The Daily Audio Bible
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Dedicación del muro de la ciudad
27-29 Las familias de los cantores que se habían instalado alrededor de Jerusalén eran descendientes de Leví. También se instalaron en las aldeas de Netofá, en el pueblito de Guilgal y en los campos de Gueba y Azmávet. Para dedicar a Dios el muro de Jerusalén, los fueron a llamar para que participaran en la celebración. Ellos no sólo cantaban sino que también tocaban instrumentos musicales como platillos, arpas y liras. Por eso los invitaron para que cantaran a Dios alegres himnos de gratitud.
30 Los sacerdotes y sus ayudantes realizaron la ceremonia de purificación, para que ellos mismos pudieran adorar a Dios, junto con todo el pueblo. También purificaron las entradas de la ciudad y el muro de protección, para que Dios los aceptara con agrado.
Nehemías continúa su relato
31 Yo, Nehemías, les pedí a los líderes de Judá que se subieran al muro, y que formaran dos grandes grupos para que marcharan por el muro dando gracias a Dios. También organicé dos coros. Un coro marchó primero, hacia la derecha, como si fuera hacia la entrada del Basurero. 32 Detrás de ellos iba Hosaías, con el primer grupo de líderes, 33 en el cual estaban:
Azarías,
Esdras,
Mesulam,
34 Judá,
Benjamín,
Semaías,
Jeremías.
35-36 Los sacerdotes que los acompañaban eran todos miembros de una misma familia:
Semaías,
Azarel,
Milalai,
Guilalai,
Maai,
Natanael,
Judá,
Hananí,
Zacarías.
Todos ellos tocaban trompetas, y otros instrumentos musicales inventados por David. Los antepasados de Zacarías fueron:
Jonatán,
Semaías,
Matanías,
Micaías,
Zacur,
Asaf.
Delante de todos ellos iba el maestro Esdras. 37 Cuando llegaron a la entrada de la Fuente, siguieron por el muro, subieron las escaleras de la ciudad de Jerusalén, pasaron por el palacio de David y llegaron hasta la entrada del Agua, que está al este.
38 El otro coro marchó hacia la izquierda dando gracias a Dios, y yo iba detrás de ellos con el otro grupo de líderes. Marchamos por el muro desde la torre de los Hornos hasta donde el muro se hace más ancho, 39 pasando por la entrada de Efraín, la entrada de Jesaná, la de los Pescados, la torre de Hananel y la torre de los Cien, hasta la entrada de las Ovejas. Nos detuvimos en la entrada de la Guardia. 40 Luego los dos coros que daban gracias a Dios ocuparon sus puestos en el templo de Dios. Los líderes que me acompañaban y yo, nos colocamos 41-42 junto a varios sacerdotes que tocaban las trompetas. Entre ellos estaban:
Eliaquim,
Maaseías,
Miniamín,
Micaías,
Elioenai,
Zacarías,
Hananías,
Maaseías,
Semaías,
Eleazar,
Uzí,
Johanán,
Malquías,
Elam,
Éser.
Izrahías dirigía a los cantores. 43 Aquel día se ofrecieron muchos sacrificios, y todos nosotros, hombres, mujeres y niños, estuvimos muy contentos, pues Dios nos había llenado de alegría. El gozo que había en Jerusalén se oía desde muy lejos.
Provisiones para el templo de Dios
44 En aquel tiempo nombramos a los encargados de las bodegas en donde se guardaban las provisiones para el templo de Dios, es decir, las ofrendas, los primeros frutos y los diezmos. Eran las porciones que llegaban de los campos de cada ciudad y que, según la ley, les correspondían a los sacerdotes y sus ayudantes. Los de Judá estaban satisfechos con la tarea que hacían los sacerdotes y sus ayudantes. 45 Ellos, junto con los cantores y los vigilantes de las entradas, celebraban el culto a Dios y la ceremonia de la purificación, siguiendo las instrucciones que habían dado David y su hijo Salomón. 46 Antiguamente, en los tiempos de David y Asaf, había un director de coro. Entonces se cantaban himnos para alabar y dar gracias a Dios. 47 En los tiempos de Zorobabel y de Nehemías, todos los israelitas daban ofrendas para los cantores y los vigilantes de las entradas. También daban ofrendas para los ayudantes de los sacerdotes, y éstos apartaban lo que les correspondía a los sacerdotes descendientes de Aarón.
Nehemías hace cambios
13 Cierto día, mientras el libro de la Ley de Moisés se leía ante todo el pueblo, nos dimos cuenta de que había una ley que decía así: «Jamás se permitirá que los amonitas y los moabitas formen parte del pueblo de Dios».
2 La razón de esta ley era que, en cierta ocasión, esa gente no les dio a los israelitas el pan y el agua que necesitaban, y en cambio le pagó a Balaam para que los maldijera. Pero nuestro Dios hizo que sus malos deseos resultaran en algo bueno. 3 Así que, cuando la gente oyó lo que decía el libro de la Ley, expulsaron de Israel a todos los que se habían mezclado con extranjeros.
4-5 Tiempo atrás, el sacerdote Eliasib era el jefe de las bodegas del templo de nuestro Dios. Como Tobías el amonita era pariente suyo, Eliasib le había dado permiso para vivir en una habitación grande. Allí se guardaban las ofrendas de cereales, el incienso, los utensilios y los diezmos de trigo, vino y aceite. Todo esto era para los sacerdotes, sus ayudantes, los cantores y los vigilantes de las entradas. 6 Cuando Eliasib hizo esto, yo no estaba en Jerusalén, porque en el año treinta y dos del reinado de Artajerjes, había ido a Babilonia para presentarme ante él. Tiempo después, con el permiso del rey, 7 volví a Jerusalén y descubrí que Eliasib había hecho muy mal en darle a ese amonita una habitación en el templo de Dios. 8 Me enojé mucho, y ordené que sacaran todos los muebles de Tobías, 9 y mandé que purificaran el lugar. Después di instrucciones para que volvieran a colocar allí los utensilios del templo de Dios, los cereales y el incienso.
10 También me enteré de que a los ayudantes de los sacerdotes no se les habían dado sus alimentos, por lo que ellos y los cantores habían tenido que irse a sus propios campos. 11 Entonces reprendí a las autoridades por haber descuidado el templo de Dios, y mandé llamar a los ayudantes de los sacerdotes y cantores. Los volví a colocar en sus puestos, 12 y todos los de Judá trajeron a las bodegas del templo los diezmos de trigo, vino y aceite. 13 Después puse al sacerdote Selemías, al secretario Sadoc y al ayudante Pedaías como jefes de las bodegas, y nombré como ayudante de ellos a Hanán hijo de Zacur, nieto de Matanías. Eran hombres de confianza, y se encargarían de hacer una buena distribución de las provisiones a sus compañeros.
14 Luego de hacer eso, le dije a Dios: «¡Dios mío, toma en cuenta esto que acabo de hacer, y no te olvides de todo lo bueno que he hecho por tu templo y por el culto!»
15 En ese tiempo vi que en Judá, los sábados, algunos hacían vino y llevaban manojos de trigo sobre los burros. También cargaban vino, racimos de uvas, higos y toda clase de cargas, y todo eso lo traían a Jerusalén para venderlo. Entonces los reprendí por eso. 16 Además, algunos de Tiro que vivían en la ciudad, llevaban pescado y toda clase de productos a Jerusalén, para vendérselos a la gente de Judá los días sábados. 17 Entonces reprendí así a los jefes de Judá:
«¡Está muy mal lo que hacen! ¡No están respetando el día sábado! 18 Acuérdense de que cuando sus antepasados hicieron lo mismo, Dios nos castigó a nosotros y también a esta ciudad. Si ustedes no descansan y adoran a Dios el día sábado, él nos castigará aún más».
19 Entonces ordené que los portones de Jerusalén se cerraran en cuanto empezara a anochecer el viernes, y que no se abrieran hasta el anochecer del sábado. Puse a algunos de mis ayudantes para que vigilaran las entradas y no dejaran entrar ninguna carga en día sábado. 20 Una o dos veces, algunos comerciantes y vendedores pasaron la noche fuera de Jerusalén. 21 Yo discutí con ellos y les advertí que, si volvían a pasar la noche junto al muro, los sacaría de allí por la fuerza. Desde entonces no volvieron a presentarse en día sábado. 22 Luego ordené a los ayudantes de los sacerdotes que se purificaran, y fueran a vigilar las entradas para que se respetara el día sábado. Entonces le dije a Dios: «¡Dios mío, tampoco olvides esto que he hecho! Ya que eres tan bueno, ¡ten compasión de mí!»
23 En ese tiempo vi también que algunos judíos se habían casado con mujeres de países como Asdod, Amón y Moab. 24 La mitad de sus hijos hablaban el idioma de Asdod y de otros países, pero no conocían el idioma de los judíos. 25 Discutí con esos hombres y los maldije. A algunos les di de golpes, les arranqué el cabello y los obligué a prometer, en nombre de Dios, que ni ellos ni sus hijos o hijas se casarían con extranjeros. 26 Además, les recordé:
«Ustedes han cometido el mismo pecado que cometió Salomón. Entre muchas naciones no hubo un rey como él. Dios lo amó y lo puso como rey sobre Israel, pero fueron sus esposas extranjeras las que lo hicieron pecar. 27 Por eso, nosotros no vamos a permitir que se cometa este grave pecado contra nuestro Dios. No traicionaremos a Dios casándonos con mujeres extranjeras».
28 Joiadá, que era hijo del jefe de los sacerdotes, tenía un hijo que se casó con una extranjera. Ella era hija de Sambalat el de Horón. Así que obligué al hijo de Joiadá a irse lejos de Jerusalén. Luego hablé con Dios, y le dije: 29 «¡Dios mío, castiga a los sacerdotes y a los ayudantes que no han respetado el pacto que hicieron contigo!»
30 De esta manera los separé de los extranjeros y de todo lo que tuviera que ver con ellos. Luego organicé los turnos de los sacerdotes y de sus ayudantes, cada uno en su tarea. 31 Organicé también a los que traían la leña, para que lo hicieran en las fechas indicadas, y organicé la entrega de los primeros frutos. Luego le dije a Dios: «¡Acuérdate de mí, Dios mío, y trátame bien!»
Cómo participar en las reuniones de la iglesia
11 Así que sigan mi ejemplo, como yo sigo el ejemplo de Cristo.
2 Los felicito, porque ustedes siempre se acuerdan de mí y obedecen mis enseñanzas. 3 Ahora quiero que sepan esto: Cristo es el origen del varón, el varón es el origen de la mujer y Dios es el origen de Cristo.
4 Si el hombre ora a Dios, o habla en su nombre, con la cabeza cubierta, le falta el respeto a Cristo. 5 Y si la mujer ora a Dios, o habla en su nombre, sin cubrirse la cabeza, le falta el respeto al hombre. Es lo mismo que si se afeitara la cabeza. 6 Si la mujer no quiere cubrirse la cabeza, entonces que se la afeite. Pero si le da vergüenza afeitársela, entonces que se la cubra.
7 El hombre no debe cubrirse la cabeza, pues refleja la grandeza de Dios. La mujer, por su parte, refleja la grandeza del hombre. 8 Porque Dios no sacó de la mujer al hombre, sino que del hombre sacó a la mujer. 9 Y no creó Dios al hombre por causa de la mujer, sino a la mujer por causa del hombre. 10 Por eso, la mujer debe ejercer control sobre su cabeza, para respeto a los ángeles.
11 Sin embargo, para nosotros los cristianos, ni la mujer existe sin el hombre, ni el hombre existe sin la mujer. 12 Es verdad que a la primera mujer Dios la sacó del primer hombre, pero también es verdad que ahora todos los hombres nacen de una mujer. Pero tanto el hombre como la mujer, y todo lo que existe, han sido creados por Dios.
13 Piensen ustedes mismos si está bien que la mujer ore a Dios con la cabeza descubierta. 14 Según nuestras costumbres, es una vergüenza que el hombre se deje crecer el cabello, 15 pero no lo es que la mujer se lo deje crecer. Y es que Dios le dio el cabello largo para que se cubra la cabeza. 16 En todo caso, si alguien no está de acuerdo con esto y quiere discutirlo, le digo que ni nosotros ni las iglesias de Dios conocemos otra forma de actuar.
Dios escucha la oración
SALMO 35 (34)
Himno de David.
35 Dios mío,
ataca a los que me atacan,
combate a los que me combaten.
2-3 Prepárate para la lucha
y ven en mi ayuda.
¡Preséntales batalla
a los que me persiguen!
¡Prométeme que me salvarás!
4 Pon en completa vergüenza
a los que quieren matarme,
haz que huyan avergonzados
los que buscan mi mal.
5 ¡Que el viento los arrastre
como si fueran paja!
¡Que tu ángel los persiga!
6 ¡Que se tropiecen y resbalen
en los caminos por donde andan!
¡Que tu ángel los persiga!
7 No tenían ningún motivo
para tenderme una trampa.
8 ¡Pues que les venga el desastre
antes de que se den cuenta!
¡Que caigan en la trampa
que quisieron tenderme!
9 Yo me quedaré muy contento
con que tú me libres de ellos,
10 y diré con todas mis fuerzas:
«¡No hay otro Dios como tú!
Tú, Dios nuestro,
libras a los pobres e indefensos
del poder de quienes los maltratan».
11 Unos testigos malvados
se levantan para acusarme,
¡pero yo no sé nada
de lo que me preguntan!
12 Lo que más me duele
es que yo los traté bien
y ahora ellos me tratan mal.
13 Cuando se enfermaban,
yo me afligía por ellos.
Tan grande era mi tristeza
que no comía ni me arreglaba.
Más bien, le pedía a Dios
que el enfermo fuera yo.
14 Andaba yo muy triste
y con la cabeza inclinada,
como si hubiera muerto mi madre,
mi hermano o mi amigo.
15-16 Pero cuando me vieron caído,
esos testigos lo festejaron.
Como si fueran unos extraños
a los que yo no conociera,
se pusieron en mi contra
y hablaron mal de mí;
¡sus ojos reflejaban odio!
17 Quien sólo piensa en fiestas,
en perfumes y en borracheras,
se queda en la pobreza
y jamás llega a rico.
18 Los malvados y ladrones
tendrán que pagar el rescate
de los hombres buenos y honrados.
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