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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Traducción en lenguaje actual (TLA)
Version
Deuteronomio 5-6

Moisés se reunió con todo el pueblo de Israel, y le dijo:

«Pongan atención, porque voy a darles los mandamientos que deben aprender y obedecer. Nuestro Dios hizo un pacto con nosotros en el monte Horeb. No fue un pacto sólo para nuestros antepasados, sino también para nosotros. En ese monte Dios nos habló cara a cara desde el fuego. Yo serví de intermediario entre Dios y ustedes para comunicarles el mensaje de Dios, pues todos tenían miedo del fuego. Por eso no subieron al monte. Allí Dios dijo:

»Yo soy el Dios de Israel. Yo los saqué de Egipto, donde eran esclavos. No tengan otros dioses aparte de mí. No hagan ídolos ni imágenes de nada que esté en el cielo, en la tierra o en lo profundo del mar. No se arrodillen ante ellos ni hagan cultos en su honor. Yo soy el Dios de Israel, y soy un Dios celoso. Yo castigo a los hijos, nietos y bisnietos de quienes me odian, 10 pero trato con bondad a todos los descendientes de los que me aman y cumplen mis mandamientos.

11 »No usen mi nombre sin el respeto que se merece. Si lo hacen, los castigaré.

12 »Recuerden que el sábado es un día especial, dedicado a mí. 13 Durante los primeros seis días de la semana podrán hacer todo el trabajo que quieran, 14 pero el sábado será un día de descanso, un día dedicado a mí. Ese día nadie deberá hacer ningún tipo de trabajo: ni ustedes, ni sus hijos ni sus hijas, ni sus esclavos ni sus esclavas, ni su buey, ni su burro, ni ninguno de sus animales y ni siquiera los extranjeros que trabajen para ustedes. 15 Así que deben recordar que ustedes también fueron esclavos en Egipto, y que yo los saqué de allí haciendo uso de mi gran poder. Por eso les ordeno tomar el día séptimo como día de descanso.

16 »Obedezcan y cuiden a su padre y a su madre. Así les irá bien, y podrán vivir muchos años en el país que les voy a dar.

17 »No maten, 18 ni sean infieles en su matrimonio, 19 ni roben, 20 ni hablen mal de otra persona, ni digan mentiras en su contra, 21 ni se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen, ya sea su esposa, su esclavo, su esclava, su buey, su burro, o cualquiera de sus pertenencias.

Invitación a la obediencia

22 »Éstos fueron los mandamientos que Dios les comunicó en voz alta cuando ustedes estaban al pie del monte. Su voz salía desde las llamas de fuego y desde una nube muy espesa. Dios escribió los mandamientos en dos tablas de piedra, y me los entregó, sin añadir nada más.

23 »Cuando ustedes oyeron la voz de Dios, que salía de la oscuridad, y vieron que del monte salían llamas de fuego, tuvieron miedo. Entonces los jefes de las tribus y las autoridades del pueblo vinieron a hablar conmigo, 24 y me dijeron: “No hay duda de que nuestro Dios nos ha dejado ver su poder y su grandeza. Hemos oído su voz, que salía de las llamas de fuego. Hoy hemos visto que Dios nos habló, y no morimos. 25 Sin embargo, ¿para qué correr el riesgo de morir quemados por este fuego tan terrible? ¡Si volvemos a oír la voz de nuestro Dios, sin duda moriremos! 26 Todo el mundo sabe que no es posible escuchar la voz de Dios, como la hemos oído nosotros, y seguir con vida. 27 Es mejor que tú vayas y escuches todo lo que nuestro Dios tenga que decirnos, y luego nos lo comuniques. Nosotros, por nuestra parte, obedeceremos todo lo que él nos mande”.

28 »Dios escuchó lo que ustedes me pidieron, y entonces me dijo: “Está muy bien lo que piensan. 29 Espero que nunca cambien de opinión, y que siempre me adoren y obedezcan mis mandamientos. Así, tanto a ellos como a sus descendientes les irá bien. 30 Ve ahora a decirles que regresen a sus casas, 31 pero vuelve luego y quédate conmigo. Voy a entregarte los mandamientos que deberás enseñarles, para que todos ellos los obedezcan en la tierra que voy a darles”.

32 »Por eso, israelitas, no dejen de obedecer ni uno solo de los mandamientos de su Dios. 33 Sigan cada uno de sus consejos, y les irá bien y vivirán muchos años en la tierra que él va a darles. Éstas son las leyes que nuestro Dios me ordenó enseñarles, para que las cumplan en la tierra que están por ocupar. 2-3 Si obedecen a Dios y lo adoran tal como les he enseñado, llegarán a ser un pueblo muy grande. Disfrutarán de esta tierra, tal como nuestro Dios se lo prometió a nuestros antepasados. ¡Es tan fértil que siempre hay abundancia de alimentos!

El mandamiento más importante

»¡Escucha, pueblo de Israel! Nuestro único Dios es el Dios de Israel. Ama a tu Dios con todo lo que piensas, con todo lo que eres y con todo lo que vales. Apréndete de memoria todas las enseñanzas que hoy te he dado, y repítelas a tus hijos a todas horas y en todo lugar: cuando estés en tu casa o en el camino, y cuando te levantes o cuando te acuestes. Escríbelas en tiras de cuero y átalas a tu brazo, y cuélgalas en tu frente. Escríbelas en la puerta de tu casa y en los portones de tu ciudad.

La fidelidad a Dios

10 »Dios les juró a Abraham, a Isaac y a Jacob, que les daría a ustedes esta tierra, porque son descendientes de ellos. Así que ustedes vivirán en ciudades grandes y hermosas que no edificaron, 11 habitarán casas llenas de riquezas que no ganaron, beberán agua de pozos que no cavaron, y comerán uvas y aceitunas que no plantaron. 12 Pero no olviden que fue Dios quien los sacó de Egipto y los libró de la esclavitud. 13 Por lo tanto, adoren a Dios y obedézcanlo sólo a él. Si tienen que hacer algún juramento, juren sólo en el nombre de Dios.

14 »Nunca abandonen a su Dios por adorar a los dioses de los países vecinos. 15-16 Nuestro Dios es el Dios de Israel, y siempre los acompañará. Pero no traten de ponerlo a prueba, como lo hicieron en Masá. Nuestro Dios es un Dios celoso y, si ustedes adoran a otros dioses, se enojará tanto que los destruirá por completo.

17 »Obedezcan siempre los mandamientos que nuestro Dios les ha dado. 18 Si hacen lo que es bueno y justo, agradarán a Dios. Así, él hará que les vaya bien cuando vivan en la buena tierra que prometió a sus antepasados. 19 Además, hará que sus enemigos huyan ante ustedes, pues así lo ha prometido.

20 »El día de mañana, cuando sus hijos les pregunten qué significan todas estas enseñanzas que nuestro Dios nos ha dado, 21 ustedes responderán: “Hubo un tiempo en que fuimos esclavos del rey de Egipto, pero nuestro Dios usó su gran poder y nos sacó de allí. 22 Nosotros vimos los terribles castigos que Dios envió contra el rey de Egipto y su familia. 23 A nosotros, en cambio, nos sacó de ese país y nos trajo a la tierra que había prometido a nuestros antepasados. 24-25 Entonces nos ordenó respetarlo siempre y obedecer sus enseñanzas. Si somos obedientes a Dios y a sus mandamientos él nos hará prosperar y nos mantendrá con vida, como hasta ahora”».

Lucas 7:11-35

El hijo de una viuda

11 Poco después, Jesús y sus discípulos fueron al pueblo de Naín. Mucha gente iba con ellos. 12 Cuando llegaron a la entrada del pueblo, vieron a unos hombres que llevaban a enterrar a un muchacho. El muerto era el único hijo de una viuda. Mucha gente del pueblo la acompañaba.

13 Cuando Jesús la vio, sintió compasión por ella y le dijo: «No llores.» 14 Entonces se acercó y tocó la camilla. Los hombres dejaron de caminar, y Jesús le dijo al muerto: «¡Joven, te ordeno que te levantes!» 15 El muchacho se levantó y empezó a hablar. Entonces Jesús llevó al muchacho a donde estaba su madre.

16 Al ver eso, la gente tuvo mucho miedo y comenzó a alabar a Dios. Todos decían: «¡Hay un profeta entre nosotros! ¡Ahora Dios va a ayudarnos!»

17 Y muy pronto la gente de la región de Judea y de sus alrededores supo lo que Jesús había hecho.

Juan el Bautista

18 Los discípulos de Juan el Bautista fueron a contarle todo lo que Jesús hacía. Por eso, Juan envió a dos de sus discípulos 19 para que le preguntaran a Jesús si él era el Mesías, o si debían esperar a otro.

20 Cuando llegaron a donde estaba Jesús, le dijeron:

—Juan el Bautista nos envió a preguntarte si eres el Mesías, o si debemos esperar a otro.

21 En ese momento, Jesús sanó a muchos que estaban enfermos y que sufrían mucho. También sanó a los que tenían espíritus malos, y a muchos ciegos les devolvió la vista. 22 Luego les respondió a los dos hombres:

—Vayan y díganle a Juan todo lo que ustedes han visto y oído:

Ahora los ciegos pueden ver
y los cojos caminan bien.

Los leprosos quedan sanos,
y los sordos ya pueden oír.

Los que estaban muertos
han vuelto a la vida,
y a los pobres se les anuncia
la buena noticia de salvación.

23 »¡Dios bendecirá a los que no me abandonan porque hago todo esto!

24 Cuando los discípulos de Juan se fueron, Jesús comenzó a hablar con la gente acerca de Juan, y dijo:

«¿A quién fueron a ver al desierto? ¿Era acaso un hombre doblado como las cañas que dobla el viento? 25 ¿Se trataba de alguien vestido con ropa muy lujosa? Recuerden que los que se visten así viven en el palacio de los reyes. 26 ¿A quién fueron a ver entonces? ¿Fueron a ver a un profeta? Por supuesto que sí. En realidad, Juan era más que profeta; 27 era el mensajero de quien Dios había hablado cuando dijo:

“Yo envío a mi mensajero
delante de ti,
a preparar todo
para tu llegada.”

28 »Les aseguro que en este mundo no ha nacido un hombre más importante que Juan el Bautista. Sin embargo, el menos importante en el reino de Dios es superior a Juan.»

29 Los que habían escuchado a Juan le pidieron que los bautizara, y hasta los cobradores de impuestos hicieron lo mismo. Así obedecieron lo que Dios había mandado. 30 Pero los fariseos y los maestros de la Ley no quisieron obedecer a Dios, ni tampoco quisieron que Juan los bautizara.

31-32 Jesús siguió diciendo:

«Ustedes, los que viven en esta época, son como los niños que se sientan a jugar en las plazas, y gritan a otros niños:

        “Tocamos la flauta,
        pero ustedes no bailaron.
        Cantamos canciones tristes,
        pero ustedes no lloraron.”

33 »Porque Juan el Bautista ayunaba y no bebía vino, y ustedes decían que tenía un demonio. 34 Luego, vine yo, el Hijo del hombre, que como y bebo, y ustedes dicen que soy un glotón y un borracho; que soy amigo de gente de mala fama y de los que cobran impuestos para Roma.[a] 35 Pero recuerden que la sabiduría de Dios se prueba por sus resultados.»

Salmos 68:19-35

19 ¡Bendito seas siempre, nuestro Dios!
Tú, Dios y salvador nuestro,
nos ayudas en nuestros problemas.
20 Tú eres un Dios que salva;
¡tú nos libras de la muerte!
21 ¡A esos enemigos tuyos
que no dejan de pecar,
les aplastarás la cabeza
y se la partirás en dos!

22 Dios nuestro,
tú nos has dicho:
«Yo los haré volver de Basán;
yo los haré volver
de las profundidades del mar,
23 para que se empapen los pies
en la sangre de sus enemigos,
¡y hasta los perros de ustedes
lamerán esa sangre!»

24 En el santuario se ven
los desfiles de mi Dios y Rey.
25 Al frente van los cantores,
seguidos de las que tocan panderetas;
los músicos cierran el desfile.
26-27 Los dirige la tribu más joven,
que es la de Benjamín,
y los sigue una gran multitud:
¡Son los príncipes de Judá,
de Zabulón y de Neftalí!
Ustedes, israelitas,
¡bendigan a nuestro Dios,
cuando celebren sus reuniones!

28 Dios mío, Dios mío,
¡demuéstranos tu poder!
¡Déjanos ver la fuerza
que has usado para ayudarnos!

29-31 Dios mío,
por causa de tu templo
los reyes te traen regalos
a la ciudad de Jerusalén.
Reprende a esa nación
que vive sólo para la guerra.
Parece una fiera entre los juncos;
es como una manada de toros,
¡parece una nación de terneros!
Es tanta su ambición por las riquezas
que hasta entre ellos se pelean.
Egipto te enviará su bronce,
y Etiopía te traerá regalos.

32 Gente de todos los reinos,
¡cántenle a Dios!
¡Cántenle himnos a nuestro Dios!
33-34 ¡Reconozcan su poder!
Sobre el cielo de Israel pueden verse
su poder y su majestad.
Nuestro Dios va por el cielo
como si fuera montando un caballo,
y deja oír su potente voz,
que resuena como el trueno.

35 Dios mío, Dios de Israel,
¡qué imponente te ves
al venir de tu santuario!
Tú nos das fuerza y poder.
¡Bendito seas!

Proverbios 11:29-31

29 El tonto que daña a su familia
acaba perdiéndolo todo,
y termina siendo esclavo del sabio.

30 El premio de los buenos
es la vida misma,
y el premio de los sabios
es el aprecio de la gente.

31 Si aquí en la tierra
los buenos reciben su recompensa,
¡con más razón reciben su merecido
los malvados y los pecadores!