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The Daily Audio Bible

This reading plan is provided by Brian Hardin from Daily Audio Bible.
Duration: 731 days

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Nueva Biblia Viva (NBV)
Version
Génesis 44-45

La copa de José

44 Cuando sus hermanos estuvieron listos para emprender el regreso, José ordenó a su mayordomo que llenara cada una de sus costales con todo el trigo que pudieran contener, y pusiera en cada uno de ellos el dinero que habían pagado por el trigo. También le dijo que en el costal de Benjamín no sólo colocara el dinero sino también su copa de plata. Así lo hizo el mayordomo. Los hermanos se levantaron de madrugada y emprendieron el viaje, con sus animales cargados.

Apenas habían salido de la ciudad, cuando José le dijo a su mayordomo:

―Alcánzalos, detenlos y pregúntales por qué me hacen esto a mí, que he sido tan bondadoso con ellos. Pregúntales: “¿Qué pretendían al robar la copa de mi señor, la que usa para adivinar? ¡Qué gran maldad han hecho!”.

Entonces el mayordomo los siguió, los detuvo y les habló conforme a las instrucciones que José le había dado.

―¿Qué dice? —le preguntaron—. ¿Qué clase de personas piensa que somos, que nos acusa de un delito tan grande? Nosotros devolvimos el dinero que encontramos en nuestros costales. ¿Por qué habríamos de robar plata u oro de la casa de su amo? Si encuentra su copa en poder de alguno de nosotros, que muera. Todos los demás seremos esclavos de su amo para siempre.

10 ―De acuerdo —contestó el hombre—, sólo el que robó la copa quedará de esclavo, y los demás quedarán libres.

11 Ellos bajaron rápidamente los costales que estaban sobre los animales, y los abrieron. 12 El mayordomo comenzó a buscar en el costal del mayor y siguió revisando hasta llegar al del menor. ¡La copa estaba en el costal de Benjamín! 13 Ellos, llenos de desesperación, rasgaron su ropa, cargaron sus burros nuevamente, y volvieron a la ciudad. 14 José todavía estaba en su casa cuando Judá y sus hermanos regresaron. Al llegar, se inclinaron delante de José.

15 ―¿Qué pretendían hacer? —les preguntó José—. ¿No sabían que un hombre como yo puede adivinar?

16 Entonces Judá dijo:

―¿Qué podemos decirle a mi señor? ¿Qué podemos decir a nuestro favor? ¿Cómo podríamos alegar inocencia? Dios nos está castigando por nuestros pecados. Señor, todos nosotros hemos regresado para ser sus esclavos, todos, incluso aquél en cuyo costal se encontró la copa.

17 ―No —dijo José—. Solamente el hombre que robó la copa será mi esclavo. Todos los demás pueden regresar en paz a su tierra y a su padre.

18 Entonces Judá se adelantó y dijo:

―Déjeme decirle algo. Tenga paciencia conmigo por un momento, porque sé que usted puede condenarme en un instante, como si fuera el mismo faraón. 19 Señor, usted nos preguntó si teníamos un padre y si teníamos hermanos. 20 Y nosotros le respondimos: “Sí, tenemos un padre, anciano, y un hijo de su vejez, el cual todavía es muy joven. El hermano de este murió y sólo él ha quedado de los hijos de su madre, y su padre lo ama mucho”. 21 Entonces usted nos dijo: “Tráiganlo para que yo lo vea”. 22 Pero nosotros le dijimos: “Señor, el muchacho no puede salir del lado de su padre, porque este moriría”. 23 Sin embargo, usted nos dijo: “No regresen sin su hermano menor”. 24 Entonces volvimos a nuestro padre y le contamos lo que usted nos había dicho. 25 Cuando él nos dijo: “Regresen y compren más alimento”, 26 le respondimos: “No podemos, a menos que dejes que nuestro hermano menor vaya con nosotros. Sólo en ese caso podemos ir”. 27 Entonces mi padre nos dijo: “Ustedes saben que mi esposa sólo tuvo dos hijos, 28 y que uno de ellos salió y no volvió jamás, sin duda destrozado por algún animal salvaje. Nunca más lo volví a ver. 29 Si ustedes se llevan a su hermano, y sufre algún daño, yo me moriré de dolor”.

30-31 »Ahora, señor, si regresamos a nuestro padre sin nuestro hermano menor, de seguro se morirá de tristeza, pues está muy apegado a este muchacho. En ese caso, nosotros seremos los culpables de la muerte de nuestro padre. 32 Señor, yo le prometí a mi padre que cuidaría al muchacho. Le dije: “Si no te lo traigo de regreso, yo cargaré con la culpa para siempre”. 33 Por eso, señor, permita que yo me quede como su esclavo en lugar del muchacho, y deje que él regrese con sus hermanos. 34 Porque, ¿cómo regresaré a mi padre si el muchacho no va conmigo? ¡Yo no podría soportar ver sufrir tanto a mi padre!

José se da a conocer

45 José no pudo aguantar más.

―¡Salgan todos de mi presencia! —exclamó—, dirigiéndose a sus siervos.

Quedó solo con sus hermanos y, no pudiendo contenerse más, lloró en alta voz. Su llanto se oyó en todo el palacio, y la noticia llegó pronto al palacio del faraón.

―Yo soy José —les dijo a sus hermanos—. ¿Mi padre vive aún?

Pero los hermanos, debido a la gran sorpresa, se quedaron mudos.

―¡Acérquense! —les dijo José.

Ellos se acercaron, y José añadió:

―Yo soy su hermano José, el que ustedes vendieron como esclavo para Egipto. Pero no se aflijan ni se condenen por ello, porque era plan de Dios. Dios me envió aquí antes que a ustedes para preservarnos la vida y la de nuestras familias. Estos años de escasez son los primeros dos de siete años de hambre. En ese tiempo no habrá siembra ni cosecha. Dios me envió aquí para mantenerlos con vida a ustedes y a sus familias, para que puedan ser una nación grande. Sí, Dios, y no ustedes, fue el que me envió a Egipto. Dios me puso por consejero del faraón y por administrador de toda la nación, gobernador de toda la tierra de Egipto. Dense prisa en volver a mi padre y díganle: “Tu hijo José dice: ‘Dios me ha puesto por jefe de toda la tierra de Egipto. Ven hasta donde yo estoy inmediatamente. 10 Vivirás en la tierra de Gosén y estarás cerca de mí con todos tus hijos y nietos, con tus ovejas y vacas, y todo lo que tengas. 11-13 Yo te cuidaré’ ”. Ustedes son testigos de mi promesa, y mi hermano Benjamín me ha oído decirlo. Díganle a mi padre que todavía quedan cinco años de escasez. Si no hacen lo que les digo, quedarán en la completa pobreza ustedes y sus familias. Cuéntenle a mi padre todo el poder que tengo en Egipto y cómo todos me obedecen. Hagan que él venga pronto a verme.

14 Entonces, llorando de gozo, abrazó a Benjamín, y este comenzó a llorar también. 15 Hizo lo mismo con cada uno de sus hermanos. Después de esto, sus hermanos hablaron con él.

16 Y la noticia de que los hermanos de José estaban en Egipto llegó a oídos del faraón. Al saberlo, el faraón y sus funcionarios se alegraron mucho. 17 Entonces el faraón le dijo a José:

―Diles a tus hermanos que carguen sus bestias y vuelvan cuanto antes a sus hogares, en Canaán. 18 Además, diles que traigan a tu padre y a todas sus familias, para que se queden a vivir aquí en Egipto. Yo les daré la mejor tierra, de modo que podrán disfrutar de lo mejor de Egipto. 19 Diles también que lleven consigo carros de Egipto, para que traigan a sus esposas, a sus hijos pequeños y a su padre. 20 Y que no se preocupen por lo que tengan que dejar en su tierra, porque lo mejor de Egipto será de ellos.

21 Entonces José les dio carros, conforme a la orden del faraón. Además les dio provisiones para el viaje y mudas de ropa. 22 Pero a Benjamín le dio cinco mudas de ropa y trescientas monedas de plata. 23 A su padre le envió diez burros cargados con las mejores cosas de Egipto, diez burras cargadas de trigo, y toda clase de alimentos para que comieran durante el viaje. 24 Entonces despidió a sus hermanos.

―No peleen en el camino —les aconsejó al despedirlos.

25 Ellos emprendieron el viaje y regresaron a la tierra de Canaán, donde estaba su padre Jacob.

26 ¡José está vivo! —exclamaron al contárselo—. Es el gobernador de toda la tierra de Egipto.

Jacob se quedó pasmado, y no les creía. 27 Pero cuando le dieron los mensajes de José, y cuando vio los carros cargados de alimentos que José le había enviado, se llenó de alegría.

28 ―¡Les creo! —dijo—. ¡José mi hijo está vivo! ¡Iré y lo veré antes de morir!

Mateo 14:13-36

Jesús alimenta a los cinco mil

13 Cuando le dieron a Jesús la noticia, él tomó una barca y se fue a un lugar desierto donde pudiera estar a solas. Pero la gente vio hacia dónde se dirigía, y muchos fueron a pie hasta allá desde las ciudades vecinas. 14 Cuando Jesús llegó, encontró que una vasta multitud lo esperaba y, compadecido, sanó a los enfermos.

15 Al atardecer, los discípulos se le acercaron y le dijeron:

―Ya pasó la hora de la cena y aquí en el desierto no hay nada que comer. Despide a la gente para que vaya por los pueblos a comprar alimentos.

16 ―¿Por qué? —les respondió Jesús—. ¡Denles ustedes de comer!

17 ―¿Pero con qué, si no tenemos más que cinco panecillos y dos pescados?

18 ―¡Pues tráiganlos!

19 La gente se fue sentando en la hierba a petición de Jesús. Él, tomando los cinco panes y los dos pescados, miró al cielo, los bendijo, y comenzó a partir los panes y a darlos a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente. 20 Nadie se quedó sin comer. ¡Y hasta sobraron doce cestas de comida, 21 a pesar de que había cerca de cinco mil hombres, además de las mujeres y los niños!

Jesús camina sobre el agua

22 Mientras despedía a la multitud, Jesús les pidió a los discípulos que se subieran a la barca y se fueran al otro lado del lago. 23-24 Al quedarse solo, Jesús subió al monte a orar.

La noche sorprendió a los discípulos en medio de las aguas agitadas y luchando contra vientos contrarios. 25 A las tres de la mañana Jesús se les acercó, caminando sobre las aguas turbulentas. 26 Los discípulos, al verlo, gritaron llenos de espanto:

―¡Es un fantasma!

27 Pero Jesús inmediatamente les gritó:

―¡Calma! ¡No tengan miedo! ¡Soy yo!

28 ―Señor —le respondió Pedro—, si realmente eres tú, ordena que también yo camine sobre el agua y vaya hasta donde tú estás.

29 ―Está bien; ¡ven!

Sin vacilar, Pedro salió por la borda y caminó sobre las aguas hacia Jesús. 30 Pero al percatarse de lo que hacía y de la inmensidad de las olas que se le echaban encima, sintió miedo y comenzó a hundirse.

―¡Señor, sálvame! —gritó horrorizado.

31 Extendiendo la mano, Jesús lo sujetó y le dijo:

―¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

32 Cuando subieron a la barca, los vientos cesaron. 33 Los otros discípulos, maravillados, se arrodillaron y le dijeron:

―¡No cabe duda de que eres el Hijo de Dios!

34 Desembarcaron en Genesaret. 35 La noticia de la llegada de Jesús se esparció rápidamente por la ciudad. Numerosas personas corrieron de un lugar a otro avisando que podían llevarle los enfermos para que los sanara. 36 Muchos le rogaban que les dejara tocar aunque sólo fuera el borde de su manto; y los que lo tocaban, sanaban.

Salmos 18:37-50

37 Perseguí a mis enemigos, los alcancé, y no me volví hasta vencerlos a todos. 38 Los aplasté. Ya no pudieron levantarse. Les puse el pie sobre el cuello. 39 Porque tú me has armado con fuerte armadura para la batalla. Mis enemigos tiemblan ante mí y caen derrotados a mis pies. 40 Los hiciste volverse y huir; destruí a cuantos me odiaban. 41 Gritaron pidiendo ayuda, pero nadie se atrevió a rescatarlos; clamaron al Señor, pero él se negó a responderles. 42 De modo que los hice polvo y los lancé al viento. Los arrojé como basura del piso. 43 Me diste la victoria en toda batalla. Vinieron las naciones y me sirvieron. Hasta los que yo no conocía vinieron a postrarse ante mí. 44 Extranjeros que nunca me han visto se someten al instante. 45 Temblorosos de miedo salen de sus fortalezas.

46 ¡Dios vive! Alaben al que es mi gran roca. ¡Exaltado sea Dios mi Salvador! 47 Es el Dios que castiga a quienes me dañan y somete a las naciones ante mí. 48 Él me rescata de mis enemigos. Me exalta sobre ellos. Me guarda de tan poderosos adversarios. 49 Por eso, Señor, te alabaré entre las naciones. 50 Muchas veces me has librado milagrosamente, a mí, el rey que has elegido. Has sido amoroso y bueno para conmigo y lo serás para con mis descendientes.

Proverbios 4:11-13

11 Yo te llevo por el camino de la sabiduría y te guío por sendas de rectitud. 12 Cuando camines por ellos, nada te estorbará ni tropezarás al correr. 13 Aférrate a mi instrucción, no la olvides; pues ella es tu vida.

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