas
y llenaba de caza sus guaridas,
de carne fresca sus cuevas.
14 ¡Aquí estoy contra ti!,
—dice el Señor del universo—.
Convertiré tus carros en humo,
y la espada devorará tus cachorros;
acabaré con tus rapiñas sobre la tierra
y no se oirá más la voz de tus mensajeros.

Lucas 18

Parábola de la viuda y el juez

18 Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar en cualquier circunstancia, sin jamás desanimarse. Les dijo:

— Había una vez en cierta ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a persona alguna. Vivía también en la misma ciudad una viuda, que acudió al juez, rogándole: “Hazme justicia frente a mi adversario”. Durante mucho tiempo, el juez no quiso hacerle caso, pero al fin pensó: “Aunque no temo a Dios ni tengo respeto a nadie, voy a hacer justicia a esta viuda para evitar que me siga importunando. Así me dejará en paz de una vez”.

El Señor añadió:

— Ya han oído ustedes lo que dijo aquel mal juez. Pues bien, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche? ¿Creen que los hará esperar? Les digo que les hará justicia en seguida. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿aún encontrará fe en este mundo?

Parábola del fariseo y el recaudador de impuestos

A unos que alardeaban de su propia rectitud y despreciaban a todos los demás, Jesús les contó esta parábola:

10 — En cierta ocasión, dos hombres fueron al Templo a orar. Uno de ellos era un fariseo, y el otro un recaudador de impuestos. 11 El fariseo, plantado en primera fila, oraba en su interior de esta manera: “¡Oh Dios! Te doy gracias porque yo no soy como los demás: ladrones, malvados y adúlteros. Tampoco soy como ese recaudador de impuestos. 12 Ayuno dos veces por semana y pago al Templo la décima parte de todas mis ganancias”. 13 En cambio, el recaudador de impuestos, que se mantenía a distancia, ni siquiera se atrevía a levantar la vista del suelo, sino que se golpeaba el pecho y decía: “¡Oh Dios! Ten compasión de mí, que soy pecador”. 14 Les digo que este recaudador de impuestos volvió a casa con sus pecados perdonados; el fariseo, en cambio, no. Porque Dios humillará a quien se ensalce a sí mismo; pero ensalzará a quien se humille a sí mismo.

Jesús bendice a unos niños (Mt 19,13-15; Mc 10,13-16)

15 Llevaron unos niños a Jesús para que los bendijese. Los discípulos, al verlo, reñían a quienes los llevaban; 16 pero Jesús, llamando a los niños, dijo:

— Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el reino de Dios es para los que son como ellos. 17 Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.

Un rico quiere seguir a Jesús (Mt 19,16-30; Mc 10,17-31)

18 Uno de los jefes de los judíos preguntó a Jesús:

— Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?

19 Jesús le dijo:

— ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solamente Dios. 20 Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no des falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre. 21 El dignatario respondió:

— Todo eso lo he guardado desde mi adolescencia.

22 Al escuchar estas palabras, Jesús le dijo:

— Aún te falta algo: vende todo lo que posees y reparte el producto entre los pobres. Así te harás un tesoro en el cielo. Luego, vuelve aquí y sígueme.

23 Cuando el hombre oyó esto, se entristeció mucho, porque era muy rico. 24 Jesús, viéndolo tan triste, dijo:

— ¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! 25 Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.

26 Los que estaban escuchando preguntaron:

— Pues, en ese caso, ¿quién podrá salvarse?

27 Jesús contestó:

— Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.

28 Pedro le dijo entonces:

— Tú sabes que nosotros hemos dejado nuestras cosas para seguirte.

29 Jesús les dijo:

— Les aseguro que todo aquel que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por causa del reino de Dios, 30 recibirá mucho más en este mundo, y en el mundo venidero recibirá la vida eterna.

Jesús anuncia por tercera vez su muerte y su resurrección (Mt 20,17-19; Mc 10,32-34)

31 Jesús, tomando aparte a los Doce, les dijo:

— Ya ven que estamos subiendo a Jerusalén, donde ha de cumplirse todo lo que escribieron los profetas acerca del Hijo del hombre. 32 Allí será entregado en manos de extranjeros que se burlarán de él, lo insultarán, lo escupirán, 33 lo golpearán y le darán muerte. Pero al tercer día resucitará.

34 Los apóstoles no comprendían nada. No podían entender lo que Jesús les decía, porque el sentido de sus palabras era un misterio para ellos.

Curación del ciego de Jericó (Mt 20,29-34; Mc 10,46-52)

35 Jesús iba acercándose a Jericó. Y un ciego que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, 36 al oír el alboroto de la gente que pasaba, preguntó qué era aquello. 37 Le contestaron:

— Es que está pasando por aquí Jesús de Nazaret.

38 Entonces el ciego se puso a gritar:

— ¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!

39 Los que iban delante le mandaban que callara, pero él gritaba cada vez más:

— ¡Hijo de David, ten compasión de mí!

40 Jesús, entonces, se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando ya lo tenía cerca, le preguntó:

41 — ¿Qué quieres que haga por ti?

El ciego contestó:

— Señor, que vuelva a ver.

42 Jesús le dijo:

— Recobra la vista. Tu fe te ha salvado.

43 En el mismo instante, el ciego recobró la vista y, dando gloria a Dios, se unió a los que seguían a Jesús. Y todo el pueblo que presenció lo sucedido alabó también a Dios.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España