The Daily Audio Bible
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Dios está dispuesto a perdonar
1 1-3 Yo soy el profeta Zacarías hijo de Berequías y nieto de Idó. El Dios todopoderoso me habló en el mes de Bul,[a] durante el segundo año del gobierno de Darío, rey de Persia. Me ordenó que les diera este mensaje a los israelitas:
«Yo estuve muy enojado con los antepasados de ustedes, pero estoy dispuesto a perdonarlos si ustedes me piden perdón. Yo soy el Dios todopoderoso, y les juro que así lo haré. 4 Tiempo atrás, mis profetas hablaron con los antepasados de ustedes y les dijeron que ya no siguieran pecando contra mí. A pesar de eso, ustedes no me hicieron caso; al contrario, me desobedecieron. Yo soy su Dios, y les aseguro que así fue.
5 »Los antiguos profetas que estaban a mi servicio ya han muerto, y también han muerto los antepasados de ustedes. 6 A ellos los castigué, tal y como mis profetas se lo habían advertido. Pero ellos volvieron a obedecerme, porque reconocieron que yo los castigué por causa de sus pecados».
Los caballos de colores
7-8 Dios volvió a hablarme en un sueño el día veinticuatro del mes de Sebat,[b] también durante el segundo año del gobierno del rey Darío. Era de noche, y en ese sueño vi un hombre que montaba un caballo de pelo colorado. Ese hombre estaba parado en medio de un valle. El valle estaba lleno de esos arbustos conocidos como mirtos. Detrás de él había otros hombres que montaban caballos de pelo colorado, café y blanco. 9 En mi sueño un ángel hablaba conmigo, así que le pregunté:
—¿Podría usted decirme quiénes son estos hombres?
Y el ángel me contestó:
—Ahora te lo voy a decir.
10 Pero antes de que me lo dijera, el jinete que estaba entre los mirtos me explicó:
—Dios ha enviado a estos jinetes para que recorran todo el mundo.
11 El ángel se había quedado entre los mirtos. En ese momento los jinetes le informaron:
—Ya recorrimos toda la tierra, y la hemos encontrado tranquila y en paz.
12 Entonces el ángel preguntó:
—Dios todopoderoso, hace ya setenta años que estás enojado con Jerusalén y con las ciudades de Judá. ¿Cuándo vas a tener compasión de ellas?
13 Dios le respondió con palabras muy amables y tranquilizadoras. Luego el ángel 14 me ordenó que anunciara de parte de Dios el siguiente mensaje:
«Yo amo mucho a Jerusalén,
y amo mucho a mi templo.
15 Y aunque por algún tiempo
estuve enojado con mi ciudad,
me llena de furia ver a naciones
que se sienten muy orgullosas,
y que se aprovecharon de mi enojo
para hacer sufrir a Jerusalén.
16 »Pero quiero que sepan
que reconstruiré mi ciudad,
y también mi templo.
¡Le mostraré cuánto la quiero!
Yo soy el Dios todopoderoso,
y les juro que así lo haré».
17 Todavía el ángel me ordenó que anunciara de parte de Dios este otro mensaje:
«Volveré a dar prosperidad
a todas mis ciudades;
mostraré amor por mi templo,
y Jerusalén volverá a ser
mi ciudad elegida».
Los cuernos y los herreros
18-21 Más tarde levanté la vista, y vi cuatro cuernos. Como el ángel seguía a mi lado, le pregunté:
—Y estos cuernos, ¿qué representan?
El ángel me explicó:
—Estos cuernos representan a los reinos que, con su poder, dispersaron por toda la tierra a la gente de Judá, de Israel y de Jerusalén.
Después Dios me mostró a cuatro herreros. Yo le pregunté:
—¿Y qué van a hacer estos herreros?
Y él me respondió:
—Van a llenar de miedo a esos reinos. Les quitarán su poder, por todo lo que le hicieron a Judá.
La mujer y el dragón
12 Luego se vio en el cielo algo muy grande y misterioso: apareció una mujer envuelta en el sol. Tenía la luna debajo de sus pies, y llevaba en la cabeza una corona con doce estrellas. 2 La mujer estaba embarazada y daba gritos de dolor, pues estaba a punto de tener a su hijo.
3 De pronto se vio en el cielo algo también misterioso: apareció un gran dragón rojo,[a] que tenía siete cabezas, diez cuernos y una corona en cada cabeza. 4 Ese dragon arrastró con la cola a la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó a la tierra; luego se detuvo frente a la mujer, para comerse a su hijo tan pronto como naciera.
5 La mujer tuvo un hijo que gobernaría con gran poder a todos los países de este mundo. Pero le quitaron a su hijo y lo llevaron ante Dios y ante su trono. 6 La mujer huyó al desierto, donde Dios había preparado un lugar para que la cuidaran durante tres años y medio.[b]
Miguel y el dragón
7 Después hubo una batalla en el cielo. Uno de los jefes de los ángeles, llamado Miguel, acompañado de su ejército, peleó contra el dragón. El dragón y sus ángeles lucharon, 8 pero no pudieron vencer, y ya no se les permitió quedarse más tiempo en el cielo. 9 Arrojaron del cielo al gran dragón, que es la serpiente antigua, es decir, el diablo, llamado Satanás, que se dedica a engañar a todo el mundo. Él y sus ángeles fueron lanzados a la tierra.
10 Entonces oí una fuerte voz que decía:
«Nuestro Dios
ha salvado a su pueblo;
ha mostrado su poder,
y es el único rey.
Su Mesías gobierna
sobre todo el mundo.
»El diablo ha sido
arrojado del cielo,
pues día y noche,
delante de nuestro Dios,
acusaba a los nuestros.
11 »La muerte del Cordero[c]
y el mensaje anunciado
han sido su derrota.
Los nuestros no tuvieron miedo,
sino que se dispusieron a morir.
12 »¡Que se alegren los cielos,
y todos los que allí viven!
Pero ¡qué mal les va a ir
a los que viven en la tierra,
y a los que habitan en el mar!
»El diablo está muy enojado;
ha bajado para combatirlos.
¡Bien sabe el diablo
que le queda poco tiempo!»
13 Cuando el dragón se dio cuenta de que había sido lanzado a la tierra, empezó a perseguir a la mujer que había tenido a su hijo. 14 Pero Dios le dio a la mujer dos grandes alas de águila para que escapara volando, lejos del dragón, hacia el lugar en el desierto donde la cuidarían durante tres años y medio. 15 El dragón arrojó mucha agua por la boca, y con el agua formó un río para que arrastrara a la mujer. 16 Pero la tierra vino en su ayuda: abrió un hueco y, como si fuera su boca, se tragó toda el agua que el dragón había arrojado. 17 Entonces el dragón se enojó mucho contra la mujer, y fue a pelear contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y siguen confiando en el mensaje de Jesús. 18 Y el dragón se detuvo a la orilla del mar.
Dios me protege
SALMO 140 (139)
Himno de David.
140 Dios mío,
¡líbrame de la gente malvada!
¡Protégeme de la gente violenta,
2 que sólo piensa hacer lo malo
y todo el tiempo busca pleito!
3 Más que gente, parecen víboras;
hablan, y sus palabras
son venenosas e hirientes.
4 Dios mío,
protégeme de esos malvados;
protégeme de esos violentos,
que sólo quieren verme fracasar.
5 Son gente muy orgullosa.
A mi paso pusieron trampas
para hacerme caer en ellas.
6 Pero yo te reconozco
como mi único Dios;
¡por favor, escucha mis ruegos!
7 Tú eres mi Dios;
eres mi poderoso Salvador;
tú me salvas la vida
en el día de la batalla.
8 Dios mío,
no permitas que los malvados
se salgan con la suya;
no permitas que triunfen sus planes.
9 ¡Haz caer sobre mis enemigos
todo el mal que me desean!
10 ¡Que caigan sobre ellos
carbones encendidos!
¡Que caigan en pozos profundos
y nunca más salgan de allí!
11 ¡Que la gente mentirosa
no vuelva a vivir en la tierra!
¡Que acabe la calamidad
con toda la gente violenta!
12 Dios mío,
de una cosa estoy seguro:
¡tú defiendes y haces justicia
a los pobres y necesitados!
13 Por eso la gente honrada
te alaba y vive contigo.
17 »El que desobedece
y desprecia a sus padres,
bien merece
que los cuervos le saquen los ojos
y que los buitres se lo coman vivo.
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