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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Reina-Valera 1995 (RVR1995)
Version
Génesis 50:1 - Éxodo 2:10

50 Entonces se echó José sobre el rostro de su padre, lloró sobre él y lo besó. Después mandó José a los médicos que estaban a su servicio que embalsamaran a su padre, y los médicos embalsamaron a Israel. Cumplieron así cuarenta días, que eran los días requeridos para embalsamar.

Y los egipcios lo lloraron setenta días. Pasados los días de su luto, habló José a los de la casa del faraón, diciendo:

—Si he hallado gracia a vuestros ojos, os ruego que habléis ahora a oídos del faraón, y le digáis: “Mi padre me hizo jurar, diciendo: ‘Yo voy a morir; en el sepulcro que cavé para mí en la tierra de Canaán, allí me sepultarás’. Permite, pues, que yo vaya ahora a sepultar a mi padre, y después volveré.”

El faraón dijo:

—Ve y sepulta a tu padre, como él te hizo jurar.

Entonces José subió para sepultar a su padre; y subieron con él todos los siervos del faraón, los ancianos de su casa y todos los ancianos de la tierra de Egipto, toda la casa de José, sus hermanos y la casa de su padre; solamente dejaron en la tierra de Gosén sus niños, sus ovejas y sus vacas. Subieron también con él carros y gente de a caballo, y se hizo un escuadrón muy grande. 10 Llegaron hasta la era de Atad, al otro lado del Jordán, y lloraron e hicieron grande y muy triste lamentación. Allí José hizo duelo por su padre durante siete días.

11 Al ver los habitantes de la tierra, los cananeos, el llanto en la era de Atad, dijeron: «Llanto grande es éste de los egipcios.» Por eso, a aquel lugar que está al otro lado del Jordán se le llamó Abel-mizraim.

12 Sus hijos, pues, hicieron con él según les había mandado, 13 pues sus hijos lo llevaron a la tierra de Canaán y lo sepultaron en la cueva del campo de Macpela, la que había comprado Abraham de manos de Efrón, el heteo, junto con el mismo campo, para heredad de sepultura, al oriente de Mamre. 14 Después que lo hubo sepultado, regresó José a Egipto, él, sus hermanos y todos los que subieron con él a sepultar a su padre.

Muerte de José

15 Al ver los hermanos de José que su padre había muerto, dijeron:

—Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos.

16 Entonces enviaron a decir a José: «Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: 17 “Así diréis a José: ‘Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque te trataron mal’”; por eso, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre.» Y José lloró mientras hablaban.

18 Llegaron también sus hermanos, se postraron delante de él y dijeron:

—Aquí nos tienes. Somos tus esclavos.

19 Pero José les respondió:

—No temáis, pues ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? 20 Vosotros pensasteis hacerme mal, pero Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener con vida a mucha gente. 21 Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos.

Así los consoló, pues les habló al corazón.

22 Habitó José en Egipto, él y la casa de su padre; y vivió José ciento diez años. 23 Vio José los hijos de Efraín hasta la tercera generación; y también los hijos de Maquir hijo de Manasés fueron criados sobre las rodillas de José.

24 Un día, José dijo a sus hermanos:

—Yo voy a morir, pero Dios ciertamente os visitará y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob.

25 E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo:

—Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos.

26 Murió José a la edad de ciento diez años; lo embalsamaron, y lo pusieron en un ataúd en Egipto.

Aflicción de los israelitas en Egipto

Éstos son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto con Jacob, cada uno con su familia: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. Todas las personas de la descendencia de Jacob fueron setenta. José ya estaba en Egipto.

Murieron José, todos sus hermanos y toda aquella generación. Pero los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, llegaron a ser numerosos y fuertes en extremo, y se llenó de ellos la tierra.

Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José, y dijo a su pueblo: «Mirad, el pueblo de los hijos de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. 10 Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique y acontezca que, en caso de guerra, él también se una a nuestros enemigos para pelear contra nosotros, y se vaya de esta tierra.»

11 Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos para que los oprimieran con sus cargas. Así edificaron para el faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. 12 Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel.

13 Los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, 14 y amargaron su vida con dura servidumbre en la fabricación de barro y ladrillo, en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor. 15 También habló el rey de Egipto a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra y la otra Fúa, y les dijo:

16 —Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, observad el sexo: si es hijo, matadlo; si es hija, dejadla vivir.

17 Pero las parteras temieron a Dios y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños. 18 Entonces el rey de Egipto hizo llamar a las parteras, y les dijo:

—¿Por qué habéis hecho esto? ¿Por que habéis preservado la vida a los niños?

19 Las parteras respondieron al faraón:

—Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; son robustas y dan a luz antes que llegue la partera.

20 Dios favoreció a las parteras; el pueblo se multiplicó y se fortaleció mucho. 21 Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias.

22 Entonces el faraón dio a todo su pueblo esta orden: «Echad al río a todo hijo que nazca, y preservad la vida a toda hija.»

Nacimiento de Moisés

Un hombre de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió y dio a luz un hijo. Al ver que era hermoso, lo tuvo escondido durante tres meses. Pero no pudiendo ocultarlo más tiempo, tomó una canasta, la calafateó con asfalto y brea, colocó en ella al niño y la puso entre los juncos a la orilla del río. Y una hermana suya se puso a lo lejos para ver lo que le acontecería.

La hija del faraón descendió a lavarse al río y, mientras sus doncellas se paseaban por la ribera del río, vio ella la canasta entre los juncos y envió una criada suya para que la tomara. Cuando la abrió, vio al niño, que estaba llorando. Llena de compasión por él, exclamó:

—Éste es un niño de los hebreos.

Entonces la hermana del niño dijo a la hija del faraón:

—¿Quieres que te llame a una nodriza de las hebreas para que te críe a este niño?

—Ve —respondió la hija del faraón.

La joven fue y llamó a la madre del niño, a la cual dijo la hija del faraón:

—Llévate a este niño y críamelo; yo te lo pagaré.

La mujer tomó al niño y lo crió. 10 Y cuando el niño creció, se lo entregó a la hija del faraón, la cual lo crió como hijo suyo y le puso por nombre Moisés, diciendo: «Porque de las aguas lo saqué.»

Mateo 16:13-17:9

Pedro declara que Jesús es el Cristo(A)

13 Al llegar Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo:

—¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?

14 Ellos dijeron:

—Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas.

15 Él les preguntó:

—Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?

16 Respondiendo Simón Pedro, dijo:

—Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.

17 Entonces le respondió Jesús:

—Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos. 18 Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del Hades no la dominarán. 19 Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos: todo lo que ates en la tierra será atado en los cielos, y todo lo que desates en la tierra será desatado en los cielos. 20 Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijeran que él era Jesús, el Cristo.

Jesús anuncia su muerte(B)

21 Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho a manos de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar al tercer día. 22 Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reconvenirlo, diciendo:

—Señor, ten compasión de ti mismo. ¡En ninguna manera esto te acontezca!

23 Pero él, volviéndose, dijo a Pedro:

—¡Quítate de delante de mí, Satanás! Me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.

24 Entonces Jesús dijo a sus discípulos:

—Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, 25 porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. 26 ¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de su alma?, 27 porque el Hijo del hombre vendrá en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. 28 De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto al Hijo del hombre viniendo en su Reino.

La transfiguración(C)

17 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte alto. Allí se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y se les aparecieron Moisés y Elías, que hablaban con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: «Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, haremos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.»

Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió y se oyó una voz desde la nube, que decía: «Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd.» Al oír esto, los discípulos se postraron sobre sus rostros y sintieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: «Levantaos y no temáis.»

Cuando ellos alzaron los ojos, no vieron a nadie, sino a Jesús solo.

Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo:

—No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de los muertos.

Salmos 21

Alabanza por haber sido librado del enemigo

Al músico principal. Salmo de David

21 El rey se alegra en tu poder, Jehová;
y en tu salvación, ¡cómo se goza!
Le has concedido el deseo de su corazón
y no le negaste la petición de sus labios, Selah
porque le has salido al encuentro con bendiciones de bien;
corona de oro fino has puesto sobre su cabeza.
Vida te demandó y se la diste;
largura de días eternamente y para siempre.
Grande es su gloria por tu salvación;
honra y majestad has puesto sobre él.
Lo has bendecido para siempre;
lo llenaste de alegría con tu presencia.
Por cuanto el rey confía en Jehová,
y por la misericordia del Altísimo, no será conmovido.

Alcanzará tu mano a todos tus enemigos;
tu diestra alcanzará a los que te aborrecen.
Los pondrás como horno de fuego
en el tiempo de tu ira;
Jehová los deshará en su ira
y el fuego los consumirá.
10 Su fruto destruirás de la tierra
y su descendencia de entre los hijos de los hombres,
11 porque intentaron el mal contra ti,
fraguaron maquinaciones, pero no prevalecerán,
12 pues tú los pondrás en fuga;
en tus cuerdas dispondrás saetas contra sus rostros.

13 ¡Engrandécete, Jehová, en tu poder!
¡Cantaremos y alabaremos tu poderío!

Proverbios 5:1-6

Amonestación contra la impureza

»Hijo mío, está atento a mi sabiduría
e inclina tu oído a mi inteligencia,
para que guardes discreción
y tus labios conserven la ciencia.
Los labios de la mujer extraña destilan miel
y su paladar es más suave que el aceite,
pero su final es amargo como el ajenjo,
agudo como espada de dos filos.
Sus pies descienden a la muerte,
sus pasos se dirigen al seol.
Sus caminos no son firmes: no los conoce,
ni considera el camino de la vida.

Reina-Valera 1995 (RVR1995)

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