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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)
Version
Levítico 20:22-22:16

Conclusión

22 Cumplan, pues, todas mis leyes y todos mis mandamientos; pónganlos en práctica no sea que los vomite la tierra a la cual yo los voy a guiar para que habiten en ella.

23 Y no sigan las prácticas de los pueblos que yo expulsaré ante ustedes; ellos hicieron todas esas cosas y yo los aborrecí. 24 Les he dicho: Poseerán su tierra, pues soy yo quien se la entrego en posesión; es una tierra de la que fluye leche y miel. Yo soy el Señor, su Dios, que los he separado de los demás pueblos.

25 Distingan entre animales puros e impuros y entre aves puras e impuras; y no se contaminen con animal alguno, sean aves o reptiles, de los que yo les he ordenado que se aparten por ser impuros. 26 Serán para mí santos, porque yo, el Señor, soy santo y los he apartado de los demás pueblos para que sean míos.

27 Cualquier hombre o mujer que consulte a los espíritus de los muertos o que se dedique a la adivinación, morirá apedreado y ellos mismos serán los responsables de su muerte.

Santidad de los sacerdotes y laicos (21—22)

De los sacerdotes en general

21 El Señor dijo a Moisés:

— Di a los sacerdotes descendientes de Aarón: Ningún sacerdote se expondrá a la impureza por causa de algún muerto de su parentela, excepto por un pariente cercano, sea su madre, su padre, su hijo o su hermano; o por una hermana suya que, siendo aún virgen, viva con él y esté sin desposarse; por una hermana así, sí puede contraer impureza. Pero no se expondrá a la impureza por causa de una hermana casada; en este caso no debe contaminarse. No se raparán la cabeza, ni se cortarán los bordes de la barba, ni se harán incisiones en el cuerpo. Serán santos para su Dios y no profanarán el nombre de su Dios, porque son ellos los que presentan las ofrendas al Señor y los alimentos para su Dios; por tanto, serán santos.

No tomarán por esposa a una prostituta ni a una mujer deshonrada; tampoco se casarán con una mujer que haya sido repudiada por su marido; porque el sacerdote está consagrado a su Dios. Lo considerarás algo santo, pues él es quien ofrece el alimento para tu Dios. Considéralo santo porque yo, el Señor que los santifico, soy santo.

Si la hija de un sacerdote se dedica a la prostitución, deshonra a su padre y deberá ser quemada en la hoguera.

El sumo sacerdote

10 El sumo sacerdote, destacado entre sus hermanos, sobre cuya cabeza fue derramado el aceite de la unción, y que fue consagrado para llevar las vestiduras sagradas, no llevará el pelo suelto ni rasgadas sus ropas; 11 no entrará en contacto con ningún cadáver, y ni siquiera por su padre o por su madre se contaminará de impureza. 12 No saldrá del santuario para no profanar así el santuario de su Dios, pues ha sido consagrado por el aceite de la unción de su Dios. Yo soy el Señor. 13 Tomará por esposa a una mujer virgen; 14 en ningún caso a una viuda, repudiada, deshonrada o prostituta, sino a una mujer virgen de entre su pueblo. 15 De este modo no profanará su descendencia entre su pueblo; porque yo, el Señor, soy el que lo santifico.

Condiciones para ejercer el sacerdocio

16 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

17 — Habla a Aarón y dile: Ninguno de tus futuros descendientes que tenga algún defecto se acercará para ofrecer el alimento de su Dios. 18 Nadie con defecto podrá hacerlo: sea ciego, cojo o con los miembros deformes o atrofiados; 19 o que sea lisiado de pies o de manos; 20 o jorobado o enano o enfermo de los ojos; o que tenga sarna, tiña o los testículos dañados. 21 Ningún descendiente del sacerdote Aarón, que tenga algún defecto, se acercará para presentar las ofrendas al Señor; si tiene un defecto, no podrá acercarse a hacer ofrendas de alimentos a su Dios. 22 Podrá comer de las ofrendas de alimentos hechas a Dios, aunque sean sagradas, 23 pero no podrá pasar detrás del velo, ni se acercará al altar, pues tiene un defecto y profanaría mis lugares santos. Yo, el Señor, soy el que los santifico.

24 Esto fue lo que dijo Moisés a Aarón, a sus hijos y a todos los israelitas.

Sobre los manjares sagrados

22 El Señor se dirigió a Moisés y le dijo:

— Informa a Aarón y a sus hijos de los casos en que deben mantenerse apartados de las ofrendas sagradas que me hacen los israelitas, para no profanar mi santo nombre. Yo soy el Señor. Diles: Todo descendiente de sus futuras generaciones que se acerque en estado de impureza a las ofrendas sagradas que los israelitas consagran al Señor, será extirpado de mi presencia. Yo soy el Señor.

El alimento sagrado

Todo descendiente de Aarón que sea leproso o padezca cualquier tipo de flujo, no comerá de las cosas sagradas hasta que se purifique. El que toque cualquier cosa contaminada por haber estado en contacto con un cadáver o con quien haya tenido derramamiento de semen, o quien haya tocado cualquier reptil causante de impureza al que lo toque, o el que entre en contacto con alguien que le comunique su impureza, esa persona quedará impura hasta la noche y no podrá comer de las ofrendas sagradas si antes no se ha bañado. Cuando se ponga el sol, recuperará el estado de pureza y entonces podrá comer las ofrendas sagradas que le corresponden como alimento. No comerá animal muerto, ni que haya sido despedazado por las fieras, para no contaminarse con ello. Yo soy el Señor. Deben, pues, cumplir mis normas para no incurrir en pecado y tener que morir por haberlas profanado. Yo, el Señor, soy el que los santifico.

10 Ningún extraño comerá de las ofrendas sagradas: ni el huésped del sacerdote ni el jornalero podrán comerlas. 11 Pero cuando el sacerdote compre algún esclavo, este podrá comer de ellas, así como también podrá comer de su alimento el nacido en su casa. 12 La hija del sacerdote que se case con un extraño no podrá comer de las ofrendas sagradas. 13 Pero si la hija del sacerdote es viuda o divorciada, no tiene hijos y ha regresado a la casa de su padre, podrá comer de los alimentos de su padre, como cuando era joven. ¡Pero que ningún extraño coma de las ofrendas sagradas!

14 Y el que por equivocación coma de las ofrendas sagradas, deberá resarcir al sacerdote añadiendo una quinta parte del valor de la ofrenda sagrada. 15 Pero los sacerdotes no profanarán las ofrendas sagradas de los israelitas reservadas al Señor; 16 si comen de tales cosas, incurren en culpa y deberán presentar una ofrenda de purificación. Yo, el Señor, soy el que los santifico.

Marcos 9:1-29

Y les dijo también:

— Les aseguro que algunos de los que están aquí no morirán sin haber comprobado que el reino de Dios ha llegado con poder.

Transfiguración de Jesús (Mt 17,1-13; Lc 9,28-36)

Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan y los llevó aparte a ellos solos a un monte alto. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Su ropa se volvió de una blancura resplandeciente, tal como ningún batanero de este mundo sería capaz de blanquearla. Y los discípulos vieron a Elías y a Moisés, que estaban conversando con Jesús. Entonces Pedro dijo a Jesús:

— ¡Maestro, qué bien estamos aquí! Hagamos tres cabañas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.

Es que no sabía lo que decía, porque estaban aterrados. En esto quedaron envueltos por una nube de la que salía una voz:

— Este es mi Hijo amado. Escúchenlo.

En aquel instante miraron a su alrededor y ya no vieron a nadie sino únicamente a Jesús solo con ellos. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado. 10 Y, en efecto, ellos guardaron este secreto, aunque discutían qué sería aquello de “resucitar”. 11 Entonces le preguntaron:

— ¿Por qué dicen los maestros de la ley que Elías tiene que venir primero?

12 Jesús les contestó:

— Es cierto que Elías ha de venir primero para ponerlo todo en orden. Pero, por otra parte, ¿no dicen las Escrituras que el Hijo del hombre ha de sufrir mucho y que ha de ser ultrajado? 13 En cuanto a Elías, les aseguro que ya vino; pero ellos lo maltrataron a su antojo, tal como dicen las Escrituras sobre él.

Curación de un muchacho poseído por el demonio (Mt 17,14-21; Lc 9,37-43)

14 Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, vieron que había mucha gente reunida con ellos y que estaban discutiendo con los maestros de la ley. 15 Al ver a Jesús, la gente se quedó sorprendida y corrieron todos a saludarlo. 16 Jesús preguntó a sus discípulos:

— ¿De qué están discutiendo con ellos?

17 Uno de entre la gente le contestó:

— Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído por un espíritu mudo. 18 Cuando menos se espera, se apodera de él y lo derriba al suelo, haciéndole arrojar espuma por la boca y rechinar los dientes hasta que se queda rígido. Pedí a tus discípulos que lo expulsaran, pero no lo han conseguido.

19 Jesús exclamó:

— Gente incrédula, ¿hasta cuándo habré de estar entre ustedes? ¿Hasta cuándo tendré que soportarlos? Tráiganme al muchacho.

20 Se lo llevaron y, cuando el espíritu vio a Jesús, en seguida se puso a zarandear con violencia al muchacho, que cayó al suelo revolcándose y echando espuma por la boca. 21 Jesús preguntó al padre:

— ¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?

Le contestó:

— Desde niño. 22 Muchas veces ese espíritu lo arroja al fuego o al agua para matarlo. Si puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos.

23 Jesús le contestó:

— ¡Cómo “si puedes”! Para el que tiene fe, todo es posible.

24 Entonces el padre del muchacho exclamó:

— ¡Yo tengo fe, pero ayúdame a tener más!

25 Jesús, al ver que se aglomeraba la gente, increpó al espíritu impuro, diciéndole:

— ¡Espíritu mudo y sordo, te ordeno que salgas de él y que no vuelvas a entrar en él jamás!

26 El espíritu, gritando y haciendo que el muchacho se retorciera con violencia, salió de él dejándolo como muerto, de manera que, en efecto, todos los presentes lo consideraban muerto. 27 Pero Jesús lo tomó de la mano y lo levantó, y el muchacho quedó en pie.

28 Más tarde, cuando los discípulos entraron en casa, preguntaron aparte a Jesús:

— ¿Por qué nosotros no pudimos expulsar ese demonio?

29 Jesús les contestó:

— Este es un género de demonio que nadie puede expulsar si no es por medio de la oración.

Salmos 43

Salmo 43 (42)

Hazme justicia, oh Dios

43 Hazme justicia, oh Dios,
defiende tú mi causa
contra este pueblo infiel;
líbrame del falso y del malvado.
Tú eres el Dios que me ampara,
¿por qué me has rechazado?
¿Por qué he de andar afligido
por el acoso del enemigo?
Envía tu luz y tu verdad,
que ellas me guíen
y me lleven a tu santo monte,
al lugar donde tú vives.
Y llegaré al altar de Dios,
al Dios de mi intenso gozo,
y te alabaré con la cítara,
oh Dios, Dios mío.
¿Por qué estoy abatido?
¿Por qué estoy tan turbado?
En Dios pondré mi esperanza,
no cesaré de alabarlo,
¡él es mi Dios salvador!

Proverbios 10:18

18 Labios embusteros esconden odio,
quien difunde calumnias es necio.

La Palabra (Hispanoamérica) (BLPH)

La Palabra, (versión hispanoamericana) © 2010 Texto y Edición, Sociedad Bíblica de España