The Daily Audio Bible
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22-23 Tres años más tarde, Dios hizo que surgieran problemas entre Abimélec y los ciudadanos de Siquén, y estos se rebelaron. 24 En los hechos que ocurrieron como consecuencia, Abimélec y los ciudadanos que le ayudaron a dar muerte a los setenta hijos de Gedeón recibieron el justo castigo por estos crímenes. 25 Los hombres de Siquén pusieron emboscada contra Abimélec en el camino que va hacia la cumbre de la montaña mientras esperaban que él llegara, asaltaban a cualquiera que pasara por allí. Pero alguien advirtió a Abimélec acerca de este complot.
26 En eso Gaal, hijo de Ébed, se mudó a Siquén con sus hermanos y la gente puso en él su confianza 27 a tal grado que salieron a vendimiar sus viñas. Luego pisaron las uvas y celebraron la fiesta de la cosecha en el templo de un dios local. El vino corría libremente y todos empezaron a maldecir a Abimélec. 28 «¿Quién es Abimélec? —gritaba Gaal—. ¿Por qué ha de ser nuestro rey? ¿Por qué hemos de ser sus siervos? Él y su amigo Zebul debieran ser nuestros esclavos. ¡Abajo Abimélec! 29 Corónenme rey y verán lo que ocurre a Abimélec. Le diré a Abimélec: “Toma tu ejército y peleemos”».
30 Cuando Zebul, el gobernante de la ciudad, oyó lo que decía Gaal, se enfureció, 31 y envió mensajeros a Abimélec en Arumá diciéndole: «Gaal, hijo de Ébed, y sus parientes han venido a vivir en Siquén y ahora están incitando a la ciudad para que se rebele en tu contra. 32 Ven esta noche con la gente que está contigo y escóndete en los campos, 33 y en la mañana, en cuanto haya aclarado, ataca a la ciudad. Cuando él y los que están con él salgan en contra tuya, podrás hacer con ellos lo que quieras».
34 Abimélec y sus hombres se pusieron en marcha durante la noche y se dividieron en cuatro grupos, que se distribuyeron alrededor de la ciudad. 35 A la mañana siguiente, cuando Gaal se sentó a la puerta de la ciudad a discutir diversos problemas con los dirigentes locales, Abimélec y sus hombres comenzaron a marchar contra la ciudad.
36 Cuando Gaal los vio, dijo a Zebul:
―Mira a la montaña, ¿no es gente que viene descendiendo?
―No —dijo Zebul—. Estás viendo sombras que parecen hombres.
37 ―No —dijo Gaal—; estoy seguro que veo gente que se dirige hacia nosotros por la colina Ombligo de la Tierra; y mira, hay otros que vienen por la Encina de los Adivinos.
38 Entonces Zebul se volvió triunfante hacia él:
―Ahora, dime, ¿qué es lo que habías dicho? ¿Quién era el que decía “¿Quién es Abimélec y por qué debe ser nuestro rey?”. Los hombres que insultaste y maldijiste están ahora a las afueras de la ciudad.
39 Gaal salió al frente de los hombres de Siquén para ofrecer batalla a Abimélec, 40 pero fue derrotado y muchos de los hombres quedaron heridos por todo el camino hasta las puertas de la ciudad. 41 Abimélec regresó a Arumá, y Zebul hizo que Gaal y sus parientes salieran para siempre de Siquén.
42 Al día siguiente, los hombres de Siquén salieron nuevamente a la batalla. Sin embargo, alguien le había revelado a Abimélec los planes, 43 de modo que había dividido sus hombres en tres grupos que estaban escondidos en los campos. Cuando los hombres de la ciudad salieron para atacar, él y sus hombres salieron de sus emboscadas y comenzaron a matarlos. 44 Abimélec y sus acompañantes se apoderaron de la entrada de la ciudad para impedir que los hombres de Siquén regresaran, mientras que los otros grupos atacaban en los campos. 45 La batalla siguió durante todo el día hasta que al fin Abimélec capturó la ciudad, y dio muerte a sus habitantes y la destruyó. 46 Cuando los habitantes de la población cercana a Siquén vieron lo que estaba sucediendo, se refugiaron en la fortaleza del templo del dios Berit.
47 Cuando Abimélec se enteró de esto, 48 dirigió sus fuerzas al monte Zalmón, donde cortó una rama para el fuego y la puso en su hombro. Enseguida les dijo a sus hombres. «Hagan lo que yo he hecho».
49 Entonces cada uno de ellos cortó leña y la llevó hasta el pueblo donde, siguiendo el ejemplo de Abimélec, la colocaron contra las murallas de la fortaleza y le prendieron fuego. Toda la gente murió adentro, unas mil personas entre hombres y mujeres.
50 Abimélec luego atacó la ciudad de Tebes y la tomó. 51 Sin embargo, dentro de la ciudad había una fortaleza y la población se refugió en ella, cerraron las puertas y se subieron al techo de la torre para mirar. 52 Abimélec se acercó a la puerta para quemarla, 53 pero una mujer desde el techo dejó caer una rueda de molino sobre la cabeza de Abimélec, y le rompió el cráneo. 54 «Mátame —le pidió a su escudero—. Que nunca se diga que una mujer mató a Abimélec». El joven lo atravesó con su espada, y murió. 55 Cuando sus hombres vieron que estaba muerto, se desbandaron y regresaron a sus hogares.
56-57 Así castigó Dios a Abimélec y a los hombres de Siquén por el pecado de haber asesinado a los setenta hijos de Gedeón, y se cumplió la maldición de Jotán, hijo de Gedeón.
Tola
10 Después de la muerte de Abimélec, el juez de Israel fue Tola, hijo de Fuvá y nieto de Dodó. Era de la tribu de Isacar, pero vivía en la ciudad de Samir en el monte de Efraín. 2 Fue juez en Israel durante veintitrés años. Cuando murió, fue sepultado en Samir.
Yaír
3 A Tola lo sucedió Yaír, un hombre de Galaad que juzgó a Israel durante veintidós años. 4 Tenía treinta hijos que cabalgaban en treinta burros y poseían treinta ciudades en la tierra de Galaad que todavía son conocidas con el nombre de ciudades de Yaír. 5 Cuando Yaír murió fue sepultado en Camón.
Jefté
6 El pueblo de Israel se apartó del Señor nuevamente y adoró los dioses paganos Baal y Astarté, y los dioses de Siria, Sidón, Moab, Amón y Filistea. No sólo esto, sino que también habían dejado completamente la adoración del Señor. 7-8 Esto hizo que el Señor se airara contra su pueblo y permitiera que los filisteos y los amonitas comenzaran a molestarlos y a oprimirlos. Estos ataques ocurrían al oriente del Jordán, en la tierra de los amorreos (que está en Galaad), 9 y también en Judá, Benjamín y Efraín, porque los amonitas cruzaban el Jordán para atacar a los israelitas. Esto ocurrió durante dieciocho años. 10 Pero al fin, los israelitas se volvieron al Señor nuevamente y le pidieron que los salvara.
―Hemos pecado contra ti y te hemos dejado y hemos adorado ídolos —confesaron.
11 Pero el Señor respondió:
―¿No salvé yo a Israel de los egipcios, de los amorreos, de los amonitas, de los filisteos, 12 de los sidonios, de los amalecitas y de los madianitas? ¿Ha habido alguna ocasión en que Israel haya clamado a mí y yo no lo haya salvado? 13 Sin embargo, sigue alejado de mí y adora a otros dioses. Váyanse. No los volveré a salvar. 14 Vayan y clamen a los dioses que ahora adoran. ¡Que los salven ellos en la hora de angustia!
15 Pero ellos le suplicaron otra vez:
―Hemos pecado; castíganos como bien te parezca, pero sálvanos sólo una vez más de nuestros enemigos.
16 Entonces destruyeron todos los dioses extranjeros y adoraron solamente al Señor. Y el Señor se compadeció de su dolor. 17 Los amonitas acamparon en Galaad, mientras que la gente de Israel lo hizo en Mizpa. 18 «¿Quién conducirá nuestras fuerzas contra los amonitas? —se preguntaban los jefes de Galaad unos a otros—. Quien quiera que se ofrezca será nuestro líder».
De camino a Emaús
13 Ese mismo día, dos de ellos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, a unos once kilómetros de Jerusalén. 14 Iban conversando de todo lo que había pasado. 15 Mientras hablaban y discutían, Jesús mismo se acercó y empezó a caminar con ellos; 16 pero no lo reconocieron, pues sus ojos estaban velados.
17 Él les preguntó:
―¿De qué vienen hablando por el camino?
Se detuvieron; tenían los rostros embargados de tristeza. 18 Uno de ellos, llamado Cleofas, le dijo:
―¿Eres tú el único que ha estado en Jerusalén y no se ha enterado de lo que ha pasado en estos días?
19 Él les preguntó:
―¿Qué ha pasado?
Ellos le respondieron:
―Lo de Jesús de Nazaret. Era un profeta poderoso en lo que hacía y decía ante Dios y ante la gente. 20 Los jefes de los sacerdotes y nuestros gobernantes lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaran. 21 Sin embargo, nosotros teníamos la esperanza de que él sería el libertador de Israel. Pero ya hace tres días que sucedió todo esto. 22 Esta mañana, algunas de las mujeres de entre nosotros nos dejaron asombrados. Muy temprano, fueron al sepulcro, 23 pero no encontraron su cuerpo. Cuando volvieron, nos contaron que unos ángeles se les habían aparecido y les habían dicho que él está vivo. 24 Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y lo encontraron tal como las mujeres habían explicado. Pero a él, no lo vieron.
25 Él les dijo:
―¡Qué torpes son ustedes! ¡Qué corazón tan lento tienen para creer todo lo que los profetas dijeron! 26 ¿Acaso no saben que el Cristo tenía que sufrir estas cosas antes de entrar en su gloria?
27 Entonces les explicó todo lo que las Escrituras decían acerca de él, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas.
28 Cuando ya estaban cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo como que seguía su camino; 29 pero ellos le dijeron con insistencia:
―Quédate con nosotros. Es muy tarde, ya es casi de noche.
Así lo hizo, y entró para quedarse con ellos.
30 Mientras estaban sentados a la mesa, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. 31 Entonces se les abrieron los ojos y pudieron reconocerlo; pero él desapareció.
32 Y ellos se decían uno al otro:
―¿No sentíamos como si nuestro corazón ardiera mientras él hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
33 En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los once y a los otros que estaban con ellos. 34 Estos decían:
―¡Es verdad! ¡El Señor ha resucitado y se le apareció a Pedro!
35 Los dos también contaron lo que les había pasado en el camino, y cómo reconocieron a Jesús cuando partió el pan.
Jesús se aparece a los discípulos
36 Ellos todavía estaban hablando cuando Jesús mismo se puso en medio de ellos y les dijo:
―Paz a ustedes.
37 Todos se llenaron de terror pues creyeron que lo que veían era un espíritu.
38 Él les preguntó:
―¿Por qué están tan asustados? ¿Por qué tienen tantas dudas? 39 Miren mis manos y mis pies. ¡Soy yo! Tóquenme y comprueben, pues un espíritu no tiene carne ni huesos como ven que yo los tengo.
40 Después de decir esto les mostró las manos y los pies. 41 Como ellos estaban alegres y asustados, no lo podían creer. Entonces les preguntó:
―¿Tienen algo de comer?
42 Le dieron un pedazo de pescado asado, 43 y él lo tomó y se lo comió mientras todos lo veían. Luego les dijo:
44 ―Recuerden que cuando todavía estaba yo con ustedes, les decía que tenía que cumplirse todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos.
45 Entonces les abrió el entendimiento para que pudieran comprender las Escrituras. 46 Les explicó:
―Está escrito que el Cristo padecerá y resucitará al tercer día. 47 Y también que en su nombre, comenzando en Jerusalén, se predicará a todas las naciones que hay perdón de pecados para el que se arrepiente. 48 Ustedes son testigos de estas cosas. 49 Pronto enviaré lo que prometió mi Padre. Pero ustedes quédense en Jerusalén hasta que los llene con poder de lo alto.
La ascensión
50 Tras aquellas palabras, los llevó hasta Betania. Una vez allí, alzó las manos y los bendijo. 51 Y mientras los bendecía, se alejó de ellos y fue llevado al cielo.
52 Los discípulos, después de adorarlo, regresaron a Jerusalén llenos de alegría. 53 Desde ese día estaban siempre en el templo alabando a Dios.
Salmo de acción de gracias.
100 Aclamen alegres al Señor, habitantes de toda la tierra; 2 adoren al Señor con regocijo. Preséntense ante él con cántico de júbilo.
3 Reconozcan que el Señor es Dios; él nos hizo, y somos suyos. Somos su pueblo y ovejas de su prado.
4 Entremos por sus puertas con canciones de alabanza y gratitud. Démosle gracias y bendigamos su nombre. 5 Porque el Señor es bueno. Y su gran amor es eterno; su fidelidad está con nosotros para siempre.
11 La casa de los malvados será destruida, pero la de los justos prosperará.
12 Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero que al final terminan en muerte.
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