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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Éxodo 17:8-19:15

Derrota de los amalecitas

Los amalecitas salieron a pelear contra el pueblo de Israel en Refidín. Entonces Moisés le ordenó a Josué: «Escoge a algunos hombres, y sal con ellos a pelear contra el ejército de Amalec. Mañana yo me pararé en la cumbre de la colina con la vara de Dios en mis manos».

10 Josúe y sus soldados salieron a presentar batalla al ejército de Amalec. Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre de la montaña. 11 Mientras Moisés mantenía los brazos en alto, Israel ganaba, pero cuando los bajaba, entonces los amalecitas comenzaban a ganar terreno. 12 Finalmente, Moisés sintió tanto cansancio que no podía tener los brazos más tiempo en alto. Entonces Aarón y Jur le pusieron una piedra para que él se sentara, y ellos se pusieron a sus lados, sosteniendo sus brazos en alto hasta la puesta del sol. 13 Como resultado, Josué y sus soldados derrotaron al ejército de Amalec a filo de espada.

14 Luego, el Señor le ordenó a Moisés: «Escribe esto en un libro para que se recuerde siempre, y anuncia a Josué que borraré todo rastro de Amalec».

15-16 Moisés edificó allí un altar, y lo llamó «El Señor-Nisí», que significa «El Señor es mi bandera», y exclamó: «¡Tomen la bandera del Señor en la mano! ¡El Señor estará en guerra con Amalec de generación en generación!».

Jetro visita a Moisés

18 Jetro, suegro de Moisés y sacerdote de Madián, supo las maravillosas cosas que el Señor había hecho por su pueblo Israel y por Moisés, y cómo el Señor los había sacado de Egipto.

Tiempo antes, cuando Moisés tuvo que enviar a Séfora, su esposa, a la región de Madián, Jetro la recibió en su casa, junto con sus dos hijos, Guersón, que significa extranjero, porque Moisés había dicho cuando nació: «He estado peregrinando en tierra extranjera», y Eliezer, que significa ayuda, porque Moisés había dicho cuando nació: «El Dios de mi padre fue quien me ayudó, y me libró de la espada del faraón».

5-6 Jetro tomó, pues, a Séfora y a sus dos nietos, y se fue al desierto a visitar a Moisés. Cuando supo que los israelitas estaban acampando junto a la montaña de Dios, le envió este mensaje a Moisés: «Yo, Jetro, tu suegro, voy a visitarte. Conmigo vienen tu esposa y tus dos hijos».

Moisés salió a recibir a su suegro con mucho cariño. Se preguntaron sobre la salud de uno y otro, y luego entraron en la tienda de Moisés, para seguir conversando. Moisés le contó a su suegro todo lo que había estado ocurriendo, y lo que el Señor les había hecho al faraón y a los egipcios, para librar a Israel. También le contó todos los problemas que habían tenido en el camino, y la forma en que el Señor había librado a su pueblo de todos ellos.

Jetro se sintió muy feliz con todo lo que el Señor estaba haciendo por Israel, y de que los hubiera sacado de Egipto. 10 Y exclamó: «¡Bendito sea el Señor, porque te ha salvado de los egipcios y del faraón, y ha rescatado a Israel! 11 Yo sé que el Señor es mayor que cualquier otro dios, porque libró a su pueblo de la soberbia y de la crueldad de los egipcios». 12 Luego, Jetro ofreció sacrificios a Dios. Aarón y los líderes de Israel fueron a ver a Jetro, y todos juntos comieron del sacrificio delante de Dios.

13 Al día siguiente, como de costumbre, Moisés se sentó desde la mañana hasta la tarde a escuchar los problemas que la gente venía a contarle. Mientras Moisés atendía a unos, los demás permanecían de pie. 14 Cuando Jetro vio la manera como Moisés atendía al pueblo, le dijo:

―¿Por qué estás tratando de hacer todo esto tú solo, y la gente tiene que estar parada todo el día esperando a que la atiendas?

15-16 ―Porque el pueblo viene a mí con sus problemas para consultar a Dios —respondió Moisés—. Yo soy el juez y debo decidir quién tiene la razón y quién está equivocado. Además, debo enseñarles los mandamientos y enseñanzas de Dios.

17 ―No está bien —le dijo su suegro—. 18 Te vas a agotar, y entonces ¿qué le ocurrirá a tu pueblo? Esto es demasiado trabajo para tratar de llevarlo tú solo. 19-20 Escúchame y permíteme darte un consejo, para que Dios te bendiga. Sé el abogado de este pueblo, su representante delante de Dios, para que Dios resuelva sus problemas. Tú les comunicarás las decisiones de Dios, les enseñarás sus leyes, y les darás a conocer los principios que deben seguir para tener una conducta correcta.

21 »Busca a algunos hombres capaces, piadosos y honestos, que odien el soborno, y desígnalos como jueces. Nombra un juez para cada mil personas. Y él, a su vez, tendrá a su cargo diez jueces; y cada uno de estos estará a cargo de cien personas. Bajo cada uno de los jueces de cien habrá dos jueces, cada uno a cargo de cincuenta personas. Y cada uno de estos tendrá cinco jueces a su cargo, uno para cada diez personas. 22 Deja que estos hombres se encarguen de administrar justicia. Cualquier cosa que sea muy importante o complicada, pueden traértela a ti. Pero en los asuntos menores, ellos pueden decidir por sí mismos. De este modo será todo más fácil para ti, porque tú compartirás la carga con ellos. 23 Si sigues mi consejo, y si al Señor le parece bien, podrás soportar todas las presiones, y habrá paz y armonía en el campamento».

24 Moisés escuchó atentamente el consejo de su suegro y siguió sus sugerencias. 25 Escogió hombres capaces y los designó jueces del pueblo, jueces de mil, de cien, de cincuenta y de diez. 26 Estaban constantemente disponibles para administrar justicia. Los casos más difíciles los referían a Moisés, pero ellos juzgaban todos los casos menores.

27 Poco después, Moisés despidió a su suegro, quien regresó a su tierra.

Los israelitas en el Sinaí

19 Los israelitas llegaron al desierto de Sinaí, tres meses después de su salida de Egipto. 2-3 Levantaron el campamento en Refidín, y continuaron su viaje. Cuando llegaron al pie del monte Sinaí, establecieron allí su campamento. Moisés subió al monte para encontrarse con Dios, y desde la cima el Señor lo llamó y le dijo: «Esto es lo que les dirás a los israelitas, los descendientes de Jacob: “Ustedes han visto lo que hice con los egipcios, y cómo los traje a ustedes con tanto cuidado, como cuando las águilas llevan sobre sus alas a sus polluelos. Ahora, pues, si oyen mi voz y guardan mi pacto, serán mi principal tesoro entre todas las naciones de la tierra, porque toda la tierra es mía. Y serán un reino de sacerdotes y gente santa”».

Moisés descendió del monte, llamó a todos los dirigentes del pueblo y les dijo lo que el Señor le había dicho. Le respondieron unánimes: «Haremos siempre todo lo que él nos pida».

Y Moisés le refirió al Señor la respuesta del pueblo. El Señor le dijo, a Moisés:

―Yo voy a presentarme delante de ti en forma de una nube oscura, de modo que el pueblo mismo pueda oírme cuando hable contigo, y así siempre te creerán. 10 Desciende ahora y haz que el pueblo se prepare para mi visita. Santifícalos hoy y mañana; y haz que laven su ropa. 11 Luego, pasado mañana, descenderé sobre el monte Sinaí, mientras el pueblo observa. 12 Establece límites para que la gente no pase, y diles: “No suban al monte ni toquen sus límites. 13 Si algún hombre o animal lo hace, nadie tocará al ofensor, sino que morirá a pedradas o a flechazos. Permanezcan alejados del monte. Sólo cuando oigan el toque largo de trompeta, podrán subir a la montaña”.

14 Moisés descendió al pueblo y lo santificó, y ellos lavaron su ropa. 15 Luego Moisés les dijo: «Prepárense para encontrarse con Dios pasado mañana, y no tengan relaciones sexuales».

Mateo 22:34-23:12

El mandamiento más importante

34 Los fariseos no se dejaron amedrentar por la derrota de los saduceos 35 y se les ocurrió una nueva idea. Uno de ellos, abogado, preguntó a Jesús:

36 ―Señor, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley de Moisés?

37 Jesús respondió:

―“Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. 38 Este es el primero y el más importante de los mandamientos. 39 El segundo es similar: “Amarás a tu prójimo con el mismo amor con que te amas a ti mismo”. 40 Los demás mandamientos y demandas de los profetas se resumen en estos dos mandamientos que he mencionado. El que los cumpla estará cumpliendo todos los demás.

¿De quién es hijo el Cristo?

41 Aprovechando la ocasión de estar rodeado de fariseos, Jesús les preguntó:

42 ―¿Qué opinan ustedes del Mesías? ¿De quién es hijo?

―De David —le respondieron.

43 ―Entonces, ¿por qué David, inspirado por el Espíritu Santo, lo llama “Señor”? Porque fue David quien afirmó:

44 »“Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi derecha hasta que haya puesto a tus enemigos bajo tus pies”.

45 »¿Creen ustedes que David habría llamado “Señor” a su hijo?

46 ―No —le respondieron—. Y desde entonces nadie se atrevió a preguntarle nada.

Jesús denuncia a los fariseos y a los maestros de la ley

23 Entonces Jesús, dirigiéndose al gentío y a sus discípulos, dijo:

«¡Cualquiera que ve a estos escribas y fariseos creando leyes se creerá que son “Moisés en persona”! Claro, obedézcanlos. ¡Hagan lo que dicen, pero no se les ocurra hacer lo que ellos hacen! Porque ellos mismos no hacen lo que dicen que se debe hacer. Recargan a la gente de mandamientos que ni ellos mismos intentan cumplir.

»¡Y luego se dedican a hacer obras de caridad para que los demás los vean! Para aparentar santidad, se ponen en la frente y en los brazos porciones de las Escrituras escritas en las tiras de pergamino o piel más anchas que puedan encontrar, y procuran que los flecos de sus mantos sean más largos que los de los demás. ¡Ah, y les encanta ir a los banquetes y sentarse a las cabeceras de las mesas, e ir a la sinagoga y sentarse en las primeras sillas! Y cuando andan por las calles, les gusta que les digan: “¡Rabí, rabí!”. No dejen que nadie los llame así. Sólo el Cristo es Rabí[a] y todos los hombres están en el mismo nivel de hermanos. Y no llamen a nadie en la tierra “padre”, porque el único digno de ese título es Dios, que está en los cielos. 10 No se dejen llamar “maestro”, porque sólo hay un Maestro: el Mesías. 11 Mientras más humildemente sirvamos a los demás, más grandes seremos. Para ser grande hay que servir a los demás, 12 pues los que se creen grandes serán humillados; y los que se humillan serán enaltecidos.

Salmos 27:7-14

¡Escucha mis súplicas, Señor! Ten piedad y envíame el socorro que necesito.

Mi corazón te oyó decir: «Ven y conversa conmigo».

Y mi corazón responde: «Ya voy Señor».

¡Oh, no te ocultes cuando procuro hallarte! Airado, no rechaces a tu siervo. Tú has sido mi auxilio; no me dejes ahora, no me abandones, Dios de mi salvación: 10 Si mi padre y mi madre me abandonaran, tú me recibirías y me consolarías.

11 Señor, enséñame cómo debo vivir; guíame por la senda de rectitud, pues estoy rodeado de enemigos que me acechan. 12 No dejes que me atrapen, Señor. ¡No permitas que yo caiga en sus manos! Porque me acusan de lo que jamás he cometido, y respiran contra mí violencia. 13 Yo sé que veré tu bondad, mientras esté aquí en la tierra de los vivientes.

14 Espera al Señor; él acudirá. Sé valiente, resuelto y animoso. Sí; espera, y él te ayudará.

Proverbios 6:27-35

27 ¿Podría alguien echarse fuego en el pecho sin quemarse la ropa? 28 ¿Podría alguien andar sobre las brasas sin quemarse los pies? 29 Pues tampoco el que se acuesta con la mujer infiel y se enreda con ella, quedará sin castigo. 30 Nadie desprecia al ladrón que roba para no morir de hambre; 31 pero si lo atrapan, se le cobra siete veces lo robado, aunque para ello tenga que vender todo lo que tiene en su casa.

32 Pero al que se acuesta con la mujer de otro le falta la capacidad de pensar, pues se destruye a sí mismo. 33 Sólo sacará heridas y vergüenza, y su deshonra no se podrá borrar. 34 Porque el esposo estará furioso por los celos, y no perdonará el día de la venganza. 35 No aceptará ningún desagravio, ni perdonará por muchos regalos que se le ofrezca.

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