The Daily Audio Bible
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Elogio de la sabiduría
28 Hay minas donde se extrae la plata, y lugares especiales donde se refina el oro. 2 El hierro y el cobre se sacan de la tierra, y también tienen lugares donde se refinan. 3-4 Ya no hay obstáculos para que los mineros entren en las minas. Con sus linternas vencen a la más oscura cueva. En ella investigan hasta los más recónditos secretos de la tierra, balanceándose y suspendidos en sogas. 5 Los hombres saben obtener alimento de la superficie terrestre, bajo la cual hay fuego.
6 Saben descubrir zafiros y oro en polvo; 7 tesoros que ningún ave de rapiña puede ver y ningún ojo de águila descubrir, 8 porque se encuentran en lo profundo de las minas. Ningún animal salvaje ha pisado jamás estos tesoros; ningún león les ha puesto la zarpa encima. 9 Los hombres saben partir rocas como el pedernal y trastrocar el pie de las montañas. 10 Son capaces de abrir túneles en las rocas y de poner al desnudo piedras preciosas. 11 Construyen presas para detener el agua y sacan el oro.
12 Pero aunque los hombres pueden hacer todo esto, no saben dónde hallar la sabiduría y el entendimiento. 13 No sólo ignoran cómo obtenerla, sino que, en efecto, ella no puede hallarse entre los vivientes. 14 «Aquí no está», dicen los océanos; y los mares responden: «Ni aquí tampoco».
15 No puede comprarse con oro o plata, 16 ni con todo el oro refinado o las piedras preciosas de ónix y zafiro. 17 Ni el oro ni el cristal pueden compararse con la sabiduría, ni se cambia por áureas joyas. 18 El coral negro y el cristal de roca no tienen valor para obtenerla; vale mucho más que los rubíes. 19 Los topacios de Cus no pueden comprarla, ni tampoco el oro más fino.
20 ¿Dónde, entonces, obtenerla? ¿Dónde hallarla? 21 Porque está oculta a los ojos de la humanidad; ni las aves de aguda mirada que vuelan en el cielo pueden descubrirla.
22 ¡Pero la destrucción y la muerte dicen saber algo de ella! 23-24 Y Dios ciertamente sabe dónde se halla, porque él traspasa con la mirada toda la tierra y penetra todos los cielos. 25 El hace soplar los vientos y pone límite a los océanos. 26 Él establece las leyes de la lluvia y el sendero del relámpago. 27 Él sabe dónde se encuentra la sabiduría y lo declara a cuantos quieran escuchar. Él la estableció y la examinó plenamente. 28 Y esto dice él a todos los hombres: «Escuchen: temer al Señor es verdadera sabiduría; abandonar el mal es verdadero entendimiento».
Soliloquio de Job
29 Job prosiguió:
2 «¡Cómo extraño aquellos tiempos en que Dios cuidaba de mí, 3 cuando iluminaba el camino ante mis pasos y yo marchaba seguro entre las tinieblas!
4 »¡Si volvieran mis años de juventud, cuando la amistad de Dios reinaba en mi hogar; 5 cuando el Todopoderoso aún estaba conmigo y mis hijos en torno mío; 6 cuando mis planes prosperaban y hasta de la roca manaba aceite de olivas para mí!
7 »Aquellos eran los tiempos en que yo salía a la puerta de la ciudad y tomaba mi sitio entre los ancianos honorables. 8 Los jóvenes me veían y se apartaban, y hasta los ancianos se levantaban respetuosos a mi llegada. 9 Los príncipes se mantenían silenciosos y se tapaban la boca con la mano. 10 Los más altos dignatarios de la ciudad guardaban silencio. 11 Todos se regocijaban al oír mis palabras. Hablaban bien de mí cuantos me veían. 12 Pues yo, como juez honrado ayudaba a los pobres en sus necesidades y a los huérfanos que carecían de defensor. 13 Ayudaba a quienes estaban a punto de perecer, y ellos me bendecían. Y yo ponía en el corazón de las viudas un canto de alegría. 14 ¡Todo cuanto yo hacía era justo y honorable, porque la rectitud era mi vestidura! 15 Fui ojos para el ciego y pies para el cojo. 16 Fui padre de los pobres y me encargué de que hasta a los extranjeros se les hiciera justicia. 17 Quebranté los colmillos de los impíos opresores y los obligué a soltar a sus víctimas.
18 »Yo pensaba: “Sin duda moriré en paz en mi nido, tras larga y buena vida”. 19 Pues cuanto yo hacía prosperaba. Toda la noche había rocío en mis campos y los regaba. 20 Constantemente se me tributaban nuevos honores, y mis capacidades eran refrescadas y renovadas continuamente. 21 Todos me escuchaban y atendían mi consejo, y callaban hasta que yo hablara. 22 Y luego que yo hablaba no replicaban; porque mi consejo les satisfacía. 23 Ansiaban mis palabras como los que en la sequía ansían la lluvia. Esperaban ansiosos y con la boca abierta. 24 Cuando estaban desalentados, yo les sonreía y eso los animaba y les levantaba el espíritu. 25 Les decía lo que debían hacer, y los corregía como jefe de ellos, o como un rey instruye a su ejército, y como quien consuela a los dolientes.
30 »Pero ahora, quienes son menores que yo se burlan de mí, jovencitos cuyos padres no les llegaban ni a las pantorrillas de mis perros ovejeros. 2 ¡Ah! Cierto que tienen espaldas fuertes, pero son necios inútiles, insensatos. 3 Están enflaquecidos de hambre; han sido echados a los desiertos y a los páramos, desolados y tristes. 4 Comen raíces y hojas, 5 expulsados como están de la civilización. Los hombres gritaban tras ellos como quien corre a ladrones. 6 Así es que ahora habitan en cañadas espantosas; en cuevas y entre rocas. 7 Gritan como animales entre la maleza, apiñándose para protegerse bajo las ortigas. 8 Estos hijos suyos también resultaron necios, hijos sin nombre, proscritos de la civilización.
9 »¡Y ahora soy por tema de sus parodias! ¡Soy entre ellos motivo de burla! 10 Me desprecian y no quieren acercarse a mí, y no tienen empacho en escupirme a la cara. 11 Porque Dios ha puesto mi vida en peligro. Estos jovencitos, tras humillarme, ahora muestran todo desenfreno ante mí. 12 Este populacho me pone zancadillas y pone trampas a mis pies. 13 Ponen estorbos a mi camino y hacen cuanto pueden para que me sobrevenga la calamidad, sabiendo bien que no tengo quien me ampare. 14 Vienen contra mí de todos lados. Se lanzan sobre mí cuando estoy caído. 15 Ahora vivo aterrorizado. Me desprecian, y mi prosperidad se ha desvanecido como nube ante fuerte viento.
16 »Tengo el corazón quebrantado. La aflicción hace presa de mí. 17 Mis noches fatigosas están llenas de dolor, como si algo me perforara implacablemente los huesos. 18 Toda la noche la paso dando vueltas en el lecho, enredado en mi ropa. 19 Dios me ha derribado en el lodo. He llegado a ser como polvo y cenizas.
20 »Clamo a ti, oh Dios, pero no me respondes. Me presento ante ti, y no te dignas mirarme. 21 Te has vuelto cruel conmigo, y me persigues con gran poder y fuerza. 22 Me lanzas en el torbellino y me disuelves en la tormenta. 23 Y sé que tu propósito para conmigo es la muerte.
24 »Yo esperaba que mi caída se detuviera, como quien al caer extiende la mano o grita pidiendo auxilio en su calamidad. 25 ¿Acaso no lloré yo por los atribulados? ¿No me he condolido por los pobres? 26 Por eso esperaba yo que me viniera lo bueno, pero me vino lo malo. Esperaba la luz y vinieron las tinieblas. 27 Tengo el corazón atribulado e inquieto. Oleadas de aflicción me han asaltado. 28-29 Estoy ennegrecido, pero no por el sol. Me pongo de pie y grito pidiendo ayuda a la asamblea. Pero más valdría no desperdiciar el aliento, pues se me tiene por hermano de los chacales y compañero de las avestruces. 30 Tengo la piel negra, y se me está cayendo. Los huesos me arden de fiebre. 31 La voz de gozo y alegría se ha vuelto lamentación.
Ministros del nuevo pacto
12 Bien, cuando llegué a la ciudad de Troas, el Señor me proporcionó formidables oportunidades para predicar el evangelio de Cristo. 13 Pero Tito, mi amado hermano, no estaba allí cuando llegué. Tan intranquilo me puso esto que me despedí y fui a buscarlo a Macedonia.
14 Pero, ¡gracias a Dios que siempre nos lleva en el desfile victorioso de Cristo! y dondequiera que vamos nos usa para hablar a otros y para esparcir el evangelio como perfume fragante.
15 Para Dios somos como la fragancia de Cristo; olor que llega a los que se salvan y a los que se pierden. 16 Para estos, somos un olor de muerte que lleva la muerte; pero para los otros, somos un olor de vida que lleva a la vida. Y ¿quién está perfectamente capacitado para una tarea como esta? 17 Nosotros fuimos enviados por Dios para anunciar el evangelio con sinceridad delante de Dios, porque estamos unidos a Cristo. No somos como esos que predican la palabra de Dios por lucro.
Al director musical. Masquil de los hijo de Coré.
42 ¡Así como el ciervo jadea anhelando el agua, te anhelo yo, Dios! 2 Tengo sed de Dios, del Dios vivo. ¿Dónde hallarlo, para ir a estar en su presencia? 3 Día y noche mi pan son mis lágrimas, y mientras tanto mis enemigos se mofan de mí. «¿Dónde está ese Dios tuyo?» dicen burlones.
4 Mi corazón se consume en la tristeza al recordar aquellos tiempos —¡cómo olvidarlos!— cuando guiaba a una gran multitud hacia el templo en días de fiesta, cantando con gozo, alabando al Señor. 5 Entonces, ¿por qué desalentarse? ¿Por qué estar desanimado y triste? ¡Espera en Dios! ¡Aún lo alabaré de nuevo! ¡Él es mi Salvador y mi Dios! 6 Y sin embargo aquí estoy deprimido y sombrío; pero meditaré en tu bondad desde esta tierra por donde fluye el río Jordán y en donde se elevan el monte Hermón y el Mizar. 7 Escucho el rugir del enfurecido mar, mientras tus olas y la agitada marea me derriban.
8 Sin embargo, día tras día derrama el Señor sobre mí su constante amor; y por la noche entono sus cánticos y elevo oración al Dios que me da vida.
9 «¡Oh Dios, Roca mía!», clamo, «¿por qué me has abandonado? ¿Por qué tengo que sufrir estos ataques de mis enemigos?». 10 Sus burlas me traspasan como fatal herida no se cansan de preguntarme burlándose: «¿Dónde está ese Dios tuyo?». 11 ¿Por qué voy a desarmarme y estar tan triste? Volveré y lo alabaré. ¡Es mi Dios y mi Salvador!
7 Así como el rico es amo del pobre, el que pide prestado es siervo del que le presta.
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