The Daily Audio Bible
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17 Entonces el faraón dijo a José:
—En mi sueño me parecía que estaba a la orilla del río, 18 y que del río subían siete vacas de gruesas carnes y hermosa apariencia, que pacían en el prado. 19 Y que otras siete vacas subían después de ellas, flacas y de muy feo aspecto; tan extenuadas, que no he visto otras semejantes en fealdad en toda la tierra de Egipto. 20 Las vacas flacas y feas devoraban a las siete primeras vacas gordas; 21 pero, aunque las tenían en sus entrañas, no se conocía que hubieran entrado, pues la apariencia de las flacas seguía tan mala como al principio. Entonces me desperté.
22 »Luego, de nuevo en sueños, vi que siete espigas crecían en una misma caña, llenas y hermosas. 23 Y que otras siete espigas, menudas, marchitas y quemadas por el viento solano, crecían después de ellas; 24 y las espigas menudas devoraban a las siete espigas hermosas. Esto lo he contado a los magos, pero no hay quien me lo interprete.
25 Entonces respondió José al faraón:
—El sueño del faraón es uno y el mismo. Dios ha mostrado al faraón lo que va a hacer. 26 Las siete vacas hermosas siete años son, y las espigas hermosas son siete años: el sueño es uno y el mismo. 27 También las siete vacas flacas y feas que subían tras ellas son siete años, y las siete espigas menudas y quemadas por el viento solano siete años serán de hambre. 28 Esto es lo que respondo al faraón. Lo que Dios va a hacer, lo ha mostrado al faraón. 29 Vienen siete años de gran abundancia en toda la tierra de Egipto. 30 Tras ellos seguirán siete años de hambre: toda la abundancia será olvidada en la tierra de Egipto, y el hambre consumirá la tierra. 31 Y aquella abundancia no se echará de ver, a causa del hambre que la seguirá, la cual será gravísima. 32 Y que el faraón haya tenido el sueño dos veces significa que la cosa es firme de parte de Dios, y que Dios se apresura a hacerla.
33 »Por tanto, es necesario que el faraón se provea de un hombre prudente y sabio, y que lo ponga sobre la tierra de Egipto. 34 Haga esto el faraón: ponga gobernadores sobre el país, que recojan la quinta parte de las cosechas de Egipto en los siete años de la abundancia. 35 Junten toda la provisión de estos buenos años que vienen, recojan el trigo bajo la mano del faraón para mantenimiento de las ciudades y guárdenlo. 36 Y esté aquella provisión en depósito para el país, para los siete años de hambre que habrá en la tierra de Egipto; y el país no perecerá de hambre.
José, gobernador de Egipto
37 El asunto pareció bien al faraón y a sus siervos, 38 y dijo el faraón a sus siervos:
—¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios?
39 Y dijo el faraón a José:
—Después de haberte dado a conocer Dios todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. 40 Tú estarás sobre mi casa y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú.
41 Dijo además el faraón a José:
—Yo te he puesto sobre toda la tierra de Egipto.
42 Entonces el faraón se quitó el anillo de su mano y lo puso en la mano de José; lo hizo vestir de ropas de lino finísimo y puso un collar de oro en su cuello. 43 Lo hizo subir en su segundo carro, y pregonaban delante de él: «¡Doblad la rodilla!» Así quedó José sobre toda la tierra de Egipto.
44 Luego dijo el faraón a José:
—Yo soy el faraón; pero sin ti nadie alzará su mano ni su pie en toda la tierra de Egipto.
45 El faraón puso a José el nombre de Zafnat-panea, y le dio por mujer a Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. Así quedó José al frente de toda la tierra de Egipto.
46 Era José de edad de treinta años cuando fue presentado delante del faraón, el rey de Egipto; y salió José de delante del faraón y recorrió toda la tierra de Egipto. 47 En aquellos siete años de abundancia la tierra produjo en gran cantidad. 48 Y él recogió todo el alimento de los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, y almacenó alimento en las ciudades, poniendo en cada ciudad el alimento de los campos de alrededor. 49 Recogió José trigo como si fuera arena del mar; tanto que no se podía contar, porque era incalculable.
50 Antes que llegara el primer año de hambre, le nacieron a José dos hijos, los cuales le dio a luz Asenat, hija de Potifera, sacerdote de On. 51 Llamó José al primogénito Manasés, porque dijo: «Dios me hizo olvidar todos mis sufrimientos, y a toda la casa de mi padre.» 52 Al segundo lo llamó Efraín, porque dijo: «Dios me hizo fructificar en la tierra de mi aflicción.»
53 Se cumplieron así los siete años de abundancia que hubo en la tierra de Egipto, 54 y comenzaron a llegar los siete años de hambre, como José había predicho. Hubo hambre en todos los países, pero en toda la tierra de Egipto había pan. 55 Cuando se sintió el hambre en toda la tierra de Egipto, el pueblo clamó por pan al faraón. Y dijo el faraón a todos los egipcios: «Id a José, y haced lo que él os diga.»
56 Cuando el hambre se extendió por todo el país, abrió José todos los graneros donde estaba el trigo, y lo vendía a los egipcios, porque había crecido el hambre en la tierra de Egipto. 57 Y de todos los países venían a Egipto para comprar grano a José, porque por toda la tierra había crecido el hambre.
Los hermanos de José en busca de alimentos
42 Viendo Jacob que en Egipto había alimentos, dijo a sus hijos: «¿Por qué os estáis ahí mirando? 2 Yo he oído que hay víveres en Egipto; descended allá y comprad de allí para nosotros, para que podamos vivir y no muramos.»
3 Descendieron los diez hermanos de José a comprar trigo en Egipto. 4 Pero Jacob no envió a Benjamín, hermano de José, con sus hermanos, porque dijo: «No sea que le acontezca algún desastre.» 5 Fueron, pues, los hijos de Israel entre los que iban a comprar, porque había hambre en la tierra de Canaán.
6 José era el señor de la tierra, quien le vendía trigo a todo el mundo. Cuando llegaron los hermanos de José, se inclinaron a él rostro en tierra. 7 José reconoció a sus hermanos en cuanto los vio; pero hizo como que no los conocía, y hablándoles ásperamente les dijo:
—¿De dónde habéis venido?
Ellos respondieron:
—De la tierra de Canaán, para comprar alimentos.
8 Reconoció, pues, José a sus hermanos, pero ellos no lo reconocieron. 9 Entonces se acordó José de los sueños que había tenido acerca de ellos, y les dijo:
—Espías sois; para ver las regiones indefensas del país habéis venido.
10 —No, señor nuestro —respondieron ellos—, sino que tus siervos han venido a comprar alimentos. 11 Todos nosotros somos hijos del mismo padre y somos hombres honrados; tus siervos nunca fueron espías.
12 Pero José les dijo:
—No; para ver las regiones indefensas del país habéis venido.
13 —Tus siervos somos doce hermanos —respondieron ellos—, hijos de un hombre en la tierra de Canaán. El menor está hoy con nuestro padre y el otro ha desaparecido.
14 Y José les dijo:
—Eso es lo que os he dicho al afirmar que sois espías. 15 En esto seréis probados: ¡Por vida del faraón, que no saldréis de aquí hasta que vuestro hermano menor venga! 16 Enviad a uno de vosotros para que traiga a vuestro hermano, y vosotros quedad presos. Vuestras palabras serán probadas, si hay verdad en vosotros; y si no, ¡por la vida del faraón, que sois espías!
17 Entonces los puso juntos en la cárcel por tres días.
Parábola del trigo y la cizaña
24 Les refirió otra parábola, diciendo: «El reino de los cielos es semejante a un hombre que sembró buena semilla en su campo; 25 pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. 26 Cuando brotó la hierba y dio fruto, entonces apareció también la cizaña. 27 Fueron entonces los siervos del padre de familia y le dijeron: “Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿Cómo, pues, tiene cizaña?” 28 Él les dijo: “Un enemigo ha hecho esto.” Y los siervos le dijeron: “¿Quieres, pues, que vayamos y la arranquemos?” 29 Él les dijo: “No, no sea que al arrancar la cizaña arranquéis también con ella el trigo. 30 Dejad crecer juntamente lo uno y lo otro hasta la siega, y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: ‘Recoged primero la cizaña y atadla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero.’”»
Parábola de la semilla de mostaza(A)
31 Otra parábola les refirió, diciendo: «El reino de los cielos es semejante al grano de mostaza que un hombre tomó y sembró en su campo. 32 Ésta es a la verdad la más pequeña de todas las semillas, pero cuando ha crecido es la mayor de las hortalizas y se hace árbol, de tal manera que vienen las aves del cielo y hacen nidos en sus ramas.»
Parábola de la levadura(B)
33 Otra parábola les dijo: «El reino de los cielos es semejante a la levadura que tomó una mujer y escondió en tres medidas de harina, hasta que todo quedó leudado.»
Uso que Jesús hace de las parábolas(C)
34 Todo esto habló Jesús por parábolas a la gente, y sin parábolas no les hablaba, 35 para que se cumpliera lo que dijo el profeta:
«Abriré en parábolas mi boca;
declararé cosas escondidas
desde la fundación del mundo.»
Jesús explica la parábola de la cizaña
36 Entonces, después de despedir a la gente, entró Jesús en la casa. Se le acercaron sus discípulos y le dijeron:
—Explícanos la parábola de la cizaña del campo.
37 Respondiendo él, les dijo:
—El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre. 38 El campo es el mundo; la buena semilla son los hijos del Reino, y la cizaña son los hijos del malo. 39 El enemigo que la sembró es el diablo; la siega es el fin del mundo, y los segadores son los ángeles. 40 De manera que, así como se arranca la cizaña y se quema en el fuego, así será en el fin de este mundo. 41 Enviará el Hijo del hombre a sus ángeles, y recogerán de su Reino a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen maldad, 42 y los echarán en el horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes. 43 Entonces los justos resplandecerán como el sol en el reino de su Padre. El que tiene oídos para oír, oiga.
Parábola del tesoro escondido
44 »Además el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene y compra aquel campo.
La perla preciosa
45 »También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, 46 y al hallar una perla preciosa, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
Acción de gracias por la victoria(A)
Al músico principal. Salmo de David, siervo de Jehová, el cual dirigió a Jehová las palabras de este cántico el día que lo libró Jehová de manos de todos sus enemigos, y de manos de Saúl. Entonces dijo:
18 Te amo, Jehová, fortaleza mía.
2 Jehová, roca mía y castillo mío, mi libertador;
Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré;
mi escudo y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio.
3 Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado,
y seré salvo de mis enemigos.
4 Me rodearon los lazos de la muerte
y los torrentes de la destrucción me atemorizaron.
5 Los lazos del seol me han rodeado,
me tendieron redes de muerte.
6 En mi angustia invoqué a Jehová
y clamé a mi Dios.
Él oyó mi voz desde su Templo
y mi clamor llegó hasta sus oídos.
7 La tierra fue conmovida y tembló;
se conmovieron los cimientos de los montes
y se estremecieron, porque se indignó él.
8 Humo subió de su nariz
y de su boca fuego consumidor;
carbones fueron por él encendidos.
9 Inclinó los cielos y descendió,
y había densas tinieblas debajo de sus pies.
10 Cabalgó sobre un querubín y voló;
voló sobre las alas del viento.
11 Puso tinieblas por su escondite, por cortina suya a su alrededor;
oscuridad de aguas, nubes de los cielos.
12 Por el resplandor de su presencia, pasaron sus nubes:
granizo y carbones ardientes.
13 Tronó en los cielos Jehová,
el Altísimo dio su voz:
granizo y carbones de fuego.
14 Envió sus saetas y los dispersó;
lanzó relámpagos y los destruyó.
15 Entonces aparecieron los abismos de las aguas
y quedaron al descubierto los cimientos del mundo:
a tu reprensión, Jehová,
por el soplo del aliento de tu nariz.
Beneficios de la sabiduría
4 »Escuchad, hijos, la enseñanza de un padre;
estad atentos, para adquirir cordura.
2 Yo os doy buena enseñanza;
por eso, no descuidéis mi instrucción.
3 Yo también fui un hijo para mi padre,
delicado y único a los ojos de mi madre.
4 Él me enseñaba, diciendo:
“Retén mis razones en tu corazón,
guarda mis mandamientos y vivirás.”
5 Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia,
no te olvides de ella ni te apartes de las razones de mi boca;
6 No la abandones, y ella te guardará;
Ámala, y te protegerá.
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