The Daily Audio Bible
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52 Y aconteció que cuando el siervo de Abraham oyó sus palabras, se postró a tierra delante del SEÑOR. 53 Luego sacó objetos de plata, objetos de oro y vestidos, y se los dio a Rebeca. También dio obsequios preciosos a su hermano y a su madre. 54 Después comieron y bebieron él y los hombres que habían venido con él, y pasaron la noche. Y levantándose de mañana, dijo:
—Permítanme regresar a mi señor.
55 Entonces respondieron su hermano y su madre:
—Que la joven espere siquiera unos diez días más con nosotros, y después irá.
56 Pero él les dijo:
—No me hagan demorar; ya que el SEÑOR ha dado éxito a mi viaje, déjenme ir para que vaya a mi señor.
57 Ellos le respondieron:
—Llamemos a la joven y preguntémosle lo que piensa.
58 Llamaron a Rebeca y le preguntaron:
—¿Irás tú con este hombre?
Ella les respondió:
—Sí, iré.
59 Entonces dejaron ir a Rebeca su hermana, a su nodriza, al siervo de Abraham y a sus hombres. 60 Y bendijeron a Rebeca diciéndole:
—Tú eres nuestra hermana. Que seas madre de millares de decenas de millares. Que tus descendientes posean las ciudades de sus enemigos.
61 Entonces se levantaron Rebeca y sus criadas, subieron a los camellos y siguieron al hombre. El siervo tomó a Rebeca y se fue.
62 Aconteció que Isaac venía del pozo Beer-lajai-roí[a], porque habitaba en el Néguev. 63 Hacia el atardecer Isaac había salido al campo para meditar, y alzando sus ojos miró, y he aquí unos camellos que venían. 64 También Rebeca alzó sus ojos, vio a Isaac y descendió del camello. 65 Porque había preguntado al siervo: “¿Quién es ese hombre que viene por el campo hacia nosotros?”, y el siervo había respondido: “Él es mi señor”. Entonces ella tomó el velo y se cubrió.
66 El siervo contó a Isaac todo lo que había hecho. 67 Luego Isaac la introdujo en la tienda de Sara, su madre, y tomó a Rebeca, que vino a ser su mujer; y él la amó. Así se consoló Isaac después de la muerte de su madre.
Otros descendientes de Abraham
25 Abraham tomó otra mujer cuyo nombre era Quetura. 2 Ella le dio a luz a Zimrán, a Jocsán, a Medán, a Madián, a Isbac y a Súaj. 3 Jocsán engendró a Seba y a Dedán. Los hijos de Dedán fueron los asureos, los letusitas y los leumitas. 4 Los hijos de Madián fueron: Efa, Efer, Hanoc, Abida y Eldaa. Todos estos fueron hijos de Quetura.
5 Abraham dio a Isaac todo lo que tenía, 6 pero a los hijos de sus concubinas les dio obsequios. Y mientras él vivía, los apartó de su hijo Isaac, enviándolos al este, a la tierra del oriente.
Abraham es sepultado en Macpela
7 Los años de la vida de Abraham fueron ciento setenta y cinco. 8 Y falleció Abraham en buena vejez, anciano y lleno de años, y fue reunido a su pueblo. 9 Sus hijos Isaac e Ismael lo sepultaron en la cueva de Macpela, en el campo que perteneciera a Efrón hijo de Zojar el heteo, que está frente a Mamre, 10 campo que Abraham había comprado a los hijos de Het. Allí fue sepultado Abraham con Sara su mujer.
11 Sucedió después de la muerte de Abraham, que Dios bendijo a su hijo Isaac. Y habitaba Isaac junto al pozo de Beer-lajai-roí.
Descendientes de Ismael
12 Estos son los descendientes de Ismael hijo de Abraham, que le dio a luz Agar la egipcia, sierva de Sara. 13 Estos son los nombres de los hijos de Ismael, por sus nombres, según sus descendientes: El primogénito de Ismael fue Nebayot. Después nacieron Quedar, Adbeel, Mibsam, 14 Misma, Duma, Masá, 15 Hadad, Tema, Jetur, Nafis y Quedema. 16 Estos fueron los hijos de Ismael y sus nombres según sus aldeas y campamentos: doce jefes según sus naciones.
17 Los años de la vida de Ismael fueron ciento treinta y siete, y falleció y fue reunido a su pueblo. 18 Y sus descendientes habitaron desde Havila hasta Shur, que está frente a Egipto, en dirección de Asur.
Se estableció, pues, frente a todos sus hermanos[b].
Nacimiento de Esaú y de Jacob
19 Esta es la historia de Isaac hijo de Abraham. Abraham engendró a Isaac. 20 Isaac tenía cuarenta años cuando tomó por mujer a Rebeca hija de Betuel el arameo, de Padan-aram, y hermana de Labán el arameo.
21 Isaac rogó al SEÑOR por su mujer, que era estéril. El SEÑOR accedió a su ruego, y Rebeca su mujer concibió.
22 Como los hijos se empujaban dentro de ella, dijo:
—Si es así, ¿para qué he de vivir?
Ella fue a consultar al SEÑOR, 23 y el SEÑOR le dijo:
—Dos naciones hay en tu vientre, y dos pueblos que estarán separados desde tus entrañas. Un pueblo será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor.
24 Cuando se cumplió el tiempo de dar a luz, he aquí que había mellizos en su vientre. 25 Y salió el primero, rojizo y todo velludo como una túnica de pieles, y llamaron su nombre Esaú[c]. 26 Después salió su hermano, con su mano asida al talón de Esaú, y llamaron su nombre Jacob[d]. Isaac tenía sesenta años de edad cuando ella los dio a luz.
Jacob compra la primogenitura de Esaú
27 Los niños crecieron, y Esaú llegó a ser experto en la caza, hombre del campo. Jacob, por su lado, era hombre tranquilo y solía permanecer en las tiendas. 28 Isaac prefería a Esaú, porque comía de su caza; pero Rebeca prefería a Jacob.
29 Cierto día Jacob preparó un guisado. Y cuando Esaú volvía del campo, cansado, 30 dijo a Jacob:
—Por favor, invítame a comer de ese guiso rojo[e], pues estoy muy cansado.
Por eso fue llamado su nombre Edom[f]. 31 Y Jacob respondió:
—Véndeme primero tu primogenitura.
32 Entonces Esaú dijo:
—He aquí que yo me voy a morir; ¿de qué, pues, me servirá la primogenitura?
33 Dijo Jacob:
—¡Júramelo ahora!
Él se lo juró y vendió a Jacob su primogenitura. 34 Entonces Jacob dio a Esaú pan y guisado de lentejas. Él comió y bebió, y levantándose, se fue. Así menospreció Esaú la primogenitura.
El SEÑOR confirma su pacto a Isaac
26 Hubo hambre en el país, además de la primera que hubo en los días de Abraham. E Isaac se dirigió a Abimelec, rey de los filisteos, en Gerar. 2 Y se le apareció el SEÑOR y le dijo:
—No desciendas a Egipto. Habita en la tierra que yo te diré. 3 Reside en esta tierra. Yo estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tus descendientes les daré todas estas tierras. Así cumpliré el juramento que hice a tu padre Abraham. 4 Yo multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo, y daré a tu descendencia todas estas tierras. Y en tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, 5 porque Abraham obedeció mi voz y guardó mi ordenanza, mis mandamientos, mis estatutos y mis instrucciones.
Problemas de Isaac con Abimelec
6 Habitó, pues, Isaac en Gerar. 7 Y los hombres de aquel lugar le preguntaron acerca de su mujer. Él respondió:
—Es mi hermana.
Tuvo miedo de decir: “Es mi mujer”, pues pensó: “No sea que los hombres del lugar me maten a causa de Rebeca”. Porque ella era hermosa.
8 Sucedió después de estar allí muchos días, que Abimelec, rey de los filisteos, miró por una ventana y vio a Isaac que acariciaba a Rebeca su mujer. 9 Entonces Abimelec llamó a Isaac y le dijo:
—¡He aquí, de veras ella es tu mujer! ¿Por qué, pues, dijiste: “Es mi hermana”?
Isaac le respondió:
—Es que pensé que quizás moriría a causa de ella.
10 Abimelec le dijo:
—¿Por qué nos has hecho esto? Por poco pudiera haber dormido alguno del pueblo con tu mujer, y hubieras traído sobre nosotros culpabilidad.
11 Entonces Abimelec dio órdenes a todo el pueblo diciendo:
—El que toque a este hombre o a su mujer, morirá irremisiblemente.
Isaac prospera en Gerar
12 Isaac sembró en aquella tierra, y aquel año obtuvo ciento por uno. El SEÑOR lo bendijo, 13 y el hombre se enriqueció y continuó enriqueciéndose hasta llegar a ser muy rico. 14 Tenía rebaños de ovejas, hatos de vacas y abundancia de siervos, de modo que los filisteos le tenían envidia. 15 Los filisteos cegaron y llenaron de tierra todos los pozos que habían abierto los siervos de su padre Abraham, en sus días. 16 Entonces Abimelec dijo a Isaac:
—Aléjate de nosotros, porque te has hecho más poderoso que nosotros.
Lo que cuesta seguir a Jesús
18 Cuando se vio rodeado de una multitud, Jesús mandó que pasaran a la otra orilla. 19 Entonces se le acercó un escriba y le dijo:
—Maestro, te seguiré a dondequiera que vayas.
20 Jesús le dijo:
—Las zorras tienen cuevas, y las aves del cielo tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.
21 Otro de sus discípulos le dijo:
—Señor, permíteme que primero vaya y entierre a mi padre.
22 Pero Jesús le dijo:
—Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos.
Jesús calma la tempestad
23 Él entró en la barca, y sus discípulos lo siguieron. 24 Y de repente se levantó una tempestad tan grande en el mar que las olas cubrían la barca, pero él dormía. 25 Y acercándose, lo despertaron diciendo:
—¡Señor, sálvanos, que perecemos!
26 Y él les dijo:
—¿Por qué tienen miedo, hombres de poca fe?
Entonces se levantó y reprendió a los vientos y al mar, y se hizo grande bonanza. 27 Los hombres se maravillaron y decían:
—¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y el mar le obedecen?
Jesús sana a dos endemoniados
28 Una vez llegado a la otra orilla, a la región de los gadarenos[a], le vinieron al encuentro dos endemoniados que habían salido de los sepulcros. Eran violentos en extremo, tanto que nadie podía pasar por aquel camino. 29 Y he aquí, ellos lanzaron gritos diciendo:
—¿Qué tienes con nosotros, Hijo de Dios[b]? ¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?
30 Lejos de ellos estaba paciendo un gran hato de cerdos, 31 y los demonios le rogaron diciendo:
—Si nos echas fuera, envíanos a aquel hato de cerdos.
32 Él les dijo:
—¡Vayan!
Ellos salieron y se fueron a los cerdos, y he aquí todo el hato de cerdos se lanzó al mar por un despeñadero y murieron en el agua.
33 Los que apacentaban los cerdos huyeron, se fueron a la ciudad y lo contaron todo, aun lo que había pasado a los endemoniados. 34 Y he aquí, toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, cuando lo vieron, le rogaban que se fuera de sus territorios.
Clamor por causa de los impíos
10 [a] Oh SEÑOR, ¿por qué te mantienes lejos
y te escondes en los tiempos de angustia?
2 Con arrogancia el impío persigue
al pobre.
¡Sean atrapados en los artificios que han maquinado!
3 Porque el impío se gloría del apetito de su alma,
y el codicioso maldice y desprecia
al SEÑOR.
4 El impío, por la altivez de su rostro, no le busca;
no está Dios en ninguno de sus pensamientos.
5 En todo tiempo son torcidos sus caminos;
tus juicios están muy por encima de su vista,
y a todos sus adversarios desprecia.
6 Dice en su corazón: “No seré movido;
de generación en generación nunca
estaré en infortunio”.
7 Su boca está llena de maldición, engaño y fraude;
debajo de su lengua hay vejación
e iniquidad.
8 Pone emboscadas a las aldeas;
en los escondrijos mata a los inocentes; sus ojos vigilan a los desdichados.
9 Acecha desde un escondite,
como el león desde la espesura.
Acecha para arrebatar al pobre;
arrebata al pobre atrayéndolo a su red.
10 Se agacha, lo aplasta;
y en sus fuertes garras caen los desdichados.
11 Dice en su corazón:
“Dios se ha olvidado.
Ha ocultado su rostro; nunca lo verá”.
12 ¡Levántate, oh SEÑOR Dios;
alza tu mano!
No te olvides de los pobres.
13 ¿Por qué desprecia el impío a Dios? En su corazón piensa que tú no
lo llamarás a cuenta.
14 Ciertamente tú ves la vejación
y la provocación;
las miras para dar la recompensa.
A tus manos se acoge el desdichado;
tú eres el amparo del huérfano.
15 Quebranta el brazo del impío y del malo;
castígalos por su perversidad
hasta que desistan de ella.
7 No seas sabio en tu propia opinión: Teme al SEÑOR y apártate del mal,
8 porque será medicina para tu carne
y refrigerio para tus huesos.
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